/ jueves 8 de febrero de 2024

Punto Gélido | El Huerto de los Cerezos

El huerto se encuentra en flor, las ilusiones divagan vigorosas en medio de un racimo de sentimientos, las miradas son perlas embrujadas donde se refleja la pasión, y esos labios pálidos son la flor, la flor de los cerezos.

El misterio de los aromas enciende en un suspiro el instinto hasta ahora dormido, de ese adolescente precoz que quiere dejar de ser niño. Despierta el deseo maduro de ese viejo, de ese viejo que mucho ha vivido a la sombra de aquellos, de aquellos hermosos cerezos.

El brillo de las emociones ilumina el encantado espacio, las mariposas embriagadas de pasión, abren sus vistosas alas y se dejan llevar no por la razón, sí, en cambio, por el rojo, por el rojo intenso de los cerezos.

Danzan los suspiros entrelazados con el misterio de ese dulce veneno, vibra el suave palpitar de los corazones, los rayos del sol, son hilos de oro que embellecen el infinito jardín, ese jardín donde los enamorados se entregan sin prejuicio, sin condición, sin reserva, en medio de la nada y en presencia del todo, dan paso al dulce misterio de los besos.

La luna se baña de plata en la fuente eterna del deseo, la oscuridad de la noche sigilosamente los abraza y ellos, ellos se embelesan con esa extraña sensación que algunos suelen llamar amor. Luego se toman de la mano, entrelazan sus deseos y caminan soñando despiertos en medio de ese huerto, de ese huerto fértil donde crecen los cerezos.

El color de los sueños se pinta de rosa, la vida es una aventura que se dibuja en un lienzo con mil colores, el rojo intenso es el toque final que le da la magia a esa pintura y ellos, los enamorados, son esos locos artistas que se divierten pintando, pintando con el color del amor, con el pincel de los enamorados.

El huerto de los cerezos se encuentra en flor, la rica fragancia de su fruto seduce al escéptico más empedernido, lo invita a caminar descalzo, desnudo, puro a la vera de ese camino, y contemplar el misterioso palpitar del horizonte, dejar que el perfume de sus frutos penetre en los poros del cuerpo, y llenarse de ese sabor, de ese rico sabor de los cerezos.

El huerto se encuentra en flor, es el edén donde los enamorados se contemplan, se llenan de sí, se complementan a la luz de su presencia, se abrazan, se aman, es ahí donde expresan su sentir, su pensar, sus deseos. Es el escenario donde las manifestaciones sublimes de amor encuentran un pretexto; una flor, un poema, un te quiero, Y ahí sentados, tomados de la mano y mirándose a los ojos, simplemente dejan que las teclas del tiempo toquen al ritmo del latir de los corazón.

Ahí en el huerto del mes de febrero, los enamorados danzan, juegan, se encuentran, sacian su sed con el vino maduro de sus besos, dejan que el tiempo se detenga, que el mundo gire, que la pasión haga erupción, y mientras se contemplan a la luz del amor, ellos caminan tomados de la mano, en el eterno huerto de los cerezos, que hoy, que hoy se encuentran en flor.

Por Leoncio Durán Garibay | Ingeniero Industrial

El huerto se encuentra en flor, las ilusiones divagan vigorosas en medio de un racimo de sentimientos, las miradas son perlas embrujadas donde se refleja la pasión, y esos labios pálidos son la flor, la flor de los cerezos.

El misterio de los aromas enciende en un suspiro el instinto hasta ahora dormido, de ese adolescente precoz que quiere dejar de ser niño. Despierta el deseo maduro de ese viejo, de ese viejo que mucho ha vivido a la sombra de aquellos, de aquellos hermosos cerezos.

El brillo de las emociones ilumina el encantado espacio, las mariposas embriagadas de pasión, abren sus vistosas alas y se dejan llevar no por la razón, sí, en cambio, por el rojo, por el rojo intenso de los cerezos.

Danzan los suspiros entrelazados con el misterio de ese dulce veneno, vibra el suave palpitar de los corazones, los rayos del sol, son hilos de oro que embellecen el infinito jardín, ese jardín donde los enamorados se entregan sin prejuicio, sin condición, sin reserva, en medio de la nada y en presencia del todo, dan paso al dulce misterio de los besos.

La luna se baña de plata en la fuente eterna del deseo, la oscuridad de la noche sigilosamente los abraza y ellos, ellos se embelesan con esa extraña sensación que algunos suelen llamar amor. Luego se toman de la mano, entrelazan sus deseos y caminan soñando despiertos en medio de ese huerto, de ese huerto fértil donde crecen los cerezos.

El color de los sueños se pinta de rosa, la vida es una aventura que se dibuja en un lienzo con mil colores, el rojo intenso es el toque final que le da la magia a esa pintura y ellos, los enamorados, son esos locos artistas que se divierten pintando, pintando con el color del amor, con el pincel de los enamorados.

El huerto de los cerezos se encuentra en flor, la rica fragancia de su fruto seduce al escéptico más empedernido, lo invita a caminar descalzo, desnudo, puro a la vera de ese camino, y contemplar el misterioso palpitar del horizonte, dejar que el perfume de sus frutos penetre en los poros del cuerpo, y llenarse de ese sabor, de ese rico sabor de los cerezos.

El huerto se encuentra en flor, es el edén donde los enamorados se contemplan, se llenan de sí, se complementan a la luz de su presencia, se abrazan, se aman, es ahí donde expresan su sentir, su pensar, sus deseos. Es el escenario donde las manifestaciones sublimes de amor encuentran un pretexto; una flor, un poema, un te quiero, Y ahí sentados, tomados de la mano y mirándose a los ojos, simplemente dejan que las teclas del tiempo toquen al ritmo del latir de los corazón.

Ahí en el huerto del mes de febrero, los enamorados danzan, juegan, se encuentran, sacian su sed con el vino maduro de sus besos, dejan que el tiempo se detenga, que el mundo gire, que la pasión haga erupción, y mientras se contemplan a la luz del amor, ellos caminan tomados de la mano, en el eterno huerto de los cerezos, que hoy, que hoy se encuentran en flor.

Por Leoncio Durán Garibay | Ingeniero Industrial