/ jueves 9 de junio de 2022

Punto Gélido | Tiempo de Graduarnos

Los libros y los cuadernos se cierran por un momento, las mochilas tal vez olvidadas en un rincón. Las butacas se quedan solas, pero llenas de esas experiencias que cada alumno vivió mientras el mundo del saber pasaba frente a cada uno de ellos, es probable que en poco tiempo estén cubiertas de polvo, polvo que se convertirá en el celoso guardián de esas sonrisas, de esos momentos tensos en medio de un examen, de esas miradas que despertaban ilusiones en el corazón, de cada uno de esos secretos únicos que hoy son experiencias. Los salones son hoy espacios vacíos que comienzan a extrañar esos murmullos interminables que les daban vida, ese calor único que solo el ser humano es capaz de dar. Cada pasillo hoy permea nostalgia por esas miradas, por esa alegría incomparable, por esos sueños que se comienzan a abrazar en la realidad. La escuela en su conjunto comienza a extrañar a sus inquietos y visionarios inquilinos de ocasión, ellos han levantado la vista y han puesto sus ojos en otro destino; ley natural de vida, de crecimiento, de superación. Se van y con ellos se llevan ese tatuaje permanente que fue grabado con cada experiencia, con cada aprendizaje, con cada actividad realizada, con el cariño y el entusiasmo que cada maestro dedicó a ellos. El testimonio de esta experiencia de vida, de educación, queda sellado con una ceremonia solemne de graduación, donde un documento le da la formalidad y el punto final.

Ellos, los alumnos, han sido nutridos con las vitaminas del conocimiento, su crecimiento no solo físico, sino emocional, personal y principalmente intelectual es una realidad; ha sido mucho el esfuerzo, la dedicación, la constancia; desde esas desmañanadas interminables pasadas por frío, lluvia, aire, incluso calor, y qué decir de las prisas para llegar a tiempo en medio del interminable tráfico, donde la puntualidad se convirtió en un buen hábito, a un a costa del clásico ¡apúrate papá!, ¡apúrate mamá!, hasta esas horas que se llegaban a hacer eternas cuando una materia no era agradable del todo. Fue mucho el tiempo invertido para realizar las tareas, trabajos en equipo, diversas actividades que implican desvelos, cansancio, desesperación, enojo, lágrimas, gasto económico, pero también satisfacción, convivencia y aprendizaje.

Hoy el reconocimiento es deseado, merecido, justo, incluso hasta necesario, porque no todos fueron valientes, aplicados, constantes, y algunos hasta por pereza se quedaron en el camino. Es el momento de sentirse orgulloso, de sentirnos orgullosos de ti que hoy concluyes esta etapa académica, confiamos en tu crecimiento, en tu sabiduría, en tu dedicación, sabemos que hoy eres una mejor persona, una o un mejor ciudadano, el esfuerzo ha valido la pena, seguros estamos que lo mejor está por venir.

Sin embargo, existen otros actores que son partícipes directos e indirectos en la consecución de un logro académico, y que generalmente están en el entorno cercano del estudiante, y aquí hablamos desde un tutor, la familia y esencialmente los padres. Analicemos en primera instancia el papel central que desempeña una madre de familia en ese proceso, desde esa sencilla palabra de aliento y motivación, hasta esa llamada fuerte de atención, que en ocasiones tomó tintes de exigencia. Desde esa invisible tarea de proveer una porción de alimento, hasta convertirse en psicóloga, enfermera, chofer, maestra, proveedora, abogada y múltiples disciplinas más, actividades realizadas siempre con amor, para brindarle al estudiante los elementos necesarios para su eficaz desempeño. El papel del padre de familia no es muy diferente, incluso es complementario.

El estudiante ha recibido una calificación aprobatoria, lo cual le merece un reconocimiento, un certificado, un título en medio de una ceremonia de graduación. Hoy las preguntas son: ¿qué calificación le otorgas a tu familia?, ¿qué calificación le ofreces a tus padres en este tiempo de graduación?, tal vez ellos también se gradúan hoy.


