/ sábado 16 de noviembre de 2019

Ignominia

Jue 14, reafirmé persecución en el mismo sector. Iba a pagar mi recibo Telmex en el módulo de la Ahuehuete de San Felipe. En la acera de la “Barbacoa tipo Parral” me estacioné”. Aun a bordo de la Eco, una pipa de super gas placa EX-1753-A paró adelante a surtir al establecimiento. Caminé como 30 metros al módulo; pagué mi recibo y volví. El auto blanco con polarizado alto, marca (un círculo incompleto) Q50 a la izquierda y en la cinta metálica sobre la placa ELU-27-28 el término “Infínitum” me encerró. A la fémina del asiento trasero, con cristal entre abierto pedí favor de darme salida; subí a la Eco y esperé; me ignoraron. Eché reversa, rodeé la manzana y por la lateral de Ortiz Mena, llegué a office depot. De regreso en el cruce con Fco I Madero, los semáforos no funcionaban. La actual violencia apanica a la gente; más en horas pico. Nada hubo que lamentar. Al otro día indagué con ingeniería vial. Me informaron que hubo 3 fallas en la semana; por recalentamiento del CPU. Pronto se renovará para que no se repita la falla.


El sábado 9, regresaba de mi rutina; llegué a la 34 e hice alto en mi bici; la RAM blanca tenía vía libre; esperó a que Yo pasara; no me moví. Por características del vehículo sin placas por ningún lado, imaginé quien conducía. La RAM reanudó y subió haciendo zigzag. En Méndez cedió paso a un auto, luego viró a la izquierda en U. Cuando hice mi alto, en la esquina izquierda apareció otro vehículo con logo en el cofre y de más arriba despegó de la acera derecha, frente a mí domicilio, el Jetta azul marino; su conductor también actor que ya antes en acto similar alternó en su armatoste con pacho. El pachín, actor estrella, con cachucha blanca, visera oscura, realizaba su maniobra con un walkie talkie en su mano derecha, por el que, sin detenerse me arengaba: “Esto es, para que la sigas rayando; la sigas rayando” repitió. Con pruebas reales actuarían. Con amenazas y montajes harán el ridículo.

Miércoles 13; 10:15; el larguirucho azul, pegado a la puerta abierta de la patrulla, observa en su celular la imagen que recibe por vídeo llamada, de quien filma el avance de la Eco. De improviso, al pasar al lado, un mecánico sale de la cabina y empuja al poli hacia la calle. Dando por hecho premeditación, pasé a prudente distancia, previendo el posible arribo de algún vehículo por la avenida. Pasado el episodio, ambos toman sentidos opuestos; el uniformado checando su celular.

Jueves 14, 10:31. La auto patrulla 702 de la policía vial, fue estratégicamente colocada en doble fila al lado izquierdo frente al taller; espacio sobra en las aceras cercanas, pero su tarea conjunta con la pick-up Chevrolet blanca que, sólo sobresale la cola de la caja sobre la rampa. Hasta que la Eco cruzó Terrazas, la Chevrolet salió en reversa. Al conductor de uniforme azul, no le apura que sólo uno de los faros delanteros encienda; su tarea es obligarme intencionalmente a frenar bloqueando mi carril.

La subcultura del linchamiento arraigó en nuestra sociedad. De mitos, a la absurda difamación que, repetida mil veces se hace verdad. “Son defensores de delincuentes”, la frase se acuñó 25 años atrás en esferas de gobierno, contra los derechos humanos y defensores. Se les considera entes alcahuetes a cuyo regazo corre todo criminal para evadir la justicia. Añejo que toda referencia a derechos humanos sea minimizada y mal vista, por infinidad de infractores que se liberan. La campaña dejó en el inconsciente colectivo el prejuicio contra todo lo relacionado a los derechos humanos. El debate divide a la sociedad. En 2010, con la Prevención de la Tortura, los 33 ombudsman del país evidenciaron errores; incompetencia, ignorancia e inexperiencia del gobierno. Preocupados, manifestaron rechazo e indignación. Se les llamó “tontos útiles a la delincuencia”. “No entendemos como un grupo político se organiza, gana elecciones presidenciales sabiendo que entre sus atribuciones está el cumplimiento de tratados, convenciones e instrumentos internacionales signados previamente por el Edo mexicano sus respectivas comisiones internas, para después desconocerlas, ningunearlas e insultarlas sin más.

