/ domingo 31 de diciembre de 2023

Voces | El blues...

Storyville fue el nombre con que se conoció un distrito de la ciudad de Nueva Orleans, entre los años 1897 y 1917. Con una superficie de unas treinta y ocho manzanas, zona de prostitución tolerada, tomando su nombre del concejal del Ayuntamiento Sidney Story, a quien se debe el decreto que en 1897 aisló al barrio.

Todo ello generó trabajo para un gran número de músicos, pianistas, cantantes y bandas. Storyville se convirtió así en el motor de la nueva música. La música que dominaba eran ritmos como el ole, el down-to-earth, los low-down-blues, el hot en definitiva.4 Muchas de las orquestas del primitivo jazz, tomaron su nombre de los locales en los que estaban contratadas (Tuxedo Brass Band, por ejemplo) y muchos de los temas clásicos de jazz, se referían a locales o lugares de Storyville: Royal Garden Blues, Mahogany Hall Stomp, Basin Street Blues...

El Arlington Annex, situado en la esquina de las calles Customhouse y Basin. Allí, entre otras cosas, se podía comprar por 25 centavos el último número del Blue Book, una guía con las direcciones de las prostitutas de la ciudad y de sus maisons, de los chateaux, de los palaces, que se vendía en barberías, tabernas y estaciones de ferrocarril por toda la zona. En sus páginas se podían leer incluso los comunicados de las dos grandes administradoras del vicio de Nueva Orleans: Lulu White (la "reina de los diamantes") y la "Condesa" Willie Piazza.

La lista de direcciones del Blue Book era larga. En 1910 había en el barrio rojo casi doscientas casas de placer, que iban desde los tenebrosos cribs, alojamientos de una sola habitación con una inquilina en venta por medio dólar, hasta los burdeles de lujo que formaban una hilera de elegantes casas a lo largo de Basin Street donde un servicio no bajaba de diez dólares. Luego estaban los cabarets, las salas de baile, los garitos, innumerables honky tonks y muchas "escuelas de baile" donde, para tener derecho a unas vueltas de schottische o de vals con una taxi girl era necesario pedir una botella de cerveza. En Storyville, las más apreciadas huéspedes de los burdeles eran las llamadas octoroons; es decir, cuarteronas con sólo un octavo de sangre negra.

Los locales de Storyville fueron las incubadoras del jazz. Se tocaba por todas partes; en los burdeles más o menos elegantes, donde sólo actuaba un pianista o como máximo un trío, preferidos por ser poco ruidosos; en los cabarets y en las salas de baile, quienes tocaban habitualmente eran grupos de siete u ocho elementos: una o dos cornetas, un clarinete, un trombón, a veces un violín y luego los ritmos: un banjo o una guitarra, un contrabajo o una tuba baja y una batería.

Había mucha música en la ciudad, pero para los que tocaban había poco dinero. Así, durante el día, los músicos debían arreglarse desempeñando los trabajos más humildes: albañiles, cargadores de fardos en las embarcaciones del Misisipi, carpinteros y obreros de alguna fábrica de cigarros. Casi todos eran musicalmente autodidactas.

Una de las orquestas más activas de aquellos frenéticos años era la de Edward "Kid" Ory, un trombonista criollo nacido en Laplace, Louisiana, en 1886. También debemos mencionar a Jelly Roll Morton, uno de los primeros en hacer conocer la música de Nueva Orleans en Nueva York, Chicago y Los Ángeles. Morton fue el primero de los grandes pianistas del jazz; aquel en cuyas grabaciones es más fácil descubrir la ascendencia del ragtime y recoger ciertos aromas franceses y españoles que caracterizaron a la primera música de la ciudad del Mississippi.

Y ahí en medio de ese caos surge involuntario como estornudo: “El Blues….

…Quien canta el blues está sentado en la profunda cueva y pide auxilio”. El blues trata de muchas cosas que se han perdido: un amor perdido y una dicha perdida o la dignidad humana perdida con frecuencia se refiere a ello como a través de una malla de ironía.

La simultaneidad de tristeza y humor es característica del blues. Se canta como si aquello sobre lo que se canta se hiciera más soportable al no tomarse enteramente en serio, y al descubrirse incluso en la situación más desesperada algo que tenga gracia. A veces lo cómico está en que la desgracia que se tiene es tan inimaginable que no es posible expresarla con palabras que respondan a una sintaxis correcta. Y siempre hay esperanza en el blues. “Algún día el sol brillará también en mi vecindario”.

