/ sábado 10 de febrero de 2024

Entre voces / Tapando pozos

Es conocida la frase que “caído el niño se tapa el pozo”, es decir, que se actúa ya tarde cuando el mal ya está hecho. Es una consecuencia de una cultura de la no prevención, del creer que a uno no le va a pasar, lo que entra en las probabilidades, y cada vez más probable de pasar. Cuando un niño se quema, debido al abandono en su casa y los descuidos de dejar el calentón o la estufa prendidos, quizá responsabilizando al hermanito mayor de unos pocos años más. Otros casos como accidentes en hogar con cuchillos o pistolas, situaciones que tristemente parecen repetirse cada año sin hacer nada por ello.

Ahora cuando se trata de la responsabilidad ante el volante, me quiero detener un poco, ante el lamentable accidente en nuestra comunidad hace unos días. Han sido varias las ocasiones que he escuchado a padres de familia que les “urge” que sus hijos conduzcan un vehículo para que se vayan solos a la escuela y así no les quiten el tiempo para ir a llevarlos (parece que ya irse en autobús es obsoleto, degradable o una situación muy peligrosa). Las leyes son claras en cuanto a la emisión de licencias de conducir para menores.

Yo recuerdo haber obtenido mi licencia de menor a los 15 años, y además de el curso de cuatro sábados, examen de vista, y su pago correspondiente, tenía como restricción ser anual, no conducir nunca sin la presencia de un adulto como copiloto y no conducir a más de 60km/h. Cláusulas que parecen no respetarse en ningún caso. No es raro ver adolescentes de conductores, susceptibles a querer impresionar y ser presionados por el grupo a hacer cosas extrañas y para impresionar. El tema no es que en ocasiones llegue a pasar sin consentimiento de los adultos (que se hayan “robado” el carro), sino que sea promovida la irresponsabilidad por los padres o los adultos. Al ver chicos con cuatrimotos o motos sin casco ni placas, no solo es culpa de ellos, sino de los papás que compraron o avalaron la adquisición del aparato, que en muchas ocasiones se vuelven armas contra sus propios hijos o armas en movimiento para los inocentes peatones.

Nuevamente caemos en la importancia de una formación y cultura ciudadana, se traduce en respeto a leyes de tránsito y de los adultos en la instrucción y acompañamiento de los adolescentes. Necesitamos ambientes seguros en la calle, en el transporte colectivo, y evitar el sobre-proteccionismo de padres que ocasionan embotellamientos por llevar a su hijo hasta la puerta del concurrido centro escolar.

Mi oración por todos los afectados en accidentes, principalmente por los niños y sus madres que sufren, con ellos hemos de mostrar nuestra solidaridad, pero como sociedad son alertas, que lo que le pasa a tu vecino, en breve te puede pasar a ti y a los tuyos. Por eso es necesario tomar conciencia de que no son los caprichos de niños llorones o adolescentes indolentes lo que debe prevalecer, sino la razón, la cordura y la madurez, que tristemente muchos adultos no logran ofrecer. Que los chavos de los apenas cumplidos dieciocho años, den bebidas alcohólicas a menores, es reflejo de los pocos valores aprendidos en su casa, del mal ejemplo de papás o tíos borrachos, que parecen no controlar el consumo del alcohol. Es tiempo de prevenir, de perforar pozos para tener agua, y tapar los vacíos sociales que lo único que provocan es dañar a los más inocentes. Que los niños crezcan sanamente y los adultos estemos tapando pozos.

Es conocida la frase que “caído el niño se tapa el pozo”, es decir, que se actúa ya tarde cuando el mal ya está hecho. Es una consecuencia de una cultura de la no prevención, del creer que a uno no le va a pasar, lo que entra en las probabilidades, y cada vez más probable de pasar. Cuando un niño se quema, debido al abandono en su casa y los descuidos de dejar el calentón o la estufa prendidos, quizá responsabilizando al hermanito mayor de unos pocos años más. Otros casos como accidentes en hogar con cuchillos o pistolas, situaciones que tristemente parecen repetirse cada año sin hacer nada por ello.

Ahora cuando se trata de la responsabilidad ante el volante, me quiero detener un poco, ante el lamentable accidente en nuestra comunidad hace unos días. Han sido varias las ocasiones que he escuchado a padres de familia que les “urge” que sus hijos conduzcan un vehículo para que se vayan solos a la escuela y así no les quiten el tiempo para ir a llevarlos (parece que ya irse en autobús es obsoleto, degradable o una situación muy peligrosa). Las leyes son claras en cuanto a la emisión de licencias de conducir para menores.

Yo recuerdo haber obtenido mi licencia de menor a los 15 años, y además de el curso de cuatro sábados, examen de vista, y su pago correspondiente, tenía como restricción ser anual, no conducir nunca sin la presencia de un adulto como copiloto y no conducir a más de 60km/h. Cláusulas que parecen no respetarse en ningún caso. No es raro ver adolescentes de conductores, susceptibles a querer impresionar y ser presionados por el grupo a hacer cosas extrañas y para impresionar. El tema no es que en ocasiones llegue a pasar sin consentimiento de los adultos (que se hayan “robado” el carro), sino que sea promovida la irresponsabilidad por los padres o los adultos. Al ver chicos con cuatrimotos o motos sin casco ni placas, no solo es culpa de ellos, sino de los papás que compraron o avalaron la adquisición del aparato, que en muchas ocasiones se vuelven armas contra sus propios hijos o armas en movimiento para los inocentes peatones.

Nuevamente caemos en la importancia de una formación y cultura ciudadana, se traduce en respeto a leyes de tránsito y de los adultos en la instrucción y acompañamiento de los adolescentes. Necesitamos ambientes seguros en la calle, en el transporte colectivo, y evitar el sobre-proteccionismo de padres que ocasionan embotellamientos por llevar a su hijo hasta la puerta del concurrido centro escolar.

Mi oración por todos los afectados en accidentes, principalmente por los niños y sus madres que sufren, con ellos hemos de mostrar nuestra solidaridad, pero como sociedad son alertas, que lo que le pasa a tu vecino, en breve te puede pasar a ti y a los tuyos. Por eso es necesario tomar conciencia de que no son los caprichos de niños llorones o adolescentes indolentes lo que debe prevalecer, sino la razón, la cordura y la madurez, que tristemente muchos adultos no logran ofrecer. Que los chavos de los apenas cumplidos dieciocho años, den bebidas alcohólicas a menores, es reflejo de los pocos valores aprendidos en su casa, del mal ejemplo de papás o tíos borrachos, que parecen no controlar el consumo del alcohol. Es tiempo de prevenir, de perforar pozos para tener agua, y tapar los vacíos sociales que lo único que provocan es dañar a los más inocentes. Que los niños crezcan sanamente y los adultos estemos tapando pozos.