Jue 14, reafirmé persecución en el mismo sector. Iba a pagar mi recibo Telmex en el módulo de la Ahuehuete de San Felipe. En la acera de la “Barbacoa tipo Parral” me estacioné”. Aun a bordo de la Eco, una pipa de super gas placa EX-1753-A paró adelante a surtir al establecimiento. Caminé como 30 metros al módulo; pagué mi recibo y volví. El auto blanco con polarizado alto, marca (un círculo incompleto) Q50 a la izquierda y en la cinta metálica sobre la placa ELU-27-28 el término “Infínitum” me encerró. A la fémina del asiento trasero, con cristal entre abierto pedí favor de darme salida; subí a la Eco y esperé; me ignoraron. Eché reversa, rodeé la manzana y por la lateral de Ortiz Mena, llegué a office depot. De regreso en el cruce con Fco I Madero, los semáforos no funcionaban. La actual violencia apanica a la gente; más en horas pico. Nada hubo que lamentar. Al otro día indagué con ingeniería vial. Me informaron que hubo 3 fallas en la semana; por recalentamiento del CPU. Pronto se renovará para que no se repita la falla.


El sábado 9, regresaba de mi rutina; llegué a la 34 e hice alto en mi bici; la RAM blanca tenía vía libre; esperó a que Yo pasara; no me moví. Por características del vehículo sin placas por ningún lado, imaginé quien conducía. La RAM reanudó y subió haciendo zigzag. En Méndez cedió paso a un auto, luego viró a la izquierda en U. Cuando hice mi alto, en la esquina izquierda apareció otro vehículo con logo en el cofre y de más arriba despegó de la acera derecha, frente a mí domicilio, el Jetta azul marino; su conductor también actor que ya antes en acto similar alternó en su armatoste con pacho. El pachín, actor estrella, con cachucha blanca, visera oscura, realizaba su maniobra con un walkie talkie en su mano derecha, por el que, sin detenerse me arengaba: “Esto es, para que la sigas rayando; la sigas rayando” repitió. Con pruebas reales actuarían. Con amenazas y montajes harán el ridículo.

Miércoles 13; 10:15; el larguirucho azul, pegado a la puerta abierta de la patrulla, observa en su celular la imagen que recibe por vídeo llamada, de quien filma el avance de la Eco. De improviso, al pasar al lado, un mecánico sale de la cabina y empuja al poli hacia la calle. Dando por hecho premeditación, pasé a prudente distancia, previendo el posible arribo de algún vehículo por la avenida. Pasado el episodio, ambos toman sentidos opuestos; el uniformado checando su celular.

Jueves 14, 10:31. La auto patrulla 702 de la policía vial, fue estratégicamente colocada en doble fila al lado izquierdo frente al taller; espacio sobra en las aceras cercanas, pero su tarea conjunta con la pick-up Chevrolet blanca que, sólo sobresale la cola de la caja sobre la rampa. Hasta que la Eco cruzó Terrazas, la Chevrolet salió en reversa. Al conductor de uniforme azul, no le apura que sólo uno de los faros delanteros encienda; su tarea es obligarme intencionalmente a frenar bloqueando mi carril.

La subcultura del linchamiento arraigó en nuestra sociedad. De mitos, a la absurda difamación que, repetida mil veces se hace verdad. “Son defensores de delincuentes”, la frase se acuñó 25 años atrás en esferas de gobierno, contra los derechos humanos y defensores. Se les considera entes alcahuetes a cuyo regazo corre todo criminal para evadir la justicia. Añejo que toda referencia a derechos humanos sea minimizada y mal vista, por infinidad de infractores que se liberan. La campaña dejó en el inconsciente colectivo el prejuicio contra todo lo relacionado a los derechos humanos. El debate divide a la sociedad. En 2010, con la Prevención de la Tortura, los 33 ombudsman del país evidenciaron errores; incompetencia, ignorancia e inexperiencia del gobierno. Preocupados, manifestaron rechazo e indignación. Se les llamó “tontos útiles a la delincuencia”. “No entendemos como un grupo político se organiza, gana elecciones presidenciales sabiendo que entre sus atribuciones está el cumplimiento de tratados, convenciones e instrumentos internacionales signados previamente por el Edo mexicano sus respectivas comisiones internas, para después desconocerlas, ningunearlas e insultarlas sin más.