/ jueves 26 de mayo de 2022

Punto Gélido | De Oficio Bolero

Ellos son un elemento importante de esa estampa tradicional en México, el oficio de bolero forma parte de la cultura urbana, lo mismo de esos pueblos tintos en polvo, donde el trabajo minero o la agricultura son el eje central, que de esas ciudades vanguardistas y progresistas donde la selva de asfalto, no logra evitar que el calzado sufra pequeñas o grandes afectaciones. La imagen del bolero es parte infaltable en ese paisaje cotidiano que se dibuja en las calles, en las plazas y hasta en esos rincones pintorescos que suelen lucir llenos de nostalgia, de historia, de costumbres, ahí, es siempre posible encontrar esas tradicionales casetas, donde el polvo se convierte en brillo. También están aquellos boleros que con su cajón en mano, recorren cada punto de la ciudad, sin dejar de pronunciar esa típica frase, “grasa joven”.

Pero su oficio es tan importante, que suelen estar presentes en escenarios donde el lujo y el glamur son la constante, además en esos edificios de gobierno donde el servicio público y desde luego la política, exigen etiqueta, y podemos seguir mencionando más lugares y espacios pero como dice el buen Ciri, quien ha desempeñado el noble oficio durante 50 años, “el bolero es universal”, lo mismo se le da servicio a propios que a extraños. Y no importa si son obreros, campesinos, empleados, doctores, maestros, licenciados, ingenieros, políticos, estudiantes y más.

Cada bolero es dueño de su propio ritual, no hay reglas establecidas, los ingredientes para prestar el servicio suelen ser sencillos pero a la vez muy importantes; se le pone cariño, amor, constancia y esfuerzo, dice don José en su testimonio de 40 años de servicio, quien añade, más que el trabajo, es el trato a las personas, ser amable, eso hace que siempre regresen y nos recomienden, además, una buena conversación es indispensable, ofrecer un libro, una revista, el periódico, y concluye diciendo, siempre es un honor servir a tanta gente.

Y es que un bolero es un artista del lustrado, es un oficio que rinde homenaje al esplendor del calzado; un buen kit de materiales, cepillos que danzan al ritmo del swing, pinceles que se mueven con magistral precisión, fórmulas mágicas de abrillantadores, dedos y manos casi siempre salpicadas de grasa, de tinta. Trapos y franelas que extraen el brillo en medio de ese clásico “rechinar de limpio”. Y es que el calzado nunca lucirá más limpio y radiante que después de una buena boleada, acción que satisface el buen gusto, del buen vestir de esas mujeres y hombres que valoran la imagen de su persona.

Desde la percepción de ser un oficio humilde, pero que sin embargo, como dice don Felipe quien presume 40 años de experiencia en el ramo, soy pobre gracias a Dios, pero muy orgulloso de este oficio de ser bolero. Y es que son ellos, los boleros, una especie de psicólogos sociales, un termómetro que mide el pulso de la comunidad, ellos saben, ellos escuchan, y ellos platican sin ningún problema de política, de deporte, de cultura, de historia y más, incluso de aquellos obscuros secretos que encierran amores, pasiones y hasta infidelidades de diversos personajes. Ellos son capaces de escuchar, aconsejar y reconfortar, la vida les ha dado una formación que han acrecentado gracias a su vocación, no son pocos los personajes que acuden a ellos, no solo para bolear su calzado, sino para charlar de diversos temas de interés.

Hoy el oficio pareciera estar en peligro de extinción, las causas son muchas. Por eso estas palabras para reconocer a esos extraordinarios prestadores de servicio, que por medio de su trabajo hacen que nuestro calzado brille, pero también nuestra autoestima.

¡Gracias siempre por este su oficio estimados boleros!

24 de mayo se conmemora el Día del Bolero en México.


Leoncio Durán Garibay | Ingeniero Industrial

Ellos son un elemento importante de esa estampa tradicional en México, el oficio de bolero forma parte de la cultura urbana, lo mismo de esos pueblos tintos en polvo, donde el trabajo minero o la agricultura son el eje central, que de esas ciudades vanguardistas y progresistas donde la selva de asfalto, no logra evitar que el calzado sufra pequeñas o grandes afectaciones. La imagen del bolero es parte infaltable en ese paisaje cotidiano que se dibuja en las calles, en las plazas y hasta en esos rincones pintorescos que suelen lucir llenos de nostalgia, de historia, de costumbres, ahí, es siempre posible encontrar esas tradicionales casetas, donde el polvo se convierte en brillo. También están aquellos boleros que con su cajón en mano, recorren cada punto de la ciudad, sin dejar de pronunciar esa típica frase, “grasa joven”.

Pero su oficio es tan importante, que suelen estar presentes en escenarios donde el lujo y el glamur son la constante, además en esos edificios de gobierno donde el servicio público y desde luego la política, exigen etiqueta, y podemos seguir mencionando más lugares y espacios pero como dice el buen Ciri, quien ha desempeñado el noble oficio durante 50 años, “el bolero es universal”, lo mismo se le da servicio a propios que a extraños. Y no importa si son obreros, campesinos, empleados, doctores, maestros, licenciados, ingenieros, políticos, estudiantes y más.

Cada bolero es dueño de su propio ritual, no hay reglas establecidas, los ingredientes para prestar el servicio suelen ser sencillos pero a la vez muy importantes; se le pone cariño, amor, constancia y esfuerzo, dice don José en su testimonio de 40 años de servicio, quien añade, más que el trabajo, es el trato a las personas, ser amable, eso hace que siempre regresen y nos recomienden, además, una buena conversación es indispensable, ofrecer un libro, una revista, el periódico, y concluye diciendo, siempre es un honor servir a tanta gente.

Y es que un bolero es un artista del lustrado, es un oficio que rinde homenaje al esplendor del calzado; un buen kit de materiales, cepillos que danzan al ritmo del swing, pinceles que se mueven con magistral precisión, fórmulas mágicas de abrillantadores, dedos y manos casi siempre salpicadas de grasa, de tinta. Trapos y franelas que extraen el brillo en medio de ese clásico “rechinar de limpio”. Y es que el calzado nunca lucirá más limpio y radiante que después de una buena boleada, acción que satisface el buen gusto, del buen vestir de esas mujeres y hombres que valoran la imagen de su persona.

Desde la percepción de ser un oficio humilde, pero que sin embargo, como dice don Felipe quien presume 40 años de experiencia en el ramo, soy pobre gracias a Dios, pero muy orgulloso de este oficio de ser bolero. Y es que son ellos, los boleros, una especie de psicólogos sociales, un termómetro que mide el pulso de la comunidad, ellos saben, ellos escuchan, y ellos platican sin ningún problema de política, de deporte, de cultura, de historia y más, incluso de aquellos obscuros secretos que encierran amores, pasiones y hasta infidelidades de diversos personajes. Ellos son capaces de escuchar, aconsejar y reconfortar, la vida les ha dado una formación que han acrecentado gracias a su vocación, no son pocos los personajes que acuden a ellos, no solo para bolear su calzado, sino para charlar de diversos temas de interés.

Hoy el oficio pareciera estar en peligro de extinción, las causas son muchas. Por eso estas palabras para reconocer a esos extraordinarios prestadores de servicio, que por medio de su trabajo hacen que nuestro calzado brille, pero también nuestra autoestima.

¡Gracias siempre por este su oficio estimados boleros!

24 de mayo se conmemora el Día del Bolero en México.


Leoncio Durán Garibay | Ingeniero Industrial