/ jueves 7 de marzo de 2024

Punto Gélido / La esquina del boxeador

Y es así, ellos, los boxeadores, un buen día deciden dedicarse a esa actividad deportiva, económica, incluso de simple esparcimiento, se someten a un largo proceso de aprendizaje, de entrenamiento, a una férrea disciplina que les impone no solo el cuidado de su aspecto mental, sino muy en especial el cuidado de su físico. Se suelen aislar por largos periodos de la cotidianidad del mundo para concentrarse, ejercitarse y prepararse para enfrentar una batalla “deportiva”, ante un adversario que no representa ninguna amenaza grave, que en ocasiones ni siquiera conocen, no se disputa nada que vaya más allá del orgullo, de un ego y de una satisfacción personal, tal vez económica, el objetivo es vencer, convencer y ser el mejor, salir con la mano en alto, sin importar que el rostro y algunas partes del cuerpo se encuentren con algunas hemorragias visibles, por lo menos con moretones.

Ya en el cuadrilátero las posibilidades y la probabilidad juegan su papel, una vez que comienza el combate solo hay dos opciones, recibir o dar golpes, es ahí donde la preparación, la fortaleza y la inteligencia se ponen a prueba, durante los minutos que dura el raund todo puede suceder, un buen golpe recibido en cualquier momento te puede bajar el switch, un buen golpe acertado al rival te puede hacer acreedor a la victoria, en tanto el cansancio, los golpes recibidos y el estado emocional hacen que el boxeador regrese a su esquina al término de cada round, para recibir consejos, palabras de aliento, descansar y principalmente para tratar de curar las heridas y contener las hemorragias que pueda presentar, después de ello, con esa inyección de energía se vuelve a poner de pie y continúa con la batalla siempre en busca de la victoria, la puede alcanzar, sí, puede caer, también. Aquí lo importante es ofrecer en todo momento la mejor versión posible del boxeador que se lleva dentro, se puede caer una vez, dos, tres… pero lo que hace especial a ese guerrero es cuantas veces se puede levantar hasta alcanzar la victoria o caer con la frente en alto, con la satisfacción de haber dejado todo arriba del cuadrilátero, honrando así su pasión por el boxeo y por el deporte.

En nuestra vida como simples personas podemos encontrar alguna similitud con ellos, con los boxeadores, de alguna forma todos los días y en todo momento enfrentamos de una forma u otra una serie de batallas, unas sencillas, otras con un mayor grado de complejidad, unas de mayor riesgo o peligro, otras sin una importancia mayor, pero al fin no dejan de ser batallas, y como pasa con los boxeadores incluso en ocasiones no conocemos al enemigo; situación, circunstancia, problema o como se le quiera llamar a lo que nos enfrentamos, y entonces no queda de otra, dar o recibir en cada uno de los raund que dure el combate, al final la preparación, el esfuerzo, la inteligencia, la constancia y una serie de factores más nos harán vencedores o unos buenos combatientes. Aquí lo importante que debemos preguntarnos es: ¿a cuál esquina acudimos?, y ¿quién está en esa esquina?, para que como los boxeadores de la vida que somos, podamos descansar, recibir consejos, palabras de aliento, caricias, curar las heridas, las hemorragias, los golpes, y levantarnos una vez más para enfrentar el siguiente round que la vida nos ofrece, y levantarse tantas veces como sea necesario hasta alcanzar la victoria o caer con la frente en alto. No sé usted, pero yo pienso que en esa esquina solo puede estar alguien, lleva por nombre La Familia.

Leoncio Durán / Ingeniero Industrial

Y es así, ellos, los boxeadores, un buen día deciden dedicarse a esa actividad deportiva, económica, incluso de simple esparcimiento, se someten a un largo proceso de aprendizaje, de entrenamiento, a una férrea disciplina que les impone no solo el cuidado de su aspecto mental, sino muy en especial el cuidado de su físico. Se suelen aislar por largos periodos de la cotidianidad del mundo para concentrarse, ejercitarse y prepararse para enfrentar una batalla “deportiva”, ante un adversario que no representa ninguna amenaza grave, que en ocasiones ni siquiera conocen, no se disputa nada que vaya más allá del orgullo, de un ego y de una satisfacción personal, tal vez económica, el objetivo es vencer, convencer y ser el mejor, salir con la mano en alto, sin importar que el rostro y algunas partes del cuerpo se encuentren con algunas hemorragias visibles, por lo menos con moretones.

Ya en el cuadrilátero las posibilidades y la probabilidad juegan su papel, una vez que comienza el combate solo hay dos opciones, recibir o dar golpes, es ahí donde la preparación, la fortaleza y la inteligencia se ponen a prueba, durante los minutos que dura el raund todo puede suceder, un buen golpe recibido en cualquier momento te puede bajar el switch, un buen golpe acertado al rival te puede hacer acreedor a la victoria, en tanto el cansancio, los golpes recibidos y el estado emocional hacen que el boxeador regrese a su esquina al término de cada round, para recibir consejos, palabras de aliento, descansar y principalmente para tratar de curar las heridas y contener las hemorragias que pueda presentar, después de ello, con esa inyección de energía se vuelve a poner de pie y continúa con la batalla siempre en busca de la victoria, la puede alcanzar, sí, puede caer, también. Aquí lo importante es ofrecer en todo momento la mejor versión posible del boxeador que se lleva dentro, se puede caer una vez, dos, tres… pero lo que hace especial a ese guerrero es cuantas veces se puede levantar hasta alcanzar la victoria o caer con la frente en alto, con la satisfacción de haber dejado todo arriba del cuadrilátero, honrando así su pasión por el boxeo y por el deporte.

En nuestra vida como simples personas podemos encontrar alguna similitud con ellos, con los boxeadores, de alguna forma todos los días y en todo momento enfrentamos de una forma u otra una serie de batallas, unas sencillas, otras con un mayor grado de complejidad, unas de mayor riesgo o peligro, otras sin una importancia mayor, pero al fin no dejan de ser batallas, y como pasa con los boxeadores incluso en ocasiones no conocemos al enemigo; situación, circunstancia, problema o como se le quiera llamar a lo que nos enfrentamos, y entonces no queda de otra, dar o recibir en cada uno de los raund que dure el combate, al final la preparación, el esfuerzo, la inteligencia, la constancia y una serie de factores más nos harán vencedores o unos buenos combatientes. Aquí lo importante que debemos preguntarnos es: ¿a cuál esquina acudimos?, y ¿quién está en esa esquina?, para que como los boxeadores de la vida que somos, podamos descansar, recibir consejos, palabras de aliento, caricias, curar las heridas, las hemorragias, los golpes, y levantarnos una vez más para enfrentar el siguiente round que la vida nos ofrece, y levantarse tantas veces como sea necesario hasta alcanzar la victoria o caer con la frente en alto. No sé usted, pero yo pienso que en esa esquina solo puede estar alguien, lleva por nombre La Familia.

Leoncio Durán / Ingeniero Industrial