/ sábado 9 de marzo de 2024

Entre Voces / Constitución de pozo y esperanza (Parte II)

En la primera parte de este texto expuse como la Iglesia está llamada a formar en la política a sus fieles, y a todos los hombres de buena voluntad. Sentando la base de una autonomía entre Iglesia y Estado, los creyentes están llamados a seguir sus conciencias y votar por personas coherentes a sus valores y comprometerse no solo a votar, sino a construir una comunidad política más civilizada.

La reflexión de la Constitución dogmática Gozo y esperanza del Concilio vaticano II ha sido releída una y otra vez. Franca Giansoldadati dice: “en los últimos 60 años, ha habido un aumento en la confrontación entre la Iglesia y la sociedad en un clima secularizado o anticlerical. La conflictividad se centra en problemas éticos y antropológicos relacionados con los grandes cambios en la sociedad, incluyendo la revolución de las costumbres y la igualdad de derechos.

La Iglesia ha tenido que transformarse y adaptarse a estos cambios legislativos, mientras se enfrenta a nuevos escenarios éticos en la bioética, genética, neurociencias e inteligencia artificial. Los choques en los parlamentos incluyen temas como la fecundación artificial y la selección de los embriones.

En este contexto, la Iglesia lucha por defender los que ha llamado valores no negociables, como la dignidad y el valor infinito de cada vida humana, pero encuentra dificultades en ser escuchada y se les acusa de ser oscurantista y de ejercer una injerencia intolerante en la democracia.

La iglesia describe la centralidad de Cristo en la vida de los seres humanos y la importancia de llevar el mensaje evangélico en los gobiernos y parlamentos. En el pasado, los católicos tenían un peso significativo en la vida de los individuos y en los debates culturales y políticos, pero con la secularización de la sociedad y la victoria del “sí” en los referéndums de divorcio y aborto, su influencia ha disminuido.

Ahora, la sociedad evoluciona rápidamente hacia un individualismo libertario y los derechos subjetivos están en constante expansión, como el reconocimiento de formas de familia, derecho a cambiar de identidad sexual, etc. La Iglesia intenta frenar la redefinición de la naturaleza humana a través de la tecnología y el reto más importante es el transhumanismo. La centralidad del laicado ha sido fortalecida para dar testimonio de la fe y actuar en la sociedad”.

Hace algunos años el padre Carlos Tarango decía desde el púlpito en unas de sus reflexiones que los laicos católicos son como un gigante dormido, que si despertara otra sería la sociedad.

Construir una sociedad en paz y que todos vivan dignamente, es un fin que trasciende los credos, y que nos debe llevar a sumar voluntades. No podemos dejar que unos cuantos hagan lo que les peque la gana, o que se pongan por encima de la ley. Es necesario volver a fomentar un estado de derecho, tener libertad y seguridad al caminar por calles y carreteras. Que los delincuentes no se adueñen de regiones enteras jactándose de impunidad, sino que cada uno, haciendo lo que le toca, trabaje por construir un país en paz y más justo.

No es descalificándonos o hacer referencias al pasado, para creer que eso ya nos hace mejores, es necesario una mayor conciencia política, un voto razonado, un seguimiento a los servidores públicos, de tal manera que, si no dan el ancho, la misma gente busque los mecanismos para destituirlos y no ocupen lugares de poder. Urge una sociedad con gozo y esperanza.

Leonel Larios Medina / Sacerdote católico y licenciado en comunicación social

En la primera parte de este texto expuse como la Iglesia está llamada a formar en la política a sus fieles, y a todos los hombres de buena voluntad. Sentando la base de una autonomía entre Iglesia y Estado, los creyentes están llamados a seguir sus conciencias y votar por personas coherentes a sus valores y comprometerse no solo a votar, sino a construir una comunidad política más civilizada.

La reflexión de la Constitución dogmática Gozo y esperanza del Concilio vaticano II ha sido releída una y otra vez. Franca Giansoldadati dice: “en los últimos 60 años, ha habido un aumento en la confrontación entre la Iglesia y la sociedad en un clima secularizado o anticlerical. La conflictividad se centra en problemas éticos y antropológicos relacionados con los grandes cambios en la sociedad, incluyendo la revolución de las costumbres y la igualdad de derechos.

La Iglesia ha tenido que transformarse y adaptarse a estos cambios legislativos, mientras se enfrenta a nuevos escenarios éticos en la bioética, genética, neurociencias e inteligencia artificial. Los choques en los parlamentos incluyen temas como la fecundación artificial y la selección de los embriones.

En este contexto, la Iglesia lucha por defender los que ha llamado valores no negociables, como la dignidad y el valor infinito de cada vida humana, pero encuentra dificultades en ser escuchada y se les acusa de ser oscurantista y de ejercer una injerencia intolerante en la democracia.

La iglesia describe la centralidad de Cristo en la vida de los seres humanos y la importancia de llevar el mensaje evangélico en los gobiernos y parlamentos. En el pasado, los católicos tenían un peso significativo en la vida de los individuos y en los debates culturales y políticos, pero con la secularización de la sociedad y la victoria del “sí” en los referéndums de divorcio y aborto, su influencia ha disminuido.

Ahora, la sociedad evoluciona rápidamente hacia un individualismo libertario y los derechos subjetivos están en constante expansión, como el reconocimiento de formas de familia, derecho a cambiar de identidad sexual, etc. La Iglesia intenta frenar la redefinición de la naturaleza humana a través de la tecnología y el reto más importante es el transhumanismo. La centralidad del laicado ha sido fortalecida para dar testimonio de la fe y actuar en la sociedad”.

Hace algunos años el padre Carlos Tarango decía desde el púlpito en unas de sus reflexiones que los laicos católicos son como un gigante dormido, que si despertara otra sería la sociedad.

Construir una sociedad en paz y que todos vivan dignamente, es un fin que trasciende los credos, y que nos debe llevar a sumar voluntades. No podemos dejar que unos cuantos hagan lo que les peque la gana, o que se pongan por encima de la ley. Es necesario volver a fomentar un estado de derecho, tener libertad y seguridad al caminar por calles y carreteras. Que los delincuentes no se adueñen de regiones enteras jactándose de impunidad, sino que cada uno, haciendo lo que le toca, trabaje por construir un país en paz y más justo.

No es descalificándonos o hacer referencias al pasado, para creer que eso ya nos hace mejores, es necesario una mayor conciencia política, un voto razonado, un seguimiento a los servidores públicos, de tal manera que, si no dan el ancho, la misma gente busque los mecanismos para destituirlos y no ocupen lugares de poder. Urge una sociedad con gozo y esperanza.

Leonel Larios Medina / Sacerdote católico y licenciado en comunicación social