/ sábado 4 de diciembre de 2021

Entre voces | Salvados todos mis amigos

Sin caer en nostalgias de mi infancia, recuerdo un juego “callejero” donde el niño designado para tomar un bote lanzado, al regresar a la casa (home) tenía que ir descubriendo donde se escondían los demás niños y evitar que alguien llegara a la casa a tocar tres veces el bote y salvar a todos sus amigos. ¿Por qué refiero la dinámica de este juego? Parece que el miedo por la variante Ómicron del coronavirus y la desigualdad en el mundo en la distribución en las vacunas reflejan un poco esto.

Los países ricos piden se pongan la tercera dosis para fortalecer la inmunidad, mientras que en los países más pobres ni el 10% tiene la primera dosis. China se presenta como la potencia samaritana ofreciendo mil millones de vacunas para África, queriendo salvar al mundo y presentarse como el Gigante asiático, que le da clases a occidente.

El presidente de la Organización Mundial de la salud, invita a la población mundial a extremar cautela, no caer en pánico, pero denuncia esta desigual distribución de la vacuna. Nada podrá contener las variantes del virus si la totalidad de personas en el mundo no está vacunada. Los cierres de frontera, cualquier medida de contención será evadida por el microscópico virus, teniendo que ayudar a los países más pobres y no mirar solo a los intereses al interno de las naciones.

¿Qué nos dice este anuncio? La pandemia, como nunca, nos ha mostrado al Aldea Global que somos. No solo por las comunicaciones tan inmediatas a través de un celular, sino la rapidez con que una noticia y un virus puede llegar a todo el mundo. La globalización, tomando la definición de Ulrich Beck son “procesos que tienen como consecuencia que actores transnacionales se introduzcan en las capacidades del poder, en las orientaciones, identidades y redes de los Estados nacionales y de su soberanía y pasen a través de ellas”. Si el problema no es solo interno a un país, sino que afecta a todos como el sobrecalentamiento global, la migración y la pobreza, las soluciones tendrán que ser también con la suma de voluntades y no solo de un país que mueva el bote y quiera salvarlos a todos.

No me extraña que muchos países tratándose de economía, de buscar mano de obra barata, evadir impuestos y vender en línea a todo el mundo, aprovechen esta red mundial. Sin embargo, cuando se trata de ser generosos, de perdonar deudas, compartir tecnologías, liberar patentes de medicinas o apoyar con dosis de vacunas, resulta que “primero son mis dientes que mis parientes”. Estamos siendo testigos de un mundo egoísta y poco solidario. Es más, ni si quiera llamamos amigo al migrante, al enfermo, al “desechado social”, si negamos que un embrión humano sea persona ¿Qué nos falta para negar o cerrar los ojos ante el dolor humano más allá de mis fronteras y cultura?

La emergencia sanitaria, como crisis, nos dará la oportunidad de salir mejores de como entramos a ella. ¿Qué estamos haciendo para aprender? ¿Qué actitudes positivas concretas podemos potenciar? ¿Cómo ser más solidarios? Son preguntas que me hago en primera persona y les comparto. La solución está en cada uno de nosotros, en la capacidad de ser más solidarios y eligiendo a representantes sociales que no miren solo a intereses particulares, sino al bien común. Cada uno podemos pensar en los demás como amigos potenciales y cada uno con el bote de su voluntad en la mano pueda decir: uno, dos, tres; salvados todos mis amigos.

Pbro. Lic. Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social.

Sin caer en nostalgias de mi infancia, recuerdo un juego “callejero” donde el niño designado para tomar un bote lanzado, al regresar a la casa (home) tenía que ir descubriendo donde se escondían los demás niños y evitar que alguien llegara a la casa a tocar tres veces el bote y salvar a todos sus amigos. ¿Por qué refiero la dinámica de este juego? Parece que el miedo por la variante Ómicron del coronavirus y la desigualdad en el mundo en la distribución en las vacunas reflejan un poco esto.

Los países ricos piden se pongan la tercera dosis para fortalecer la inmunidad, mientras que en los países más pobres ni el 10% tiene la primera dosis. China se presenta como la potencia samaritana ofreciendo mil millones de vacunas para África, queriendo salvar al mundo y presentarse como el Gigante asiático, que le da clases a occidente.

El presidente de la Organización Mundial de la salud, invita a la población mundial a extremar cautela, no caer en pánico, pero denuncia esta desigual distribución de la vacuna. Nada podrá contener las variantes del virus si la totalidad de personas en el mundo no está vacunada. Los cierres de frontera, cualquier medida de contención será evadida por el microscópico virus, teniendo que ayudar a los países más pobres y no mirar solo a los intereses al interno de las naciones.

¿Qué nos dice este anuncio? La pandemia, como nunca, nos ha mostrado al Aldea Global que somos. No solo por las comunicaciones tan inmediatas a través de un celular, sino la rapidez con que una noticia y un virus puede llegar a todo el mundo. La globalización, tomando la definición de Ulrich Beck son “procesos que tienen como consecuencia que actores transnacionales se introduzcan en las capacidades del poder, en las orientaciones, identidades y redes de los Estados nacionales y de su soberanía y pasen a través de ellas”. Si el problema no es solo interno a un país, sino que afecta a todos como el sobrecalentamiento global, la migración y la pobreza, las soluciones tendrán que ser también con la suma de voluntades y no solo de un país que mueva el bote y quiera salvarlos a todos.

No me extraña que muchos países tratándose de economía, de buscar mano de obra barata, evadir impuestos y vender en línea a todo el mundo, aprovechen esta red mundial. Sin embargo, cuando se trata de ser generosos, de perdonar deudas, compartir tecnologías, liberar patentes de medicinas o apoyar con dosis de vacunas, resulta que “primero son mis dientes que mis parientes”. Estamos siendo testigos de un mundo egoísta y poco solidario. Es más, ni si quiera llamamos amigo al migrante, al enfermo, al “desechado social”, si negamos que un embrión humano sea persona ¿Qué nos falta para negar o cerrar los ojos ante el dolor humano más allá de mis fronteras y cultura?

La emergencia sanitaria, como crisis, nos dará la oportunidad de salir mejores de como entramos a ella. ¿Qué estamos haciendo para aprender? ¿Qué actitudes positivas concretas podemos potenciar? ¿Cómo ser más solidarios? Son preguntas que me hago en primera persona y les comparto. La solución está en cada uno de nosotros, en la capacidad de ser más solidarios y eligiendo a representantes sociales que no miren solo a intereses particulares, sino al bien común. Cada uno podemos pensar en los demás como amigos potenciales y cada uno con el bote de su voluntad en la mano pueda decir: uno, dos, tres; salvados todos mis amigos.

Pbro. Lic. Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social.