/ sábado 26 de diciembre de 2020

Entre Voces | Sin casa

Acabaron las posadas con la fiesta de Navidad, marcadas también por la pandemia no se celebraron de la manera habitual visitando los peregrinos varias casas durante nueve días. Esta tradición hace memoria del momento en que San José y la Virgen, llegan a Belén, para cumplir con lo mandado por el Emperador César Augusto, aquel censo del Imperio. Llegan a la ciudad originaria de José y le tocan los días de dar a luz a la Virgen, cumpliéndose así que el Mesías nacería en Belén. Quiero invitarlos a contemplar lo que pasaron esos días la Sagrada Familia que mañana celebraremos, y cómo lo podemos aplicar a nuestros días.

Llegaron de fuera como extranjeros a su propia ciudad. Cansados de un largo viaje involuntario, en condiciones poco favorables (el embarazo de la Virgen) y sin tener un lugar a donde llegar. Tocaron puertas a los disque amigos, a los parientes, y nadie les abrió. Solo una familia se atrevió a ofrecer aquel espacio humilde, la casa de las ovejas, ese portal donde nacería el Buen Pastor. Y nació Jesús en un portal, y fue recostado no en muebles lujosos sino en un pesebre. Aquel que será el Pan de la Vida, en un comedero.

Por un lado vemos como Dios ama lo humano y lo humilde. No pide más de lo que podamos ofrecer. Es más, no viene a pedir, sino a dar. Sediento de corazones que desean cambiar su vida, viene a los suyos esperando ser recibido. Algunos lo rechazaron con mil y un argumentos, pero quien lo recibió fue testigo de la Gloria de Dios y del canto angelical.

El derecho a la vivienda es uno de los más importantes y que poco se ha promovido en nuestras legislaciones y agendas públicas. Hace años, supe de un primer ministro, Olof J. Palme, quien promovió en su país un programa de un millón de viviendas (1960-75) para los habitantes de aquel país que solo tenía 7 millones de habitantes. Serían construidas con subsidio gubernamental y a un crédito de años con facilidades para pagarlo. Ningún ciudadano tendría que sufrir por no tener donde vivir, ni los jóvenes estudiantes, ni los pensionados, ni las familias jóvenes, ni aquellos que tenían trabajos sencillos. Realmente un proyecto loable.

Además de las casas físicas, todos tenemos el derecho a un hogar. A ser tratados con afecto, y poder ser constructores de un entorno familiar. ¡Cuánta gente sola! ¡Cuántos niños que aparentemente tienen dos casas en las que tienen que ir de un lado a otro como migrantes del turno a cumplir! No cabe duda que después de dos mil años no hemos aprendido a recibir y dar posada a los peregrinos. Ojalá que estos tiempos difíciles, pero más para los pobres, sea un tiempo en el que nos decidamos a construir una sociedad más justa y equitativa. Donde todos cumplamos con el deber político y social de comprometernos con proyectos para el bien común, y tengamos muchas casas y hogares donde todos tengan un lugar, donde sean reconocidos y amados. Ese es el mensaje de la Navidad, el Hijo de Dios puso su casa entre nosotros, para enseñarnos con el Amor al prójimo, que todos somos hijos del mismo Dios y Padre. Y así nadie se quede sin casa. ¡Felices Fiestas de Navidad!

Acabaron las posadas con la fiesta de Navidad, marcadas también por la pandemia no se celebraron de la manera habitual visitando los peregrinos varias casas durante nueve días. Esta tradición hace memoria del momento en que San José y la Virgen, llegan a Belén, para cumplir con lo mandado por el Emperador César Augusto, aquel censo del Imperio. Llegan a la ciudad originaria de José y le tocan los días de dar a luz a la Virgen, cumpliéndose así que el Mesías nacería en Belén. Quiero invitarlos a contemplar lo que pasaron esos días la Sagrada Familia que mañana celebraremos, y cómo lo podemos aplicar a nuestros días.

Llegaron de fuera como extranjeros a su propia ciudad. Cansados de un largo viaje involuntario, en condiciones poco favorables (el embarazo de la Virgen) y sin tener un lugar a donde llegar. Tocaron puertas a los disque amigos, a los parientes, y nadie les abrió. Solo una familia se atrevió a ofrecer aquel espacio humilde, la casa de las ovejas, ese portal donde nacería el Buen Pastor. Y nació Jesús en un portal, y fue recostado no en muebles lujosos sino en un pesebre. Aquel que será el Pan de la Vida, en un comedero.

Por un lado vemos como Dios ama lo humano y lo humilde. No pide más de lo que podamos ofrecer. Es más, no viene a pedir, sino a dar. Sediento de corazones que desean cambiar su vida, viene a los suyos esperando ser recibido. Algunos lo rechazaron con mil y un argumentos, pero quien lo recibió fue testigo de la Gloria de Dios y del canto angelical.

El derecho a la vivienda es uno de los más importantes y que poco se ha promovido en nuestras legislaciones y agendas públicas. Hace años, supe de un primer ministro, Olof J. Palme, quien promovió en su país un programa de un millón de viviendas (1960-75) para los habitantes de aquel país que solo tenía 7 millones de habitantes. Serían construidas con subsidio gubernamental y a un crédito de años con facilidades para pagarlo. Ningún ciudadano tendría que sufrir por no tener donde vivir, ni los jóvenes estudiantes, ni los pensionados, ni las familias jóvenes, ni aquellos que tenían trabajos sencillos. Realmente un proyecto loable.

Además de las casas físicas, todos tenemos el derecho a un hogar. A ser tratados con afecto, y poder ser constructores de un entorno familiar. ¡Cuánta gente sola! ¡Cuántos niños que aparentemente tienen dos casas en las que tienen que ir de un lado a otro como migrantes del turno a cumplir! No cabe duda que después de dos mil años no hemos aprendido a recibir y dar posada a los peregrinos. Ojalá que estos tiempos difíciles, pero más para los pobres, sea un tiempo en el que nos decidamos a construir una sociedad más justa y equitativa. Donde todos cumplamos con el deber político y social de comprometernos con proyectos para el bien común, y tengamos muchas casas y hogares donde todos tengan un lugar, donde sean reconocidos y amados. Ese es el mensaje de la Navidad, el Hijo de Dios puso su casa entre nosotros, para enseñarnos con el Amor al prójimo, que todos somos hijos del mismo Dios y Padre. Y así nadie se quede sin casa. ¡Felices Fiestas de Navidad!