/ viernes 22 de octubre de 2021

Espejos de vida | Educación y cambios

Sin lugar a dudas, el cambio es una constante, se produce cada instante sin siquiera percibirlo, hasta que este es demasiado notorio. Desde el momento de nuestra gestación, hay cambios y desarrollo; al nacer, dependemos totalmente de nuestros cuidadores y del entorno que nos rodea, pero a medida que crecemos, el contexto se va ampliando y es necesario conocer no solo lo familiar e inmediato, sino también volver la vista al retrovisor del pasado, para encontrar significados en el mundo que nos rodea, valorar el presente y tener una visión más diáfana del futuro.

De esa manera, la familia se convierte en parte inherente de la formación inicial de cada individuo, aporta las bases para la construcción de identidad, moralidad, normativa y valores propios de la convivencia; tiende puentes que sirven como andamiaje para toda la vida, ya que es eje nuclear del manejo de las emociones, por lo que se reconoce como promotora de entornos propicios o destructivos en la formación del carácter y personalidad.

Es dentro de la familia donde se adquiere el lenguaje y se desarrolla la comunicación, a través de estas interacciones, se trasmiten sentimientos, filiaciones, conocimientos; es un proceso simbólico transaccional que abre puertas y ventanas a las múltiples interrogantes que emergen en búsqueda de respuestas, al ir conformando la relación que existe entre el yo y la relación con la otredad, reconocer la evolución y desarrollo de la humanidad.

En la medida que el infante va creciendo, su interacción con otras personas aumenta, ya no depende solo del ambiente familiar inmediato, sino que va expandiendo su convivencia a otros contextos, que influyen directa o indirectamente de manera informal en su aprendizaje y apreciación del mundo.

La escuela, se convierte posteriormente en un agente formal que comparte la corresponsabilidad de formación y socialización ciudadana.

La curricula escolar se diseña por expertos en diversas ramas del conocimiento, tanto para dar respuesta a las demandas inherentes psicológicas, pedagógicas y sociales del individuo que aprende como del contexto en que se desenvuelve. Las asignaturas y carga horaria, traen como objetivo ir expandiendo el universo del conocimiento y hacer partícipes de los eventos que han marcado la historia colectiva de la humanidad.

Es así, como puede reconocerse la importancia de la triangulación de los distintos agentes educativos: familia, escuela y contenidos, triada que proporciona intercambios intencionados al aprendizaje de nuevos conocimientos y buscan incidir en el desarrollo de las estructuras cognitivas, socio afectivas y comunicativas del aprendiz.

Este trinomio conlleva la responsabilidad de desarrollar las competencias para la vida enunciadas por Jack Delors en 1994, como los cuatro pilares de la educación: Aprender a Conocer, aprender a Hacer, aprender a Convivir y aprender a Ser. Reconociendo la necesidad de adquirir una cultura general amplia, poner en práctica los conocimientos, privilegiando el trabajo colaborativo, aprendiendo a respetar las diferencias, practicar los valores y la convivencia pacífica y finalmente el Ser, entendido como cuerpo, mente, alma, espíritu, inteligencia y sensibilidad de cada individuo.

La última década del siglo pasado presentó cambios vertiginosos en todas sus facetas; a partir de 1993, se han desplegado una cascada de reformas educativas que buscan dar respuesta a la formación que demanda el ciudadano del siglo XXI. Porque la escuela además de incidir en la formación intelectual de los individuos, ha de prepararlos para enfrentar los nuevos retos tanto de índole cognitiva como moral y afectiva.

El nuevo milenio ha acelerado su velocidad y el cambio más grande que actualmente enfrentamos es el aprender a vivir en medio de una pandemia que por casi dos años ha azotado sin piedad.


María del Refugio Sandoval Olivas | Maestra



Sin lugar a dudas, el cambio es una constante, se produce cada instante sin siquiera percibirlo, hasta que este es demasiado notorio. Desde el momento de nuestra gestación, hay cambios y desarrollo; al nacer, dependemos totalmente de nuestros cuidadores y del entorno que nos rodea, pero a medida que crecemos, el contexto se va ampliando y es necesario conocer no solo lo familiar e inmediato, sino también volver la vista al retrovisor del pasado, para encontrar significados en el mundo que nos rodea, valorar el presente y tener una visión más diáfana del futuro.

De esa manera, la familia se convierte en parte inherente de la formación inicial de cada individuo, aporta las bases para la construcción de identidad, moralidad, normativa y valores propios de la convivencia; tiende puentes que sirven como andamiaje para toda la vida, ya que es eje nuclear del manejo de las emociones, por lo que se reconoce como promotora de entornos propicios o destructivos en la formación del carácter y personalidad.

Es dentro de la familia donde se adquiere el lenguaje y se desarrolla la comunicación, a través de estas interacciones, se trasmiten sentimientos, filiaciones, conocimientos; es un proceso simbólico transaccional que abre puertas y ventanas a las múltiples interrogantes que emergen en búsqueda de respuestas, al ir conformando la relación que existe entre el yo y la relación con la otredad, reconocer la evolución y desarrollo de la humanidad.

En la medida que el infante va creciendo, su interacción con otras personas aumenta, ya no depende solo del ambiente familiar inmediato, sino que va expandiendo su convivencia a otros contextos, que influyen directa o indirectamente de manera informal en su aprendizaje y apreciación del mundo.

La escuela, se convierte posteriormente en un agente formal que comparte la corresponsabilidad de formación y socialización ciudadana.

La curricula escolar se diseña por expertos en diversas ramas del conocimiento, tanto para dar respuesta a las demandas inherentes psicológicas, pedagógicas y sociales del individuo que aprende como del contexto en que se desenvuelve. Las asignaturas y carga horaria, traen como objetivo ir expandiendo el universo del conocimiento y hacer partícipes de los eventos que han marcado la historia colectiva de la humanidad.

Es así, como puede reconocerse la importancia de la triangulación de los distintos agentes educativos: familia, escuela y contenidos, triada que proporciona intercambios intencionados al aprendizaje de nuevos conocimientos y buscan incidir en el desarrollo de las estructuras cognitivas, socio afectivas y comunicativas del aprendiz.

Este trinomio conlleva la responsabilidad de desarrollar las competencias para la vida enunciadas por Jack Delors en 1994, como los cuatro pilares de la educación: Aprender a Conocer, aprender a Hacer, aprender a Convivir y aprender a Ser. Reconociendo la necesidad de adquirir una cultura general amplia, poner en práctica los conocimientos, privilegiando el trabajo colaborativo, aprendiendo a respetar las diferencias, practicar los valores y la convivencia pacífica y finalmente el Ser, entendido como cuerpo, mente, alma, espíritu, inteligencia y sensibilidad de cada individuo.

La última década del siglo pasado presentó cambios vertiginosos en todas sus facetas; a partir de 1993, se han desplegado una cascada de reformas educativas que buscan dar respuesta a la formación que demanda el ciudadano del siglo XXI. Porque la escuela además de incidir en la formación intelectual de los individuos, ha de prepararlos para enfrentar los nuevos retos tanto de índole cognitiva como moral y afectiva.

El nuevo milenio ha acelerado su velocidad y el cambio más grande que actualmente enfrentamos es el aprender a vivir en medio de una pandemia que por casi dos años ha azotado sin piedad.


María del Refugio Sandoval Olivas | Maestra