/ miércoles 8 de noviembre de 2023

Espejos de vida | Tradición ancestral

A partir de la última semana de octubre, México se viste de colores otoñales, la flor de cempasúchil impregna los sentidos, su función es ayudar a los muertos a encontrar su camino, hay altares, catrinas, ofrendas, calaveritas literarias y de azúcar, velas, pan de muerto, celebraciones artísticas y culturales, los cementerios también son vestidos de gala, para recibir a los miles de invitados que circulan por sus pasillos hasta llegar a las tumbas donde descansan sus deudos; los acordes y notas musicales circulan por el aire, ya sea llevando letra y música melancólica o muy alegre, se limpian y remarcan las inscripciones, se comparte el pan y la sal, porque, el primero y dos de noviembre, son fechas para festejar, para recordar a quienes estuvieron en este plano terrenal y en esos días en especial, se conmemora, no su muerte, sino las memorias y huellas que dejaron por su paso en la tierra.

Estas festividades no son al libre albedrío, están pletóricas de elementos históricos y culturales que son parte de nuestra misma existencia como país, tienen sus raíces cimentadas desde antes de la conquista. La cultura de los Aztecas pobló el antiguo Tenochtitlán, —lugar de la tuna de piedra—, actualmente Ciudad de México. Ellos profesaban sus propias creencias y formas de percibir la vida y la muerte. Decían que había ocho niveles en el inframundo, con un sinfín de obstáculos que debían de enfrentar para pasar al siguiente, desde aguas caudalosas, montañas en movimiento, cerro de navajas, vientos funestos de obsidiana, lugar donde los muertos volaban como banderas, tormenta de flechas, bestias devoradoras de corazones, lugar de tinieblas y ciegos, hasta llegar al noveno, denominado “Mictlán” —lugar de muertos— donde finalmente podrían descansar en paz.

Estas tradiciones y folclore cultural de México, —además de sus bellezas geográficas y delicias gastronómicas—le han permitido ser reconocido a nivel mundial, atrayendo millones de turistas que quieren conocer y vivir estas experiencias tan significativas; por lo que los distintos niveles gubernamentales, en coordinación con los educativos, se han encargado de seguir difundiendo, cultivando y promoviendo su puesta en práctica, de tal manera, que es común que emitan concursos de catrines y catrinas, desfiles por las principales calles de la ciudad, donde se hace gala del ingenio y creatividad en maquillajes y vestuarios; altares de muertos, adornos en plazas y lugares emblemáticos de la ciudad, puestas en escena, como “Platicando con los muertos”, que se ha implementado en esta localidad, desde el año 2012, en el histórico panteón de Dolores.

La Escuela Normal Experimental Miguel Hidalgo, que es una institución formadora por excelencia, tuvo a bien organizar un evento en la estación ferroviaria, donde además de presentar un festival literario musical, se personificó y explicó cada uno de los nueve niveles del inframundo, para que el público asistente tuviera un acercamiento, recordatorio y comprensión sobre los símbolos representativos.

Hoy en día, cada pueblo y rincón del país sigue viviendo estas tradiciones, con algunas modificaciones y adecuaciones propias, pero sin perder el origen y distintivo que las hace muy propias. La pregunta central que ha dado origen a estas tradiciones data desde la génesis de los tiempos. ¿A dónde van los muertos? ¿Hay vida después de la muerte?

Como dijo el premio Nobel de literatura Octavio Paz: “Nuestro culto a la muerte es culto a la vida, del mismo modo que el amor, que es hambre de vida, es anhelo de muerte”.

Maestra Cuquis Sandoval Olivas

A partir de la última semana de octubre, México se viste de colores otoñales, la flor de cempasúchil impregna los sentidos, su función es ayudar a los muertos a encontrar su camino, hay altares, catrinas, ofrendas, calaveritas literarias y de azúcar, velas, pan de muerto, celebraciones artísticas y culturales, los cementerios también son vestidos de gala, para recibir a los miles de invitados que circulan por sus pasillos hasta llegar a las tumbas donde descansan sus deudos; los acordes y notas musicales circulan por el aire, ya sea llevando letra y música melancólica o muy alegre, se limpian y remarcan las inscripciones, se comparte el pan y la sal, porque, el primero y dos de noviembre, son fechas para festejar, para recordar a quienes estuvieron en este plano terrenal y en esos días en especial, se conmemora, no su muerte, sino las memorias y huellas que dejaron por su paso en la tierra.

Estas festividades no son al libre albedrío, están pletóricas de elementos históricos y culturales que son parte de nuestra misma existencia como país, tienen sus raíces cimentadas desde antes de la conquista. La cultura de los Aztecas pobló el antiguo Tenochtitlán, —lugar de la tuna de piedra—, actualmente Ciudad de México. Ellos profesaban sus propias creencias y formas de percibir la vida y la muerte. Decían que había ocho niveles en el inframundo, con un sinfín de obstáculos que debían de enfrentar para pasar al siguiente, desde aguas caudalosas, montañas en movimiento, cerro de navajas, vientos funestos de obsidiana, lugar donde los muertos volaban como banderas, tormenta de flechas, bestias devoradoras de corazones, lugar de tinieblas y ciegos, hasta llegar al noveno, denominado “Mictlán” —lugar de muertos— donde finalmente podrían descansar en paz.

Estas tradiciones y folclore cultural de México, —además de sus bellezas geográficas y delicias gastronómicas—le han permitido ser reconocido a nivel mundial, atrayendo millones de turistas que quieren conocer y vivir estas experiencias tan significativas; por lo que los distintos niveles gubernamentales, en coordinación con los educativos, se han encargado de seguir difundiendo, cultivando y promoviendo su puesta en práctica, de tal manera, que es común que emitan concursos de catrines y catrinas, desfiles por las principales calles de la ciudad, donde se hace gala del ingenio y creatividad en maquillajes y vestuarios; altares de muertos, adornos en plazas y lugares emblemáticos de la ciudad, puestas en escena, como “Platicando con los muertos”, que se ha implementado en esta localidad, desde el año 2012, en el histórico panteón de Dolores.

La Escuela Normal Experimental Miguel Hidalgo, que es una institución formadora por excelencia, tuvo a bien organizar un evento en la estación ferroviaria, donde además de presentar un festival literario musical, se personificó y explicó cada uno de los nueve niveles del inframundo, para que el público asistente tuviera un acercamiento, recordatorio y comprensión sobre los símbolos representativos.

Hoy en día, cada pueblo y rincón del país sigue viviendo estas tradiciones, con algunas modificaciones y adecuaciones propias, pero sin perder el origen y distintivo que las hace muy propias. La pregunta central que ha dado origen a estas tradiciones data desde la génesis de los tiempos. ¿A dónde van los muertos? ¿Hay vida después de la muerte?

Como dijo el premio Nobel de literatura Octavio Paz: “Nuestro culto a la muerte es culto a la vida, del mismo modo que el amor, que es hambre de vida, es anhelo de muerte”.

Maestra Cuquis Sandoval Olivas