/ viernes 21 de mayo de 2021

Mujer | Mujeres diversas y manifestaciones

Pasado el 8 de marzo de 2021 (día internacional de los derechos de la mujer trabajadora), frente a las movilizaciones de mujeres en todo el mundo, que provoca en las personas una polémica polarizada sobre lo que es y no aceptable, entre la violación de derechos humanos fundamentales como la vida y, por otro lado, la violación de monumentos y espacios públicos; pude apreciar que el feminismo es un movimiento tan diverso y variado como lo somos las mujeres.

Entre las manifestaciones y distintas representaciones del movimiento y la falta de identificación de algunas mujeres con este, es totalmente lógico y comprensible escuchar “no me representan”, sobre las marchas donde se usa violencia, y (al otro extremo), el “feminismo blanco”, diplomático o académico, donde muchas mujeres no figuran.

Es aceptable que del pueblo no devenga una reflexión donde se distinga claramente que el feminismo no es la lucha de un grupo de mujeres homogéneo, que aunque todas luchan por un equilibrio entre géneros, las violencias que sufren se diversifican y acentúan según estratos sociales y económicos, discapacidades y problemáticas heterogéneas de mujeres con niveles educativos distintos, con o sin condiciones laborales y de vivienda dignas, sin mencionar distinciones étnicas y un sinfín de variantes que, en consecuencia, diversifican su manifestación ante las violencias.

Lo que quiero decir, es que, fuera de ser necesario identificarnos en algunas de éstas manifestaciones y representaciones, invito a cuestionar los juicios desde nuestro traje de moral y privilegios, sobre un movimiento diverso y perfectible, de dolencias muy válidas, con la demanda social de derechos básicos que sí están siendo gravemente violentados y que se deshumaniza su lucha por no representarnos, es urgente que logremos espacios seguros y construyamos una consciencia colectiva más allá de las diferencias y de lo que creemos que es aceptable o no para levantar la voz; y que contribuyamos, con nuestra propia educación, a ser una sociedad de sujetos proactivos ante la perpetua vulneración de vidas humanas.

Autora: Valeria Fierro

Pasado el 8 de marzo de 2021 (día internacional de los derechos de la mujer trabajadora), frente a las movilizaciones de mujeres en todo el mundo, que provoca en las personas una polémica polarizada sobre lo que es y no aceptable, entre la violación de derechos humanos fundamentales como la vida y, por otro lado, la violación de monumentos y espacios públicos; pude apreciar que el feminismo es un movimiento tan diverso y variado como lo somos las mujeres.

Entre las manifestaciones y distintas representaciones del movimiento y la falta de identificación de algunas mujeres con este, es totalmente lógico y comprensible escuchar “no me representan”, sobre las marchas donde se usa violencia, y (al otro extremo), el “feminismo blanco”, diplomático o académico, donde muchas mujeres no figuran.

Es aceptable que del pueblo no devenga una reflexión donde se distinga claramente que el feminismo no es la lucha de un grupo de mujeres homogéneo, que aunque todas luchan por un equilibrio entre géneros, las violencias que sufren se diversifican y acentúan según estratos sociales y económicos, discapacidades y problemáticas heterogéneas de mujeres con niveles educativos distintos, con o sin condiciones laborales y de vivienda dignas, sin mencionar distinciones étnicas y un sinfín de variantes que, en consecuencia, diversifican su manifestación ante las violencias.

Lo que quiero decir, es que, fuera de ser necesario identificarnos en algunas de éstas manifestaciones y representaciones, invito a cuestionar los juicios desde nuestro traje de moral y privilegios, sobre un movimiento diverso y perfectible, de dolencias muy válidas, con la demanda social de derechos básicos que sí están siendo gravemente violentados y que se deshumaniza su lucha por no representarnos, es urgente que logremos espacios seguros y construyamos una consciencia colectiva más allá de las diferencias y de lo que creemos que es aceptable o no para levantar la voz; y que contribuyamos, con nuestra propia educación, a ser una sociedad de sujetos proactivos ante la perpetua vulneración de vidas humanas.

