/ viernes 23 de julio de 2021

Mujer | Mujeres (y hombres) jóvenes ante tradicionalismos

Junto con toda una generación, enfrento el desafío de ser de las primeras en mi familia en romper y cuestionar paradigmas tradicionales de tinte moral y religioso por tan sólo ser y existir. La gran tarea de las nuevas generaciones es el replanteamiento respetuoso sobre las imposiciones sociales que más bien son y deberían ser entendidas como: sugerencias sociales; así como también la tarea es educar desde la compasión y comprensión a nuestros adultos y contexto social sobre las informaciones actuales.

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Quiero hablar, sobre la necesidad de injerencia moral de la sociedad en nuestras vidas personales como un modo de “protección” - o demanda social por resistencia al cambio y a nuestra naturaleza individual. Los seres humanos tenemos, entre otros, el derecho a la privacidad y el derecho decidir desde la libertad y voluntad en cuanto al cumplimiento o no de estos tradicionalismos y “logros” sociales que se han convertido en un estandarte de ego o en un fracaso social; y dentro de las posibilidades es indispensable proporcionar al ser con la responsabilidad, herramientas y valores que se requieren para enfrentar escenarios y dilemas de vida y tomar decisiones propias bajo la premisa del respeto al otro.

Señalo como ejemplos desafiantes a la familia tradicional: declararse homosexual, no contraer matrimonio, no estudiar una carrera profesional, no tener hijos, divorciarse, ser padre o madre soltera, abortar, ser transgénero… y muchos más, ya sea por decisión individual o situaciones circunstanciales. La cuestión aquí es que la generación “de cristal” no lo hace para incomodar a nadie ni tampoco está para juzgar la crianza conservadora que nuestros padres recibieron y que seguramente nuestros abuelos dieron con buenas intenciones, sino se trata de cuestionar ideologías de antaño impuestas a nuevos escenarios y necesidades, pues pertenecemos a un contexto socio-temporal distinto y contamos ahora con un acceso a la información ilimitado.

Finalmente, de lo que todos somos responsables, es de sanar y atender las necesidades emocionales propias para poder educar y comprender a otros seres humanos desde el amor y libertad y no desde nuestras heridas y carencias, así como también mantener un lazo sano y feliz de convivencia con los otros. El respeto a la autonomía del ser es fundamental desde el nacimiento hasta su fallecer, así como el trabajo psicológico propio (ahora que somos privilegiados en información), es un deber el acudir a terapia; es decir, hacernos cargo y reconocer que el peso de nuestra mochila emocional y moral no es responsabilidad de nuestros descendientes, sino propia.

Existen en el ser humano conductas que han sido traspasadas de una generación a otra sin su cuestionamiento, costumbres de crianza, ideas preconcebidas y apego a creencias infundadas; y existen, por el otro lado, la información, el método científico, descubrimientos y teorías imprescindibles para la ciencia; recordemos que la ciencia ofrece soluciones para los desafíos de la vida y aun así está atada a una constante evolución y cambio, igual que la especie humana, por lo que podría ser absurdo imponer inflexibles y viejos paradigmas a nuevos escenarios y cuestiones sociales.

Y si bien es importante la apropiación de tradiciones y costumbres deferentes¹ al individuo, que verdaderamente nutren a nuestro ser cultural y social, puesto que hay un valor ineludible en la preservación de principios familiares como el amor y el respeto, también es importante e invito a que estas costumbres heredadas no incurran en una imposición moral que implique adquirir patrones dañinos de nuestros padres y abuelos con fundamentalismos socio-religiosos o familiares, intrusivos a la libertad y poco adaptables a las realidades y verdaderas necesidades de la juventud; demos paso al cambio.

Valeria Fierro Núñez Licda. En Trabajo Social.


Junto con toda una generación, enfrento el desafío de ser de las primeras en mi familia en romper y cuestionar paradigmas tradicionales de tinte moral y religioso por tan sólo ser y existir. La gran tarea de las nuevas generaciones es el replanteamiento respetuoso sobre las imposiciones sociales que más bien son y deberían ser entendidas como: sugerencias sociales; así como también la tarea es educar desde la compasión y comprensión a nuestros adultos y contexto social sobre las informaciones actuales.

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Quiero hablar, sobre la necesidad de injerencia moral de la sociedad en nuestras vidas personales como un modo de “protección” - o demanda social por resistencia al cambio y a nuestra naturaleza individual. Los seres humanos tenemos, entre otros, el derecho a la privacidad y el derecho decidir desde la libertad y voluntad en cuanto al cumplimiento o no de estos tradicionalismos y “logros” sociales que se han convertido en un estandarte de ego o en un fracaso social; y dentro de las posibilidades es indispensable proporcionar al ser con la responsabilidad, herramientas y valores que se requieren para enfrentar escenarios y dilemas de vida y tomar decisiones propias bajo la premisa del respeto al otro.

Señalo como ejemplos desafiantes a la familia tradicional: declararse homosexual, no contraer matrimonio, no estudiar una carrera profesional, no tener hijos, divorciarse, ser padre o madre soltera, abortar, ser transgénero… y muchos más, ya sea por decisión individual o situaciones circunstanciales. La cuestión aquí es que la generación “de cristal” no lo hace para incomodar a nadie ni tampoco está para juzgar la crianza conservadora que nuestros padres recibieron y que seguramente nuestros abuelos dieron con buenas intenciones, sino se trata de cuestionar ideologías de antaño impuestas a nuevos escenarios y necesidades, pues pertenecemos a un contexto socio-temporal distinto y contamos ahora con un acceso a la información ilimitado.

Finalmente, de lo que todos somos responsables, es de sanar y atender las necesidades emocionales propias para poder educar y comprender a otros seres humanos desde el amor y libertad y no desde nuestras heridas y carencias, así como también mantener un lazo sano y feliz de convivencia con los otros. El respeto a la autonomía del ser es fundamental desde el nacimiento hasta su fallecer, así como el trabajo psicológico propio (ahora que somos privilegiados en información), es un deber el acudir a terapia; es decir, hacernos cargo y reconocer que el peso de nuestra mochila emocional y moral no es responsabilidad de nuestros descendientes, sino propia.

Existen en el ser humano conductas que han sido traspasadas de una generación a otra sin su cuestionamiento, costumbres de crianza, ideas preconcebidas y apego a creencias infundadas; y existen, por el otro lado, la información, el método científico, descubrimientos y teorías imprescindibles para la ciencia; recordemos que la ciencia ofrece soluciones para los desafíos de la vida y aun así está atada a una constante evolución y cambio, igual que la especie humana, por lo que podría ser absurdo imponer inflexibles y viejos paradigmas a nuevos escenarios y cuestiones sociales.

Y si bien es importante la apropiación de tradiciones y costumbres deferentes¹ al individuo, que verdaderamente nutren a nuestro ser cultural y social, puesto que hay un valor ineludible en la preservación de principios familiares como el amor y el respeto, también es importante e invito a que estas costumbres heredadas no incurran en una imposición moral que implique adquirir patrones dañinos de nuestros padres y abuelos con fundamentalismos socio-religiosos o familiares, intrusivos a la libertad y poco adaptables a las realidades y verdaderas necesidades de la juventud; demos paso al cambio.

Valeria Fierro Núñez Licda. En Trabajo Social.