/ sábado 24 de febrero de 2024

Entre Voces / Mi Bandera

Ya les he compartido en otra ocasión lo interesante que fue visitar en la Ciudad de México el museo de las Intervenciones donde se muestra entre otras cosas las diferentes banderas que ha tenido nuestro país. En este mes de febrero, en sus veinticuatro giros de la tierra, conmemoramos a nuestro lábaro patrio, signo de una mexicanidad que se sigue construyendo y muestra de orgullo donde quiera que la vemos, más cuando andas lejos de la tierra azteca.

En esta tierra del sol, quiero referirme hoy a un ejemplo de San Ignacio de Loyola en sus inigualables ejercicios espirituales donde una de sus meditaciones se titula las dos banderas. Siendo el santo español, soldado de profesión en la provincia vasca, luego de sufrir una gran herida en la toma de Pamplona, se ve obligado a recuperarse en el castillo de Loyola. Estando convaleciente, tiene la oportunidad de leer los evangelios y la vida de santos, a quienes compara con héroes de una batalla espiritual.

Así como los soldados requieren tiempo de adiestramiento para poder realizar su servicio a la patria, todo cristiano necesita prepararse para una guerra espiritual, contra enemigos físicos y celestiales (demonios), donde también hay banderas que seguir. En esta meditación el santo propone dos ejércitos, cada uno trata de imponer su bandera en el castillo por invadir (Un lenguaje muy propio de las novelas de caballería, tan famosas en el siglo XV al XVII, como el inigualable don Quijote de Saavedra).

La invitación es primero a reconocer cuál es tu bandera, aquel símbolo que cualquiera, al verlo, sepa quien reina en tu vida, en ese lugar donde tu voluntad es siempre tomada en cuenta. Esto nos lleva a un análisis personal y reconocer hasta este momento quien reina en mi vida, quién es el señor que domina mi vida.

La finalidad siempre antecede a la eficacia, es decir, el horizonte o meta que yo propongo es siempre primera en mi intención hacia donde dirijo mis pasos. Se trata pues de descubrir si en mi castillo interior la bandera refleja el reino de tinieblas, mentiras, oscuridad, deseos mal encaminados, injusticias y egoísmos, hay que derrocar esa postura para poner la bandera de la paciencia, de la paz, del amor, justicia y bondad.

En el camino férreo de cruzar murallas y soportar embates, muchos tratarán de venderte otras banderas de todos colores. Hay muchos “falsos señores” que te ofrecen felicidad si sigues sus criterios, si te unes a sus filas. Hay muchas campañas publicitarias para ofrecer una vida feliz, sin realmente poderla otorgar. Más de un saqueador, con la fuerza o pura seducción, tratará de robarte esa noble bandera, y hacerte un perdedor en medio de la lucha.

Si alguien quiere hacerte sucumbir en el camino del bien, es Satanás. Muchos han tratado de reducirlo a un mito, consiguiendo solo darle el mejor camuflaje para no ser detectado. Termino citando un fragmento del texto ignaciano en esa lucha: “La batalla entre el bien y el mal no es una batalla entre iguales… eso es lo que él quiere hacer creer… pero él siempre será una criatura… y si existe, es porque mi Padre así lo permite… eso incrementa el odio en él… saber que su sola existencia se la debe a Aquel a quien tanto aborrece… y saber que siempre estará separado de su Creador porque su ser es incapaz de amar o de sentir agradecimiento… más aún, se odia a sí mismo porque sabe que él es el único culpable de su condena…”.

POR: Leonel Larios Medina / Sacerdote católico y licenciado en comunicación social.

Ya les he compartido en otra ocasión lo interesante que fue visitar en la Ciudad de México el museo de las Intervenciones donde se muestra entre otras cosas las diferentes banderas que ha tenido nuestro país. En este mes de febrero, en sus veinticuatro giros de la tierra, conmemoramos a nuestro lábaro patrio, signo de una mexicanidad que se sigue construyendo y muestra de orgullo donde quiera que la vemos, más cuando andas lejos de la tierra azteca.

En esta tierra del sol, quiero referirme hoy a un ejemplo de San Ignacio de Loyola en sus inigualables ejercicios espirituales donde una de sus meditaciones se titula las dos banderas. Siendo el santo español, soldado de profesión en la provincia vasca, luego de sufrir una gran herida en la toma de Pamplona, se ve obligado a recuperarse en el castillo de Loyola. Estando convaleciente, tiene la oportunidad de leer los evangelios y la vida de santos, a quienes compara con héroes de una batalla espiritual.

Así como los soldados requieren tiempo de adiestramiento para poder realizar su servicio a la patria, todo cristiano necesita prepararse para una guerra espiritual, contra enemigos físicos y celestiales (demonios), donde también hay banderas que seguir. En esta meditación el santo propone dos ejércitos, cada uno trata de imponer su bandera en el castillo por invadir (Un lenguaje muy propio de las novelas de caballería, tan famosas en el siglo XV al XVII, como el inigualable don Quijote de Saavedra).

La invitación es primero a reconocer cuál es tu bandera, aquel símbolo que cualquiera, al verlo, sepa quien reina en tu vida, en ese lugar donde tu voluntad es siempre tomada en cuenta. Esto nos lleva a un análisis personal y reconocer hasta este momento quien reina en mi vida, quién es el señor que domina mi vida.

La finalidad siempre antecede a la eficacia, es decir, el horizonte o meta que yo propongo es siempre primera en mi intención hacia donde dirijo mis pasos. Se trata pues de descubrir si en mi castillo interior la bandera refleja el reino de tinieblas, mentiras, oscuridad, deseos mal encaminados, injusticias y egoísmos, hay que derrocar esa postura para poner la bandera de la paciencia, de la paz, del amor, justicia y bondad.

En el camino férreo de cruzar murallas y soportar embates, muchos tratarán de venderte otras banderas de todos colores. Hay muchos “falsos señores” que te ofrecen felicidad si sigues sus criterios, si te unes a sus filas. Hay muchas campañas publicitarias para ofrecer una vida feliz, sin realmente poderla otorgar. Más de un saqueador, con la fuerza o pura seducción, tratará de robarte esa noble bandera, y hacerte un perdedor en medio de la lucha.

Si alguien quiere hacerte sucumbir en el camino del bien, es Satanás. Muchos han tratado de reducirlo a un mito, consiguiendo solo darle el mejor camuflaje para no ser detectado. Termino citando un fragmento del texto ignaciano en esa lucha: “La batalla entre el bien y el mal no es una batalla entre iguales… eso es lo que él quiere hacer creer… pero él siempre será una criatura… y si existe, es porque mi Padre así lo permite… eso incrementa el odio en él… saber que su sola existencia se la debe a Aquel a quien tanto aborrece… y saber que siempre estará separado de su Creador porque su ser es incapaz de amar o de sentir agradecimiento… más aún, se odia a sí mismo porque sabe que él es el único culpable de su condena…”.

POR: Leonel Larios Medina / Sacerdote católico y licenciado en comunicación social.