/ jueves 29 de febrero de 2024

Punto Gélido / 50 mil kilómetros

El auto fue un día nuevo, de esto hace ya algunos años, cuando lucía impecable; pintura, motor, llantas, todo nuevecito, ni que esperanzas de que emitiera un poquito de humo, o sonaran las carteras, el encendido estaba al llavazo, la dirección no presentaba ningún juego, la suspensión era como el más acojinado sillón de una sala, las luces brillantes como luceros a la media noche y el aceite limpiecito, transparente como el amanecer de un nuevo día, en el tablero se podía apreciar ese codiciado marcador con cero kilómetros, y como decía el gran Chavelo, o no sé quién, el auto estaba nuevecito de paquete.

Hoy el tiempo ha transcurrido, las condiciones han cambiado, el auto ha tenido que transitar por muy diversos caminos, algunos muy bien pavimentados, otros caminos algo descuidados con baches, zanjas y hasta piedras y otros de plano en pura terracería y de pilón incluso cuesta arriba. La velocidad es otro factor a considerar sin importar el tipo de camino, en ocasiones fue posible que el auto fuera manejado despacito, con toda precaución esquivando cada bache, cada piedra, cada zanja, sin forzar el motor ni el auto en lo más mínimo, pero, ahí está siempre el pero, en otras ocasiones las circunstancias han obligado a omitir todos esos cuidados y simplemente fue necesario como luego se dice, dejarle caer la chancla sobre el acelerador, sin importar que incluso el camino fuera de terracería y en las peores condiciones.

Ahora bien, el mantenimiento para el auto es un aspecto más a tomar en cuenta, y es que no siempre ha sido posible hacerlo en tiempo y de la mejor forma, los insumos en ocasiones no fueron de la mejor calidad y la mano de obra, pues es eso mano de obra y siempre es un albur, como hay los que son muy buenos, están otros que su servicio es de regular para abajo. Algo parecido sucede con el combustible, siempre te ofrecen del bueno, del regular y del peor, pero en ocasiones solo alcanza para el peor y limitado, entonces las basuras del tanque suelen alborotarse y causar daños en el sistema, en fin.

Lo cierto es que hoy el auto ha recorrido ya 50 mil kilómetros, las condiciones a simple vista parecen buenas, sin embargo, al tomarse un pequeño tiempo para observar con detalle, se puede apreciar que en principio la pintura ya luce algo quemada y presenta varios raspones producto del ajetreo diario, la carrocería tiene varias abolladuras y cuando el auto comienza a caminar es posible escuchar esa sonaja de las carteras, como si fuera pandero en manos de un buen músico. El que sí de plano se puede apreciar a la distancia es el chasis que ya se encuentra algo vencido, ha sido necesario hacerle algunas reparaciones. La suspensión por su parte, aquella que era como el sillón más acojinado de la sala, ahora ya se le pueden palpar los resortes y deje usted eso, la rechinadera que navegan es lo más preocupante.

Y como es de esperarse el aceite transparente aquel del motor, hoy se encuentra espeso y más bien tiende a parecer algo así como chapopote, por el escape se puede apreciar que el humo se hace presente y principalmente cuando el acelerón es fuerte, definitivamente el motor también se encuentra ya algo jalado.

Aquí lo importante es que el auto sigue funcionando, a pesar de los pequeños grandes detalles, aún está presto para ir por esos caminos; buenos, malos, regulares. Hoy en el tablero se puede apreciar ese número, 50 mil kilómetros, podemos añadirle, y contando, quizás el auto ya no pueda ir a gran velocidad, el tiempo ha cobrado su factura, pero si puede ir a un pasito que dure, aún y cuando rechine y eche algo de humo.

Leoncio Durán Garibay / Ingeniero Industrial

El auto fue un día nuevo, de esto hace ya algunos años, cuando lucía impecable; pintura, motor, llantas, todo nuevecito, ni que esperanzas de que emitiera un poquito de humo, o sonaran las carteras, el encendido estaba al llavazo, la dirección no presentaba ningún juego, la suspensión era como el más acojinado sillón de una sala, las luces brillantes como luceros a la media noche y el aceite limpiecito, transparente como el amanecer de un nuevo día, en el tablero se podía apreciar ese codiciado marcador con cero kilómetros, y como decía el gran Chavelo, o no sé quién, el auto estaba nuevecito de paquete.

Hoy el tiempo ha transcurrido, las condiciones han cambiado, el auto ha tenido que transitar por muy diversos caminos, algunos muy bien pavimentados, otros caminos algo descuidados con baches, zanjas y hasta piedras y otros de plano en pura terracería y de pilón incluso cuesta arriba. La velocidad es otro factor a considerar sin importar el tipo de camino, en ocasiones fue posible que el auto fuera manejado despacito, con toda precaución esquivando cada bache, cada piedra, cada zanja, sin forzar el motor ni el auto en lo más mínimo, pero, ahí está siempre el pero, en otras ocasiones las circunstancias han obligado a omitir todos esos cuidados y simplemente fue necesario como luego se dice, dejarle caer la chancla sobre el acelerador, sin importar que incluso el camino fuera de terracería y en las peores condiciones.

Ahora bien, el mantenimiento para el auto es un aspecto más a tomar en cuenta, y es que no siempre ha sido posible hacerlo en tiempo y de la mejor forma, los insumos en ocasiones no fueron de la mejor calidad y la mano de obra, pues es eso mano de obra y siempre es un albur, como hay los que son muy buenos, están otros que su servicio es de regular para abajo. Algo parecido sucede con el combustible, siempre te ofrecen del bueno, del regular y del peor, pero en ocasiones solo alcanza para el peor y limitado, entonces las basuras del tanque suelen alborotarse y causar daños en el sistema, en fin.

Lo cierto es que hoy el auto ha recorrido ya 50 mil kilómetros, las condiciones a simple vista parecen buenas, sin embargo, al tomarse un pequeño tiempo para observar con detalle, se puede apreciar que en principio la pintura ya luce algo quemada y presenta varios raspones producto del ajetreo diario, la carrocería tiene varias abolladuras y cuando el auto comienza a caminar es posible escuchar esa sonaja de las carteras, como si fuera pandero en manos de un buen músico. El que sí de plano se puede apreciar a la distancia es el chasis que ya se encuentra algo vencido, ha sido necesario hacerle algunas reparaciones. La suspensión por su parte, aquella que era como el sillón más acojinado de la sala, ahora ya se le pueden palpar los resortes y deje usted eso, la rechinadera que navegan es lo más preocupante.

Y como es de esperarse el aceite transparente aquel del motor, hoy se encuentra espeso y más bien tiende a parecer algo así como chapopote, por el escape se puede apreciar que el humo se hace presente y principalmente cuando el acelerón es fuerte, definitivamente el motor también se encuentra ya algo jalado.

Aquí lo importante es que el auto sigue funcionando, a pesar de los pequeños grandes detalles, aún está presto para ir por esos caminos; buenos, malos, regulares. Hoy en el tablero se puede apreciar ese número, 50 mil kilómetros, podemos añadirle, y contando, quizás el auto ya no pueda ir a gran velocidad, el tiempo ha cobrado su factura, pero si puede ir a un pasito que dure, aún y cuando rechine y eche algo de humo.

Leoncio Durán Garibay / Ingeniero Industrial