/ sábado 11 de diciembre de 2021

Entre voces | Las rosas de Guadalupe

Quiero aprovechar este título de los programas televisivos, a veces demasiado emotivos o morbosos, que distan mucho del mensaje central del acontecimiento guadalupano pero que atraen a muchos televidentes a pasar una hora en el sillón para llorar con otros sus propios pesares. Ciertamente las rosas sí aparecen en el mensaje Guadalupano al ser mediadoras como san Juan Diego del mensaje de la Virgen. Las rosas de castilla, que no se daban en ese lugar y en esas gélidas fechas, serían la señal que confirmarían el deseo de la Señora del cielo para que, al verlas el obispo de México, se construyera una casita Sagrada en el Tepeyac.

Los obispos mexicanos en el 2018 publicaron el Proyecto Global Pastoral, con la mirada en el horizonte Guadalupano que marca el inicio de nuestra civilización mexicana, el presente con nuestro cariño y devoción a la Virgen Morena, y nuestro futuro, de manera especial mirando el 2031, cuando se cumplirán los 500 años de las apariciones de la Virgen María al pequeño Juan Diego.

¿Qué enseñanzas podemos retomar en estos días tan fervorosos de peregrinaciones, muestras de cariño y devoción a la Virgen María de Guadalupe? Aunque es mucha la riqueza del mensaje guadalupano me centraré en las rosas y daré a algunas de ellas un significado.

Las rosas eran de castilla. Nobles por su delicadeza y que podrían representar a España, los evangelizadores, el origen del obispo en turno, los misioneros. La Virgen se presenta como la Madre del Dios por quien se vive, a respaldar el mensaje evangélico recién llegado a estas tierras. Las rosas nacidas ahora en tierra mexica, en el cerro, plantadas para ofrecer su belleza. La Virgen, reina del Cielo y Madre de Dios, le habla a Juan Diego que se declara indigno, paja, pequeño, insignificante. Mas por ventura, la Virgen insiste que sea él su embajador, pues el obispo habrá de entender el mensaje final.

La rosa de la esperanza. Sin querer ocultar los abusos que algunos españoles tomaron en medio de la conquista y la siguiente colonización, recordemos que el Evangelio traído por ellos, motivaba a todo ser humano a reconocerse hijo de Dios, hermano de todos y parte de la Iglesia. Junto a los misioneros llegó la tecnología de la época, caballos, siembras, el vino, cultura y tantas otras cosas ya desarrolladas en Europa. Para hacer un juicio correcto de la historia debemos hacerlo con la hermenéutica de ese tiempo, no con criterios actuales, como lo dijo el Papa Francisco al regresesar a Roma de su viaje a Grecia hace unos días.

La rosa de la ternura. ¡Juanito! ¡Niña mía! ¡Cuánta ternura en esas tres palabras! La Virgen se presenta a Juan Diego como acompañante del camino, conquista sus oídos con el canto, su mirada con su esplendor, su corazón con la ternura. Es la madre de todos, que viene a encontrar a sus hijos a estas tierras y lo que desea es una casita sagrada para mostrar su ternura e intercesión por todos aquellos que se sientan afligidos. En un mundo tan materialista y frenético, ¡cómo hace falta ternura! La Virgen es signo de ella y quien recurre a ella nunca quedará defraudado, por eso cinco siglos después ni las guerras, ni los gobiernos han podido borrar su mensaje.

Finalmente la rosa de la comunión. Como madre, vino a hermanar a dos culturas que darían como resultado un gran mestizaje. Y sigue siendo promotora de paz en las familias y todas nuestras comunidades. Demos gracias a Dios por las rosas de Guadalupe.

Pbro. Lic. Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social

Quiero aprovechar este título de los programas televisivos, a veces demasiado emotivos o morbosos, que distan mucho del mensaje central del acontecimiento guadalupano pero que atraen a muchos televidentes a pasar una hora en el sillón para llorar con otros sus propios pesares. Ciertamente las rosas sí aparecen en el mensaje Guadalupano al ser mediadoras como san Juan Diego del mensaje de la Virgen. Las rosas de castilla, que no se daban en ese lugar y en esas gélidas fechas, serían la señal que confirmarían el deseo de la Señora del cielo para que, al verlas el obispo de México, se construyera una casita Sagrada en el Tepeyac.

Los obispos mexicanos en el 2018 publicaron el Proyecto Global Pastoral, con la mirada en el horizonte Guadalupano que marca el inicio de nuestra civilización mexicana, el presente con nuestro cariño y devoción a la Virgen Morena, y nuestro futuro, de manera especial mirando el 2031, cuando se cumplirán los 500 años de las apariciones de la Virgen María al pequeño Juan Diego.

¿Qué enseñanzas podemos retomar en estos días tan fervorosos de peregrinaciones, muestras de cariño y devoción a la Virgen María de Guadalupe? Aunque es mucha la riqueza del mensaje guadalupano me centraré en las rosas y daré a algunas de ellas un significado.

Las rosas eran de castilla. Nobles por su delicadeza y que podrían representar a España, los evangelizadores, el origen del obispo en turno, los misioneros. La Virgen se presenta como la Madre del Dios por quien se vive, a respaldar el mensaje evangélico recién llegado a estas tierras. Las rosas nacidas ahora en tierra mexica, en el cerro, plantadas para ofrecer su belleza. La Virgen, reina del Cielo y Madre de Dios, le habla a Juan Diego que se declara indigno, paja, pequeño, insignificante. Mas por ventura, la Virgen insiste que sea él su embajador, pues el obispo habrá de entender el mensaje final.

La rosa de la esperanza. Sin querer ocultar los abusos que algunos españoles tomaron en medio de la conquista y la siguiente colonización, recordemos que el Evangelio traído por ellos, motivaba a todo ser humano a reconocerse hijo de Dios, hermano de todos y parte de la Iglesia. Junto a los misioneros llegó la tecnología de la época, caballos, siembras, el vino, cultura y tantas otras cosas ya desarrolladas en Europa. Para hacer un juicio correcto de la historia debemos hacerlo con la hermenéutica de ese tiempo, no con criterios actuales, como lo dijo el Papa Francisco al regresesar a Roma de su viaje a Grecia hace unos días.

La rosa de la ternura. ¡Juanito! ¡Niña mía! ¡Cuánta ternura en esas tres palabras! La Virgen se presenta a Juan Diego como acompañante del camino, conquista sus oídos con el canto, su mirada con su esplendor, su corazón con la ternura. Es la madre de todos, que viene a encontrar a sus hijos a estas tierras y lo que desea es una casita sagrada para mostrar su ternura e intercesión por todos aquellos que se sientan afligidos. En un mundo tan materialista y frenético, ¡cómo hace falta ternura! La Virgen es signo de ella y quien recurre a ella nunca quedará defraudado, por eso cinco siglos después ni las guerras, ni los gobiernos han podido borrar su mensaje.

Finalmente la rosa de la comunión. Como madre, vino a hermanar a dos culturas que darían como resultado un gran mestizaje. Y sigue siendo promotora de paz en las familias y todas nuestras comunidades. Demos gracias a Dios por las rosas de Guadalupe.

Pbro. Lic. Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social