/ jueves 29 de julio de 2021

Punto gélido | Azares del destino

Es la vida el mosaico multicolor, donde se plasman con la mano del creador los más finos trazos, pero también las pinceladas más abstractas, que confunden al sentido común y a la misma realidad, dejando la interpretación de esos trazos en el espacio indefinido de la subjetividad, donde en ocasiones resulta más que difícil intentar interpretar en su conjunto, la obra que se plasma en ese mosaico. Son los azares del destino que convierten una obra maestra, en una simple.

Es el árbol que nace en tierra fértil, echando raíces sólidas y profundas, para luego crecer alto y fuerte, el tronco es vigoroso y las ramas son múltiples y frondosas, las flores son el anuncio del fruto fecundo que permitirá trascender en el tiempo y en el espacio. Pero de la nada aparecen las plagas, o el hacha afilada que empuña el destino, así también, el rayo que ilumina pero que quema y destruye en su fugaz paso, el tronco, aunque fuerte y vigoroso, y sin una explicación superficialmente coherente, comienza a quedarse sin ramas, una a una comienza a secarse, a morir, a simplemente caer. Es el tronco que sigue con sus raíces fuertes y profundas, en medio de una tierra fértil, sin embargo, por los azares del destino, termina por quedarse huérfano de sus propias ramas y aún más dé sus frutos.

Es el majestuoso rascacielos cimentado en roca, su piel aparentemente frágil, refleja la belleza del entorno, es una obra maestra diseñada con lujo de detalle, capaz de resistir el más potente huracán, o el temblor más fuerte y quizás hasta los embates naturales que ofrece el ineludible transcurrir del tiempo. Pero, siempre el infaltable y en ocasiones inexplicable, pero, no deja de estar presente, así una pequeña fuga hace que el líquido lentamente carcoma la imponente estructura metálica. El inofensivo vuelo de una ave distraída, es capaz de romper la delgada piel de cristal. Está siempre latente la acción mal intencionada del frustrado ser humano, que puede hacer que se impacte el mayor objeto que haya sido creado con sus propias manos. Son los azares del destino los que hacen que no terminemos de asombrarnos, el rascacielos esta cimentado en roca firme, pero no es garantía para que un día simplemente se convierta en un montón de escombro.

Es la pareja que se une en sólido matrimonio para formar una familia, es el amor el ingrediente principal que le da cohesión, es el esfuerzo cotidiano el conducto para crecer y encontrar una identidad, que se sostiene en el respeto y la comprensión, es la bendición de los hijos la que se convierte en el aliciente principal, para encontrar un sentido y una razón de ser. En medio de esa lucha permanente por encontrar una felicidad momentánea, pero que se repita constantemente, aparecen ineludiblemente las vicisitudes como la enfermedad, el abandono, la desigualdad, el desamor y más, hasta llegar a la misma muerte, las que causan momentos de profundo dolor, son los azares del destino los que le dan un sentido de misticismo a la vida.

Es la vida del individuo forjada en valores y en el amor, la que provee al ser humano de una autoestima elevada, son los azares del destino los que mantienen encendido el foco amarillo del asombro y la esperanza, provocando con ello una evolución constante.

POR LEONCIO DURÁN GARIBAY | ING. INDUSTRIAL

Es la vida el mosaico multicolor, donde se plasman con la mano del creador los más finos trazos, pero también las pinceladas más abstractas, que confunden al sentido común y a la misma realidad, dejando la interpretación de esos trazos en el espacio indefinido de la subjetividad, donde en ocasiones resulta más que difícil intentar interpretar en su conjunto, la obra que se plasma en ese mosaico. Son los azares del destino que convierten una obra maestra, en una simple.

Es el árbol que nace en tierra fértil, echando raíces sólidas y profundas, para luego crecer alto y fuerte, el tronco es vigoroso y las ramas son múltiples y frondosas, las flores son el anuncio del fruto fecundo que permitirá trascender en el tiempo y en el espacio. Pero de la nada aparecen las plagas, o el hacha afilada que empuña el destino, así también, el rayo que ilumina pero que quema y destruye en su fugaz paso, el tronco, aunque fuerte y vigoroso, y sin una explicación superficialmente coherente, comienza a quedarse sin ramas, una a una comienza a secarse, a morir, a simplemente caer. Es el tronco que sigue con sus raíces fuertes y profundas, en medio de una tierra fértil, sin embargo, por los azares del destino, termina por quedarse huérfano de sus propias ramas y aún más dé sus frutos.

Es el majestuoso rascacielos cimentado en roca, su piel aparentemente frágil, refleja la belleza del entorno, es una obra maestra diseñada con lujo de detalle, capaz de resistir el más potente huracán, o el temblor más fuerte y quizás hasta los embates naturales que ofrece el ineludible transcurrir del tiempo. Pero, siempre el infaltable y en ocasiones inexplicable, pero, no deja de estar presente, así una pequeña fuga hace que el líquido lentamente carcoma la imponente estructura metálica. El inofensivo vuelo de una ave distraída, es capaz de romper la delgada piel de cristal. Está siempre latente la acción mal intencionada del frustrado ser humano, que puede hacer que se impacte el mayor objeto que haya sido creado con sus propias manos. Son los azares del destino los que hacen que no terminemos de asombrarnos, el rascacielos esta cimentado en roca firme, pero no es garantía para que un día simplemente se convierta en un montón de escombro.

Es la pareja que se une en sólido matrimonio para formar una familia, es el amor el ingrediente principal que le da cohesión, es el esfuerzo cotidiano el conducto para crecer y encontrar una identidad, que se sostiene en el respeto y la comprensión, es la bendición de los hijos la que se convierte en el aliciente principal, para encontrar un sentido y una razón de ser. En medio de esa lucha permanente por encontrar una felicidad momentánea, pero que se repita constantemente, aparecen ineludiblemente las vicisitudes como la enfermedad, el abandono, la desigualdad, el desamor y más, hasta llegar a la misma muerte, las que causan momentos de profundo dolor, son los azares del destino los que le dan un sentido de misticismo a la vida.

Es la vida del individuo forjada en valores y en el amor, la que provee al ser humano de una autoestima elevada, son los azares del destino los que mantienen encendido el foco amarillo del asombro y la esperanza, provocando con ello una evolución constante.

POR LEONCIO DURÁN GARIBAY | ING. INDUSTRIAL