/ viernes 20 de agosto de 2021

Mujer | El tiempo que vendrá: Las corporalidades al servicio del poder

Tercera y última parte

Leyendo a Michel de Foucault podríamos quedarnos con una imagen del poder parecida a la de una bestia magnífica, pero no hay que verlo como un ser sobrenatural, sino como un conjunto de dispositivos los cuales funcionan a partir de ciertas prácticas. Por ello, para este artículo adecúe el término bestia a máquina.

En términos funcionalistas, cada sociedad trabaja como una gran máquina dinámica. Con esto me refiero a que se puede contraer o expandir dependiendo de sus componentes operativos, estos son cada corporalidad que habita en ella. Sin embargo, este aparato trabaja a partir de necesidades las cuales son determinadas por el operador. Es decir, cada enclave social busca predeterminar la vida de cada individuo según el proyecto de poder en turno.

De esta manera, podemos afirmar que este artefacto va amoldando o ajustando a cada corporalidad según sus intereses. Esto se logra a partir de la implantación de ideas en la psique y el posterior refuerzo a través de los diferentes medios que tenga en su control. Así se van creando ejércitos de individuos quienes no cuestionan y mucho menos critican al poder. Al contrario se adaptan, lo mantienen y buscan perpetuarse; cuando hay corporalidades en resistencia, personas que no buscan ser una pieza más en el andamiaje o que no encajan con el discurso hegemónico creado. Esta máquina busca eliminarlos o bien juzgar y deslegitimar sus actos, como si se tratara de errores de fábrica mismos que pueden ser desechados o se les tiene que notificar que están mal. Un caso en concreto lo vemos en nosotras las mujeres, quienes al romper este “orden natural” predeterminado de ser solamente procreadoras o seres para servir al hombre, a través de la emancipación que trajeron las luchas feministas, nos volvimos blanco de un constante ataque verbal, psicológico y físico. Cuando asesinan a una mujer, se cuestiona por qué salió a altas horas de la noche o sola, su manera de vestir, etc. También tenemos prohibido decidir sobre nuestra corporalidad, tal es el caso del aborto, se nos obliga a llevar a término un embarazo sea o no deseado y si la decisión es abortar esto se criminaliza aunado al riesgo de muerte.

Por ello les invito a reflexionar y cuestionar nuestro papel dentro de esta sociedad, nuestros privilegios y como afectan a otros.

Victoria Laphond Domínguez | Licenciada en Letras Españolas

Tercera y última parte

Leyendo a Michel de Foucault podríamos quedarnos con una imagen del poder parecida a la de una bestia magnífica, pero no hay que verlo como un ser sobrenatural, sino como un conjunto de dispositivos los cuales funcionan a partir de ciertas prácticas. Por ello, para este artículo adecúe el término bestia a máquina.

En términos funcionalistas, cada sociedad trabaja como una gran máquina dinámica. Con esto me refiero a que se puede contraer o expandir dependiendo de sus componentes operativos, estos son cada corporalidad que habita en ella. Sin embargo, este aparato trabaja a partir de necesidades las cuales son determinadas por el operador. Es decir, cada enclave social busca predeterminar la vida de cada individuo según el proyecto de poder en turno.

De esta manera, podemos afirmar que este artefacto va amoldando o ajustando a cada corporalidad según sus intereses. Esto se logra a partir de la implantación de ideas en la psique y el posterior refuerzo a través de los diferentes medios que tenga en su control. Así se van creando ejércitos de individuos quienes no cuestionan y mucho menos critican al poder. Al contrario se adaptan, lo mantienen y buscan perpetuarse; cuando hay corporalidades en resistencia, personas que no buscan ser una pieza más en el andamiaje o que no encajan con el discurso hegemónico creado. Esta máquina busca eliminarlos o bien juzgar y deslegitimar sus actos, como si se tratara de errores de fábrica mismos que pueden ser desechados o se les tiene que notificar que están mal. Un caso en concreto lo vemos en nosotras las mujeres, quienes al romper este “orden natural” predeterminado de ser solamente procreadoras o seres para servir al hombre, a través de la emancipación que trajeron las luchas feministas, nos volvimos blanco de un constante ataque verbal, psicológico y físico. Cuando asesinan a una mujer, se cuestiona por qué salió a altas horas de la noche o sola, su manera de vestir, etc. También tenemos prohibido decidir sobre nuestra corporalidad, tal es el caso del aborto, se nos obliga a llevar a término un embarazo sea o no deseado y si la decisión es abortar esto se criminaliza aunado al riesgo de muerte.

Por ello les invito a reflexionar y cuestionar nuestro papel dentro de esta sociedad, nuestros privilegios y como afectan a otros.

Victoria Laphond Domínguez | Licenciada en Letras Españolas