/ jueves 15 de febrero de 2024

Punto Gélido | Te digo ¡Te quiero!

Te digo ¡te quiero! y hay ocasiones que no sé porque lo digo, será tal vez por esa extraña costumbre de compartir la vida por tanto tiempo, o por esa empatía que sin querer hemos encontrado a la vera del camino, no sé. Es probable que el brillo de tus ojos, espejos del alma, tengan algo que ver, decir o sentir, o el que me hayas tomado de la mano hoy, ayer y un montón de veces y al sentir, tan solo al sentir tu mano me invitaste a caminar juntos, aún a pesar de los tropiezos, de los baches y de los valles oscuros, no lo sé.

Te digo ¡te quiero!, y siento que algo bonito pasa en mi ser, una hermosas sensación recorre mi cuerpo, la alegría se convierte en esa energía que me impulsa a hacer cosas distintas o cotidianas si así se quiere, lo importante es eso, el deseo de hacer por ti, por mí, por nosotros y de pronto bailar a la luz de la luna, reír bajo los rayos del sol o caminar por la pradera y bajo la sombra de un árbol simplemente contemplarnos, sentir la presencia, disfrutar el momento y decirnos tantas cosas bajo el misterio del silencio.

Te digo ¡te quiero! y veo tu reflejo en el espejo, y te contemplo así sin filtros, sin sombras, sin complejos, disfruto del brillo de tu presencia, de la esencia de tu ser, de la luz de tu cuerpo. Y son esos juegos extraños, esas mariposas inquietas, esa adrenalina que experimento al sentirte cerca de mí cuerpo, de mí alma, te hablo con señas, con pensamientos, con palabras y al final sé que me escuchas, que me entiendes, que me aceptas, terminó comprendiendo que me reflejo en ti y que ese espejo no existe, que el espejo simplemente eres tú.

Te digo ¡te quiero! y hay ocasiones que mis labios no pronuncian una sola palabra, aun así, te digo ¡te quiero!, y es que tú me inspiras para decir lo que pienso, a hacer lo que siento y a disfrutar lo que quiero, así, simplemente así, sin complejos, sin remordimientos, sin intereses obscuros, las emociones fluyen como el agua que baja de la montaña; cristalina, fresca, pura, no encuentra obstáculos que la detengan, simplemente fluye, así es el amor, simplemente fluye cuando es sincero.

Te digo ¡te quiero! y es el eco el que me suele responder al compás de mis palabras, porque es una afirmación y no una pregunta la que hago, y me lleno de tu presencia, de tu voz, de tu aliento, y me alimento de tus sonrisas, con la luz de tus ojos, con la miel de tus besos, y sueño despierto, duermo y sueño contigo, es esta locura la que enciende mis emociones, la que inspira las pasiones, la que da sentido a mi vida.

Te digo ¡te quiero! y aun no lo entiendo, en verdad no entiendo porque te lo digo, pero, ¡te quiero! y eso es lo que siento, es lo que en verdad importa. Doy gracias por tu presencia, por tu ausencia, por ser y por estar, te digo ¡te quiero!, será porque tú también así lo has querido, porque así lo hemos decidido.

Te digo ¡te quiero! y no sé porque lo digo, pero tú me inspiras a hacerlo, gracias por este dulce veneno, por esta luz en el horizonte, por este amor que nos mantiene unidos.

Leoncio Durán Garibay / Ingeniero Industrial

Te digo ¡te quiero! y hay ocasiones que no sé porque lo digo, será tal vez por esa extraña costumbre de compartir la vida por tanto tiempo, o por esa empatía que sin querer hemos encontrado a la vera del camino, no sé. Es probable que el brillo de tus ojos, espejos del alma, tengan algo que ver, decir o sentir, o el que me hayas tomado de la mano hoy, ayer y un montón de veces y al sentir, tan solo al sentir tu mano me invitaste a caminar juntos, aún a pesar de los tropiezos, de los baches y de los valles oscuros, no lo sé.

Te digo ¡te quiero!, y siento que algo bonito pasa en mi ser, una hermosas sensación recorre mi cuerpo, la alegría se convierte en esa energía que me impulsa a hacer cosas distintas o cotidianas si así se quiere, lo importante es eso, el deseo de hacer por ti, por mí, por nosotros y de pronto bailar a la luz de la luna, reír bajo los rayos del sol o caminar por la pradera y bajo la sombra de un árbol simplemente contemplarnos, sentir la presencia, disfrutar el momento y decirnos tantas cosas bajo el misterio del silencio.

Te digo ¡te quiero! y veo tu reflejo en el espejo, y te contemplo así sin filtros, sin sombras, sin complejos, disfruto del brillo de tu presencia, de la esencia de tu ser, de la luz de tu cuerpo. Y son esos juegos extraños, esas mariposas inquietas, esa adrenalina que experimento al sentirte cerca de mí cuerpo, de mí alma, te hablo con señas, con pensamientos, con palabras y al final sé que me escuchas, que me entiendes, que me aceptas, terminó comprendiendo que me reflejo en ti y que ese espejo no existe, que el espejo simplemente eres tú.

Te digo ¡te quiero! y hay ocasiones que mis labios no pronuncian una sola palabra, aun así, te digo ¡te quiero!, y es que tú me inspiras para decir lo que pienso, a hacer lo que siento y a disfrutar lo que quiero, así, simplemente así, sin complejos, sin remordimientos, sin intereses obscuros, las emociones fluyen como el agua que baja de la montaña; cristalina, fresca, pura, no encuentra obstáculos que la detengan, simplemente fluye, así es el amor, simplemente fluye cuando es sincero.

Te digo ¡te quiero! y es el eco el que me suele responder al compás de mis palabras, porque es una afirmación y no una pregunta la que hago, y me lleno de tu presencia, de tu voz, de tu aliento, y me alimento de tus sonrisas, con la luz de tus ojos, con la miel de tus besos, y sueño despierto, duermo y sueño contigo, es esta locura la que enciende mis emociones, la que inspira las pasiones, la que da sentido a mi vida.

Te digo ¡te quiero! y aun no lo entiendo, en verdad no entiendo porque te lo digo, pero, ¡te quiero! y eso es lo que siento, es lo que en verdad importa. Doy gracias por tu presencia, por tu ausencia, por ser y por estar, te digo ¡te quiero!, será porque tú también así lo has querido, porque así lo hemos decidido.

Te digo ¡te quiero! y no sé porque lo digo, pero tú me inspiras a hacerlo, gracias por este dulce veneno, por esta luz en el horizonte, por este amor que nos mantiene unidos.

Leoncio Durán Garibay / Ingeniero Industrial