/ viernes 5 de abril de 2024

Espejos de vida / Vacaciones

El final del viaje no es el destino, sino los contratiempos y recuerdos que se crean en el camino». Penelope Riley

El calendario Gregoriano marca doce meses con una duración muy similar en cada uno de estos, englobando las cuatro estaciones del año, con las características propias de clima y celebraciones específicas, tanto a nivel local, nacional, internacional o mundial.

Siendo así, como en lo concerniente al sistema educativo mexicano, que el calendario marca tres recesos vacacionales durante el ciclo escolar, tanto para los trabajadores de la educación, como para todo el alumnado.

Quién está inserto en el mundo laboral, por ley se le asignan estos periodos de descanso, donde es posible hacer un alto en las actividades cotidianas, visitar a familiares y amistades que residen en otro espacio o simplemente, disfrutar del placer al no tener un horario específico que atender.

Estos respiros abren la puerta a otros canales de percepción, los sentidos se expanden al disponer de más tiempo para admirar y gozar los beneficios de la naturaleza, de preparar y disfrutar los platillos culinarios propios de la temporada, dormir y descansar por periodos más prolongados, entre otras muchas actividades que se realizan con beneplácito, sirviendo además como atenuantes para bajar el estado de alerta, ansiedad y los niveles de estrés acumulado, y que se convierten en un bálsamo para sanar las emociones.

Cada familia visualiza y aprovecha estos tiempos, de acuerdo a sus posibilidades, coincidiendo en la buenaventura al utilizarlos en su gran mayoría, para reforzar los vínculos de afecto, consolidar los canales de amor, comunicación y convivencia entre su entorno personal e inmediato.

Quien no tiene la posibilidad económica para viajar fuera de su lugar de residencia, puede hacer otras tantas actividades que finalmente, sirven para atender los propósitos fundamentales: descansar, renovar energías y reforzar los eslabones del amor.

Indudablemente los cambios son parte inherente de nuestro paso por la vida. Mi niñez transcurrió por los años sesenta, no había la posibilidad de viajar a la playa o a otros lugares turísticos, pero en vacaciones, recibíamos en casa a familiares, o en su defecto, podíamos pasar días en casa de tíos, conviviendo al máximo con los primos, hacíamos excursiones al río, caminatas al cerro, contiendas deportivas, entre otras muchas más actividades que dejaron una huella imborrable en mi memoria.

Hoy en día, siguen estando disponibles esas opciones para compartir y convivir en familia: leer y comentar un libro, ver una película, hacer una fogata en el patio, contar cuentos y leyendas, recrear las historias familiares con el apoyo de los álbumes fotográficos, juegos de mesa, pijamadas, entre otras actividades diversas que llevan a construir recuerdos que duran de por vida.

El mejor regalo que podemos dar a la familia, es precisamente, nuestro tiempo, cuidado, amor y atención.

Termino con una frase de David Brenner: “No es la cantidad de tiempo que pasas en un lugar lo que lo hace memorable, es la forma en que pasas el tiempo”.

Maestra Cuquis Sandoval Olivas

El final del viaje no es el destino, sino los contratiempos y recuerdos que se crean en el camino». Penelope Riley

El calendario Gregoriano marca doce meses con una duración muy similar en cada uno de estos, englobando las cuatro estaciones del año, con las características propias de clima y celebraciones específicas, tanto a nivel local, nacional, internacional o mundial.

Siendo así, como en lo concerniente al sistema educativo mexicano, que el calendario marca tres recesos vacacionales durante el ciclo escolar, tanto para los trabajadores de la educación, como para todo el alumnado.

Quién está inserto en el mundo laboral, por ley se le asignan estos periodos de descanso, donde es posible hacer un alto en las actividades cotidianas, visitar a familiares y amistades que residen en otro espacio o simplemente, disfrutar del placer al no tener un horario específico que atender.

Estos respiros abren la puerta a otros canales de percepción, los sentidos se expanden al disponer de más tiempo para admirar y gozar los beneficios de la naturaleza, de preparar y disfrutar los platillos culinarios propios de la temporada, dormir y descansar por periodos más prolongados, entre otras muchas actividades que se realizan con beneplácito, sirviendo además como atenuantes para bajar el estado de alerta, ansiedad y los niveles de estrés acumulado, y que se convierten en un bálsamo para sanar las emociones.

Cada familia visualiza y aprovecha estos tiempos, de acuerdo a sus posibilidades, coincidiendo en la buenaventura al utilizarlos en su gran mayoría, para reforzar los vínculos de afecto, consolidar los canales de amor, comunicación y convivencia entre su entorno personal e inmediato.

Quien no tiene la posibilidad económica para viajar fuera de su lugar de residencia, puede hacer otras tantas actividades que finalmente, sirven para atender los propósitos fundamentales: descansar, renovar energías y reforzar los eslabones del amor.

Indudablemente los cambios son parte inherente de nuestro paso por la vida. Mi niñez transcurrió por los años sesenta, no había la posibilidad de viajar a la playa o a otros lugares turísticos, pero en vacaciones, recibíamos en casa a familiares, o en su defecto, podíamos pasar días en casa de tíos, conviviendo al máximo con los primos, hacíamos excursiones al río, caminatas al cerro, contiendas deportivas, entre otras muchas más actividades que dejaron una huella imborrable en mi memoria.

Hoy en día, siguen estando disponibles esas opciones para compartir y convivir en familia: leer y comentar un libro, ver una película, hacer una fogata en el patio, contar cuentos y leyendas, recrear las historias familiares con el apoyo de los álbumes fotográficos, juegos de mesa, pijamadas, entre otras actividades diversas que llevan a construir recuerdos que duran de por vida.

El mejor regalo que podemos dar a la familia, es precisamente, nuestro tiempo, cuidado, amor y atención.

Termino con una frase de David Brenner: “No es la cantidad de tiempo que pasas en un lugar lo que lo hace memorable, es la forma en que pasas el tiempo”.

Maestra Cuquis Sandoval Olivas