/ sábado 15 de enero de 2022

Entre voces | Generosidad con lo ajeno

La virtud de la generosidad es algo que no se reduce a un sistema de creencias, sino que va inscrito en lo más noble de la naturaleza humana. Sin temor a equivocarme, diré que todo ser humano está llamado a ser generoso. La pregunta inmediata que me viene a la mente es ¿de qué manera puedo ser generoso? Muchos tenemos la respuesta claro del “qué” pero batallamos a la hora de implementar los “cómo”. Pongamos algunos ejemplos y espero que nos pueda servir a nuestra reflexión.

La real academia española, define generoso como aquel que es magnánimo o noble de ánimo, también se refiere a lo abundante. Así que ya vamos viendo más claro que la generosidad habla de compartir de lo que abundamos y eso nos hace de alma noble, nos hace mejores seres humanos.

El catecismo de la Iglesia católica nos da una gran luz, poniendo la generosidad en el gran marco de la caridad, como virtud que nos lleva al amor del prójimo, cuidando de él y buscando que nadie pase necesidad.

Dejadas las definiciones, vayamos a situaciones de la vida. Cuando te detienes en un crucero y ves a algún malabarista, niño, limpia-parabrisas, y demás artistas o vendedores, te preguntas si es bueno darles una moneda, y en ocasiones sientes que ya has dado mucho a lo largo de tu travesía citadina de no más de dos kilómetros. Esos cruceros son reflejo de una sociedad de pocas oportunidades y de un sistema de desecha a personas, pues no les ha brindado un lugar de desarrollo. ¿Le das algo? ¿Haces críticas y piensas qué destino harán de tu limosna?

Pasando al sector público, desde hace muchos años oigo estos elogios a los gobernantes en turno: “Gracias por su generosidad al pavimentar nuestra calle, al remodelar esta plaza, etc…” ¿Lo hicieron con su dinero? ¿No es su deber mirar por el bien de todos los ciudadanos, incluso por aquellos lugares donde no obtuvieron mayoría de votos? Decía un ciudadano en una ocasión: en México somos muy serviles, y agradecemos que hagan cosas con nuestros impuestos, y no vemos a los gobernantes como nuestros “empleados públicos”, siendo el pueblo el que los elige y les paga.

Yo como sacerdote, estoy llamado también a ser generoso, como todo cristiano y ser humano. En ocasiones gestiono ayuda a los pobres, pero varias veces tengo que sacrificar de lo mío para el otro. Aquí es donde la caridad y generosidad empiezan a dar frutos. Se es generoso cuando das de lo tuyo, no de lo ajeno, no de aquello que estás llamado a repartir, a gestionar o entregar. Es como si el tesorero al firmar cheques de la empresa u oficina, sienta que todo el dinero es suyo, y que los cheques de los salarios es dinero que el regala por ser generoso.

Santa Teresa de Calcuta, que promovió grandes obras a nivel mundial de caridad, tiene una frase muy elocuente: “Ama y da hasta que te duela”. Cuando entras en el terreno de privarte de algo tuyo, estás en la línea del amor por el otro. Muchas cosas superfluas que tenemos, son resultado de injusticias hechas a los pobres. Te invito a que hagas una seria reflexión, y en vez de quejarnos de la inflación o de lo caro que están las cosas, pensemos en aquellos hermanos que les falta lo indispensable. Ser generosos nos hace mejores personas y auténticos católicos. Estamos llamados a compartir y no creernos buenos por esa generosidad con lo ajeno.


Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social

La virtud de la generosidad es algo que no se reduce a un sistema de creencias, sino que va inscrito en lo más noble de la naturaleza humana. Sin temor a equivocarme, diré que todo ser humano está llamado a ser generoso. La pregunta inmediata que me viene a la mente es ¿de qué manera puedo ser generoso? Muchos tenemos la respuesta claro del “qué” pero batallamos a la hora de implementar los “cómo”. Pongamos algunos ejemplos y espero que nos pueda servir a nuestra reflexión.

La real academia española, define generoso como aquel que es magnánimo o noble de ánimo, también se refiere a lo abundante. Así que ya vamos viendo más claro que la generosidad habla de compartir de lo que abundamos y eso nos hace de alma noble, nos hace mejores seres humanos.

El catecismo de la Iglesia católica nos da una gran luz, poniendo la generosidad en el gran marco de la caridad, como virtud que nos lleva al amor del prójimo, cuidando de él y buscando que nadie pase necesidad.

Dejadas las definiciones, vayamos a situaciones de la vida. Cuando te detienes en un crucero y ves a algún malabarista, niño, limpia-parabrisas, y demás artistas o vendedores, te preguntas si es bueno darles una moneda, y en ocasiones sientes que ya has dado mucho a lo largo de tu travesía citadina de no más de dos kilómetros. Esos cruceros son reflejo de una sociedad de pocas oportunidades y de un sistema de desecha a personas, pues no les ha brindado un lugar de desarrollo. ¿Le das algo? ¿Haces críticas y piensas qué destino harán de tu limosna?

Pasando al sector público, desde hace muchos años oigo estos elogios a los gobernantes en turno: “Gracias por su generosidad al pavimentar nuestra calle, al remodelar esta plaza, etc…” ¿Lo hicieron con su dinero? ¿No es su deber mirar por el bien de todos los ciudadanos, incluso por aquellos lugares donde no obtuvieron mayoría de votos? Decía un ciudadano en una ocasión: en México somos muy serviles, y agradecemos que hagan cosas con nuestros impuestos, y no vemos a los gobernantes como nuestros “empleados públicos”, siendo el pueblo el que los elige y les paga.

Yo como sacerdote, estoy llamado también a ser generoso, como todo cristiano y ser humano. En ocasiones gestiono ayuda a los pobres, pero varias veces tengo que sacrificar de lo mío para el otro. Aquí es donde la caridad y generosidad empiezan a dar frutos. Se es generoso cuando das de lo tuyo, no de lo ajeno, no de aquello que estás llamado a repartir, a gestionar o entregar. Es como si el tesorero al firmar cheques de la empresa u oficina, sienta que todo el dinero es suyo, y que los cheques de los salarios es dinero que el regala por ser generoso.

Santa Teresa de Calcuta, que promovió grandes obras a nivel mundial de caridad, tiene una frase muy elocuente: “Ama y da hasta que te duela”. Cuando entras en el terreno de privarte de algo tuyo, estás en la línea del amor por el otro. Muchas cosas superfluas que tenemos, son resultado de injusticias hechas a los pobres. Te invito a que hagas una seria reflexión, y en vez de quejarnos de la inflación o de lo caro que están las cosas, pensemos en aquellos hermanos que les falta lo indispensable. Ser generosos nos hace mejores personas y auténticos católicos. Estamos llamados a compartir y no creernos buenos por esa generosidad con lo ajeno.


Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social