Dr. Jorge Peña Rivera | Cirujano Dentista

Storyville fue el nombre con que se conoció un distrito de la ciudad de Nueva Orleans, entre los años 1897 y 1917. Con una superficie de unas treinta y ocho manzanas, zona de prostitución tolerada, tomando su nombre del concejal del Ayuntamiento Sidney Story, a quien se debe el decreto que en 1897 aisló al barrio.

Todo ello generó trabajo para un gran número de músicos, pianistas, cantantes y bandas. Storyville se convirtió así en el motor de la nueva música. La música que dominaba eran ritmos como el ole, el down-to-earth, los low-down-blues, el hot en definitiva.4 Muchas de las orquestas del primitivo jazz, tomaron su nombre de los locales en los que estaban contratadas (Tuxedo Brass Band, por ejemplo) y muchos de los temas clásicos de jazz, se referían a locales o lugares de Storyville: Royal Garden Blues, Mahogany Hall Stomp, Basin Street Blues...

El Arlington Annex, situado en la esquina de las calles Customhouse y Basin. Allí, entre otras cosas, se podía comprar por 25 centavos el último número del Blue Book, una guía con las direcciones de las prostitutas de la ciudad y de sus maisons, de los chateaux, de los palaces, que se vendía en barberías, tabernas y estaciones de ferrocarril por toda la zona. En sus páginas se podían leer incluso los comunicados de las dos grandes administradoras del vicio de Nueva Orleans: Lulu White (la "reina de los diamantes") y la "Condesa" Willie Piazza.

La lista de direcciones del Blue Book era larga. En 1910 había en el barrio rojo casi doscientas casas de placer, que iban desde los tenebrosos cribs, alojamientos de una sola habitación con una inquilina en venta por medio dólar, hasta los burdeles de lujo que formaban una hilera de elegantes casas a lo largo de Basin Street donde un servicio no bajaba de diez dólares. Luego estaban los cabarets, las salas de baile, los garitos, innumerables honky tonks y muchas "escuelas de baile" donde, para tener derecho a unas vueltas de schottische o de vals con una taxi girl era necesario pedir una botella de cerveza. En Storyville, las más apreciadas huéspedes de los burdeles eran las llamadas octoroons; es decir, cuarteronas con sólo un octavo de sangre negra.

Los locales de Storyville fueron las incubadoras del jazz. Se tocaba por todas partes; en los burdeles más o menos elegantes, donde sólo actuaba un pianista o como máximo un trío, preferidos por ser poco ruidosos; en los cabarets y en las salas de baile, quienes tocaban habitualmente eran grupos de siete u ocho elementos: una o dos cornetas, un clarinete, un trombón, a veces un violín y luego los ritmos: un banjo o una guitarra, un contrabajo o una tuba baja y una batería.

Había mucha música en la ciudad, pero para los que tocaban había poco dinero. Así, durante el día, los músicos debían arreglarse desempeñando los trabajos más humildes: albañiles, cargadores de fardos en las embarcaciones del Misisipi, carpinteros y obreros de alguna fábrica de cigarros. Casi todos eran musicalmente autodidactas.

Una de las orquestas más activas de aquellos frenéticos años era la de Edward "Kid" Ory, un trombonista criollo nacido en Laplace, Louisiana, en 1886. También debemos mencionar a Jelly Roll Morton, uno de los primeros en hacer conocer la música de Nueva Orleans en Nueva York, Chicago y Los Ángeles. Morton fue el primero de los grandes pianistas del jazz; aquel en cuyas grabaciones es más fácil descubrir la ascendencia del ragtime y recoger ciertos aromas franceses y españoles que caracterizaron a la primera música de la ciudad del Mississippi.

Y ahí en medio de ese caos surge involuntario como estornudo: “El Blues….

…Quien canta el blues está sentado en la profunda cueva y pide auxilio”. El blues trata de muchas cosas que se han perdido: un amor perdido y una dicha perdida o la dignidad humana perdida con frecuencia se refiere a ello como a través de una malla de ironía.

La simultaneidad de tristeza y humor es característica del blues. Se canta como si aquello sobre lo que se canta se hiciera más soportable al no tomarse enteramente en serio, y al descubrirse incluso en la situación más desesperada algo que tenga gracia. A veces lo cómico está en que la desgracia que se tiene es tan inimaginable que no es posible expresarla con palabras que respondan a una sintaxis correcta. Y siempre hay esperanza en el blues. “Algún día el sol brillará también en mi vecindario”.

Dr. Jorge Peña Rivera | Cirujano Dentista