Autora: Valeria Fierro

Pasado el 8 de marzo de 2021 (día internacional de los derechos de la mujer trabajadora), frente a las movilizaciones de mujeres en todo el mundo, que provoca en las personas una polémica polarizada sobre lo que es y no aceptable, entre la violación de derechos humanos fundamentales como la vida y, por otro lado, la violación de monumentos y espacios públicos; pude apreciar que el feminismo es un movimiento tan diverso y variado como lo somos las mujeres.

Entre las manifestaciones y distintas representaciones del movimiento y la falta de identificación de algunas mujeres con este, es totalmente lógico y comprensible escuchar “no me representan”, sobre las marchas donde se usa violencia, y (al otro extremo), el “feminismo blanco”, diplomático o académico, donde muchas mujeres no figuran.

Es aceptable que del pueblo no devenga una reflexión donde se distinga claramente que el feminismo no es la lucha de un grupo de mujeres homogéneo, que aunque todas luchan por un equilibrio entre géneros, las violencias que sufren se diversifican y acentúan según estratos sociales y económicos, discapacidades y problemáticas heterogéneas de mujeres con niveles educativos distintos, con o sin condiciones laborales y de vivienda dignas, sin mencionar distinciones étnicas y un sinfín de variantes que, en consecuencia, diversifican su manifestación ante las violencias.

Lo que quiero decir, es que, fuera de ser necesario identificarnos en algunas de éstas manifestaciones y representaciones, invito a cuestionar los juicios desde nuestro traje de moral y privilegios, sobre un movimiento diverso y perfectible, de dolencias muy válidas, con la demanda social de derechos básicos que sí están siendo gravemente violentados y que se deshumaniza su lucha por no representarnos, es urgente que logremos espacios seguros y construyamos una consciencia colectiva más allá de las diferencias y de lo que creemos que es aceptable o no para levantar la voz; y que contribuyamos, con nuestra propia educación, a ser una sociedad de sujetos proactivos ante la perpetua vulneración de vidas humanas.

Autora: Valeria Fierro

Pasado el 8 de marzo de 2021 (día internacional de los derechos de la mujer trabajadora), frente a las movilizaciones de mujeres en todo el mundo, que provoca en las personas una polémica polarizada sobre lo que es y no aceptable, entre la violación de derechos humanos fundamentales como la vida y, por otro lado, la violación de monumentos y espacios públicos; pude apreciar que el feminismo es un movimiento tan diverso y variado como lo somos las mujeres.

Entre las manifestaciones y distintas representaciones del movimiento y la falta de identificación de algunas mujeres con este, es totalmente lógico y comprensible escuchar “no me representan”, sobre las marchas donde se usa violencia, y (al otro extremo), el “feminismo blanco”, diplomático o académico, donde muchas mujeres no figuran.

Es aceptable que del pueblo no devenga una reflexión donde se distinga claramente que el feminismo no es la lucha de un grupo de mujeres homogéneo, que aunque todas luchan por un equilibrio entre géneros, las violencias que sufren se diversifican y acentúan según estratos sociales y económicos, discapacidades y problemáticas heterogéneas de mujeres con niveles educativos distintos, con o sin condiciones laborales y de vivienda dignas, sin mencionar distinciones étnicas y un sinfín de variantes que, en consecuencia, diversifican su manifestación ante las violencias.

Lo que quiero decir, es que, fuera de ser necesario identificarnos en algunas de éstas manifestaciones y representaciones, invito a cuestionar los juicios desde nuestro traje de moral y privilegios, sobre un movimiento diverso y perfectible, de dolencias muy válidas, con la demanda social de derechos básicos que sí están siendo gravemente violentados y que se deshumaniza su lucha por no representarnos, es urgente que logremos espacios seguros y construyamos una consciencia colectiva más allá de las diferencias y de lo que creemos que es aceptable o no para levantar la voz; y que contribuyamos, con nuestra propia educación, a ser una sociedad de sujetos proactivos ante la perpetua vulneración de vidas humanas.

Autora: Valeria Fierro