Leoncio Durán Garibay | Ingeniero Industrial

Los libros y los cuadernos se cierran por un momento, las mochilas tal vez olvidadas en un rincón. Las butacas se quedan solas, pero llenas de esas experiencias que cada alumno vivió mientras el mundo del saber pasaba frente a cada uno de ellos, es probable que en poco tiempo estén cubiertas de polvo, polvo que se convertirá en el celoso guardián de esas sonrisas, de esos momentos tensos en medio de un examen, de esas miradas que despertaban ilusiones en el corazón, de cada uno de esos secretos únicos que hoy son experiencias. Los salones son hoy espacios vacíos que comienzan a extrañar esos murmullos interminables que les daban vida, ese calor único que solo el ser humano es capaz de dar. Cada pasillo hoy permea nostalgia por esas miradas, por esa alegría incomparable, por esos sueños que se comienzan a abrazar en la realidad. La escuela en su conjunto comienza a extrañar a sus inquietos y visionarios inquilinos de ocasión, ellos han levantado la vista y han puesto sus ojos en otro destino; ley natural de vida, de crecimiento, de superación. Se van y con ellos se llevan ese tatuaje permanente que fue grabado con cada experiencia, con cada aprendizaje, con cada actividad realizada, con el cariño y el entusiasmo que cada maestro dedicó a ellos. El testimonio de esta experiencia de vida, de educación, queda sellado con una ceremonia solemne de graduación, donde un documento le da la formalidad y el punto final.

Ellos, los alumnos, han sido nutridos con las vitaminas del conocimiento, su crecimiento no solo físico, sino emocional, personal y principalmente intelectual es una realidad; ha sido mucho el esfuerzo, la dedicación, la constancia; desde esas desmañanadas interminables pasadas por frío, lluvia, aire, incluso calor, y qué decir de las prisas para llegar a tiempo en medio del interminable tráfico, donde la puntualidad se convirtió en un buen hábito, a un a costa del clásico ¡apúrate papá!, ¡apúrate mamá!, hasta esas horas que se llegaban a hacer eternas cuando una materia no era agradable del todo. Fue mucho el tiempo invertido para realizar las tareas, trabajos en equipo, diversas actividades que implican desvelos, cansancio, desesperación, enojo, lágrimas, gasto económico, pero también satisfacción, convivencia y aprendizaje.

Hoy el reconocimiento es deseado, merecido, justo, incluso hasta necesario, porque no todos fueron valientes, aplicados, constantes, y algunos hasta por pereza se quedaron en el camino. Es el momento de sentirse orgulloso, de sentirnos orgullosos de ti que hoy concluyes esta etapa académica, confiamos en tu crecimiento, en tu sabiduría, en tu dedicación, sabemos que hoy eres una mejor persona, una o un mejor ciudadano, el esfuerzo ha valido la pena, seguros estamos que lo mejor está por venir.

Sin embargo, existen otros actores que son partícipes directos e indirectos en la consecución de un logro académico, y que generalmente están en el entorno cercano del estudiante, y aquí hablamos desde un tutor, la familia y esencialmente los padres. Analicemos en primera instancia el papel central que desempeña una madre de familia en ese proceso, desde esa sencilla palabra de aliento y motivación, hasta esa llamada fuerte de atención, que en ocasiones tomó tintes de exigencia. Desde esa invisible tarea de proveer una porción de alimento, hasta convertirse en psicóloga, enfermera, chofer, maestra, proveedora, abogada y múltiples disciplinas más, actividades realizadas siempre con amor, para brindarle al estudiante los elementos necesarios para su eficaz desempeño. El papel del padre de familia no es muy diferente, incluso es complementario.

El estudiante ha recibido una calificación aprobatoria, lo cual le merece un reconocimiento, un certificado, un título en medio de una ceremonia de graduación. Hoy las preguntas son: ¿qué calificación le otorgas a tu familia?, ¿qué calificación le ofreces a tus padres en este tiempo de graduación?, tal vez ellos también se gradúan hoy.


Leoncio Durán Garibay | Ingeniero Industrial