/ miércoles 18 de septiembre de 2019

¿Por qué desfilamos? 

Repetir una actividad muchas veces suele convertirse en una costumbre o en un hábito, nos parce normal entonces, que desde la posición que ocupamos cada uno en la sociedad, seamos convocados a ser partícipes del desfile que se realiza cada 16 de septiembre, inconscientemente o de forma consciente asumimos que lo hacemos en el marco de los festejos patrios, pero cuantos de nosotros nos hemos preguntado qué hay detrás de este acontecimiento, cuál es el origen y qué celebramos o pretendemos celebrar en realidad con la participación activa o pasiva en el desfile.

En principio podemos describir que el acto de desfilar: se refiere a la marcha en formación o en fila siguiendo un determinado recorrido, puede desarrollarse a pie, en caballos o en vehículos, suelen realizarse para celebrar o conmemorar algún acontecimiento. El desfile puede ser cívico cuando es desarrollado por personas o de tipo militar cuando los participantes son integrantes de las fuerzas armadas, ellos visten sus uniformes, muestran sus insignias e incluso realizan una exhibición de sus armas, también existen los desfiles cívico-militares.

El caso específico del 16 de septiembre el desfile tiene por objeto, conmemorar el inicio de la Guerra de Independencia, el cual tuvo su origen en Dolores, Guanajuato, en el año de 1810 y fue encabezada por el llamado “Padre de la Patria”, pero ¿cuáles son los antecedentes de este desfile?

Todo se remonta al 27 de septiembre de 1821, cuando se dio la histórica entrada del Ejercito Trigarante a la Ciudad de México, el contingente integrado por 16 mil jinetes y encabezado por Agustín de Iturbide, avanzó por El Paseo de la Reforma hasta llegar al Palacio Nacional, esta misma trayectoria se sigue usando en la actualidad en la Ciudad de México, emulando al Ejercito Trigarante.

El 16 de septiembre de 1896 el Presiente Porfirio Díaz, ordenó que la Campana de Dolores fuera trasladada a la Ciudad de México e instalada en el Palacio Nacional, con este pretexto ordenó también que se realizara una Parada Militar, con el objetivo de que el Ejército Federal hiciera gala de su gallardía y marcialidad. Dicho acontecimiento fue del gusto de los ciudadanos, solicitando que se repitiera al año siguiente, desde ese momento el desfile militar se convirtió en parte de los festejos patrios.

La tradición continuó solo se vio interrumpida de los años 1914 a 1916 por causas atribuibles a la Revolución Mexicana. En 1935 el Presidente Lázaro Cárdenas dio la orden, para que el desfile militar se realizara cada año de forma ininterrumpida como parte oficial de los festejos patrios, lo que hoy se ha convertido en una tradición en México y más allá de sus fronteras.

Los propósitos suelen ser diferentes, en el caso del ámbito militar el desfile sirve para que las autoridades civiles y militares pasen revista a las tropas, confirmen su lealtad al comandante supremo y se rindan honores a los elementos destacados. Para la colectividad el objetivo de la celebración es preservar el recuerdo del día en que se inició el movimiento que nos dio libertad como nación y el recuerdo de los próceres.

Quizá la reflexión deba hacerse de manera más personal, y en cortito preguntarnos qué representa para cada uno de nosotros, participar activa o pasivamente en el desfile del 16 de septiembre, si bien algunos nos daremos cuenta que solo lo hacemos por cumplir con una obligación, por repetir una tradición o bien porque es una ocasión apropiada para descansar o para divertirse más allá de un motivo específico para celebrar algo en particular.

Pero también es posible que la reflexión nos lleve a darle un sentido diferente a nuestra percepción y comprendamos que aquel 16 de septiembre de 1910, tras ser convocados por la campana de Dolores y arengados por Miguel Hidalgo y Costilla, se inició la rebelión de indígenas, criollos, mestizos, negros y de todos aquellos que fueron sometidos a una terrible injusticia social y que armados con objetos rudimentarias se convirtieron en un ejército habido de justicia y sobre todo de libertad, que no descansó hasta lograr su cometido, gracias a ello, desde ese momento nos convertimos en esa nación libre y soberana que hasta hoy somos.

