/ jueves 26 de septiembre de 2019

Tiempos de oscuridad

El tamaño exagerado de las sociedades en la actualidad, la primacía de los valores materiales, el egoísmo, la incredulidad sobre los liderazgos, la vida en comunidad y el naufragio social han derivado en una sensación subjetiva y bastante generalizada de soledad, oscuridad de nuestro tiempo y separación con los demás.

La oscuridad actual se manifiesta sobre todo en un ensimismamiento y bajo interés hacia nuestros congéneres. La soledad es el sentimiento que invade a la gente cada día. Una dinámica de la que todos participan, avalan y reconstruyen.

Se perdió el tiempo de los grupos nómadas que la vida dependía de la fuerza del grupo, donde todos se acompañaban y conocían, se perdió la gloria de las sociedades tribales, donde cada quien era importante porque desempeñaba una función dentro de la sociedad, vino el ocaso de los grandes imperios donde la fuerza quedaba clara en cada individuo, adiós a cada momento en el que la vida comunal se construía en la grandeza individual. Hoy estamos en el tiempo en el que parece que todo está hecho y donde nadie es necesario, vivimos tiempos grises para el individuo e incluso para el conjunto.

Estamos lejos, aunque se supone tenemos los medios para no estarlo. Estamos insatisfechos aunque parece que nada falta, estamos tristes sin saber por qué. Ese es el estado general de mucha gente en nuestro tiempo.

Los suicidios, la violencia, el despojo, son expresiones de evasión de esa soledad que apresa a las personas.

Indudablemente es necesaria una revolución de la esperanza, un nuevo orden social que de nuevo busque la integración de todos, nuevos gobiernos que vean por el bien de las personas y no por la foto o por resaltar a una sola figura.

Esta revolución que es necesaria, es un cambio de pensamiento y paradigmas. Las personas deben ser nuevamente el interés máximo de las acciones colectivas e individuales.

En lo personal cada uno debe recuperar el interés por la gente que le rodea, recuperar los viejos modales y hablar más, querer más, jugar más y disfrutar más.

Las tristezas internas se disipan cuando cuidamos de otros y les demostramos nuestro aprecio y dejamos el auto compadecimiento de lado.

Nuestras alegrías deben centrarse en lo positivo que construimos y no en las cosas que adquirimos. Revolucionemos a la humanidad pensando más en nuestra comunidad y menos en nuestros miedos, atrevámonos a dejar la tristeza, la desesperación o el enojo a un lado y remplazarlo por una nueva luz que traiga más sonrisas a nuestro rededor.

Atrévete a ser tú la primera chispa de un cambio que todos quieren.

El tamaño exagerado de las sociedades en la actualidad, la primacía de los valores materiales, el egoísmo, la incredulidad sobre los liderazgos, la vida en comunidad y el naufragio social han derivado en una sensación subjetiva y bastante generalizada de soledad, oscuridad de nuestro tiempo y separación con los demás.

La oscuridad actual se manifiesta sobre todo en un ensimismamiento y bajo interés hacia nuestros congéneres. La soledad es el sentimiento que invade a la gente cada día. Una dinámica de la que todos participan, avalan y reconstruyen.

Se perdió el tiempo de los grupos nómadas que la vida dependía de la fuerza del grupo, donde todos se acompañaban y conocían, se perdió la gloria de las sociedades tribales, donde cada quien era importante porque desempeñaba una función dentro de la sociedad, vino el ocaso de los grandes imperios donde la fuerza quedaba clara en cada individuo, adiós a cada momento en el que la vida comunal se construía en la grandeza individual. Hoy estamos en el tiempo en el que parece que todo está hecho y donde nadie es necesario, vivimos tiempos grises para el individuo e incluso para el conjunto.

Estamos lejos, aunque se supone tenemos los medios para no estarlo. Estamos insatisfechos aunque parece que nada falta, estamos tristes sin saber por qué. Ese es el estado general de mucha gente en nuestro tiempo.

Los suicidios, la violencia, el despojo, son expresiones de evasión de esa soledad que apresa a las personas.

Indudablemente es necesaria una revolución de la esperanza, un nuevo orden social que de nuevo busque la integración de todos, nuevos gobiernos que vean por el bien de las personas y no por la foto o por resaltar a una sola figura.

Esta revolución que es necesaria, es un cambio de pensamiento y paradigmas. Las personas deben ser nuevamente el interés máximo de las acciones colectivas e individuales.

En lo personal cada uno debe recuperar el interés por la gente que le rodea, recuperar los viejos modales y hablar más, querer más, jugar más y disfrutar más.

Las tristezas internas se disipan cuando cuidamos de otros y les demostramos nuestro aprecio y dejamos el auto compadecimiento de lado.

Nuestras alegrías deben centrarse en lo positivo que construimos y no en las cosas que adquirimos. Revolucionemos a la humanidad pensando más en nuestra comunidad y menos en nuestros miedos, atrevámonos a dejar la tristeza, la desesperación o el enojo a un lado y remplazarlo por una nueva luz que traiga más sonrisas a nuestro rededor.

Atrévete a ser tú la primera chispa de un cambio que todos quieren.