POR LEONCIO DURÁN GARIBAY

leon7dg@hotmail.com


Repetir una actividad muchas veces suele convertirse en una costumbre o en un hábito, nos parce normal entonces, que desde la posición que ocupamos cada uno en la sociedad, seamos convocados a ser partícipes del desfile que se realiza cada 16 de septiembre, inconscientemente o de forma consciente asumimos que lo hacemos en el marco de los festejos patrios, pero cuantos de nosotros nos hemos preguntado qué hay detrás de este acontecimiento, cuál es el origen y qué celebramos o pretendemos celebrar en realidad con la participación activa o pasiva en el desfile.

En principio podemos describir que el acto de desfilar: se refiere a la marcha en formación o en fila siguiendo un determinado recorrido, puede desarrollarse a pie, en caballos o en vehículos, suelen realizarse para celebrar o conmemorar algún acontecimiento. El desfile puede ser cívico cuando es desarrollado por personas o de tipo militar cuando los participantes son integrantes de las fuerzas armadas, ellos visten sus uniformes, muestran sus insignias e incluso realizan una exhibición de sus armas, también existen los desfiles cívico-militares.

El caso específico del 16 de septiembre el desfile tiene por objeto, conmemorar el inicio de la Guerra de Independencia, el cual tuvo su origen en Dolores, Guanajuato, en el año de 1810 y fue encabezada por el llamado “Padre de la Patria”, pero ¿cuáles son los antecedentes de este desfile?

Todo se remonta al 27 de septiembre de 1821, cuando se dio la histórica entrada del Ejercito Trigarante a la Ciudad de México, el contingente integrado por 16 mil jinetes y encabezado por Agustín de Iturbide, avanzó por El Paseo de la Reforma hasta llegar al Palacio Nacional, esta misma trayectoria se sigue usando en la actualidad en la Ciudad de México, emulando al Ejercito Trigarante.

El 16 de septiembre de 1896 el Presiente Porfirio Díaz, ordenó que la Campana de Dolores fuera trasladada a la Ciudad de México e instalada en el Palacio Nacional, con este pretexto ordenó también que se realizara una Parada Militar, con el objetivo de que el Ejército Federal hiciera gala de su gallardía y marcialidad. Dicho acontecimiento fue del gusto de los ciudadanos, solicitando que se repitiera al año siguiente, desde ese momento el desfile militar se convirtió en parte de los festejos patrios.

La tradición continuó solo se vio interrumpida de los años 1914 a 1916 por causas atribuibles a la Revolución Mexicana. En 1935 el Presidente Lázaro Cárdenas dio la orden, para que el desfile militar se realizara cada año de forma ininterrumpida como parte oficial de los festejos patrios, lo que hoy se ha convertido en una tradición en México y más allá de sus fronteras.

Los propósitos suelen ser diferentes, en el caso del ámbito militar el desfile sirve para que las autoridades civiles y militares pasen revista a las tropas, confirmen su lealtad al comandante supremo y se rindan honores a los elementos destacados. Para la colectividad el objetivo de la celebración es preservar el recuerdo del día en que se inició el movimiento que nos dio libertad como nación y el recuerdo de los próceres.

Quizá la reflexión deba hacerse de manera más personal, y en cortito preguntarnos qué representa para cada uno de nosotros, participar activa o pasivamente en el desfile del 16 de septiembre, si bien algunos nos daremos cuenta que solo lo hacemos por cumplir con una obligación, por repetir una tradición o bien porque es una ocasión apropiada para descansar o para divertirse más allá de un motivo específico para celebrar algo en particular.

Pero también es posible que la reflexión nos lleve a darle un sentido diferente a nuestra percepción y comprendamos que aquel 16 de septiembre de 1910, tras ser convocados por la campana de Dolores y arengados por Miguel Hidalgo y Costilla, se inició la rebelión de indígenas, criollos, mestizos, negros y de todos aquellos que fueron sometidos a una terrible injusticia social y que armados con objetos rudimentarias se convirtieron en un ejército habido de justicia y sobre todo de libertad, que no descansó hasta lograr su cometido, gracias a ello, desde ese momento nos convertimos en esa nación libre y soberana que hasta hoy somos.

POR LEONCIO DURÁN GARIBAY

leon7dg@hotmail.com