/ sábado 13 de octubre de 2018

Pipo El Sordo

Wenceslao Gañís es un parralense veterano de las lides políticas desde la década de los 60’s, por falta de comunicación no pudo estar en el ataque al Cuartel de Madera, el mensaje encriptado que recibió la mañana del 23 de Septiembre de 1965 le llegó ya demasiado tarde y le impidió estar con sus compañeros en aquella gesta, ahora en su caminar arrastra la pierna derecha, como una señal de la sentencia propinada por un elemento del grupo de choque llamado los Halcones, en la Plaza de las Tres Culturas en aquel trágico Octubre del 68, golpe que le salvó la vida, ya que al quedar inmóvil, las balas lanzadas desde el edificio Chihuahua dieron blanco en un compañero que cayó sobre el muerto y lo libró de los disparos, en la emboscada como pudo se levantó después del cese de la metralla y por los laberintos de los edificios de Tlatelolco tomó rumbo a La Merced, donde una familia lo rescató de los militares que peinaban la zona, así duró tres días escondido hasta que la persecución terminó.

Egresado de la Normal de Salaices, siguió su lucha social siempre reprimido por un sistema que utiliza francotiradores de todo tipo para eliminar a sus oponentes, ahora vive en Parral, a sus 75 años sus pies, ya no le responden como él quisiera, cada Octubre puntual una reuma le llega a sus piernas anunciando las noches y amaneceres frescos, pero también le recuerdan el paisaje más dramático de su vida, los frutos de su jubilación a veces le saben amargos, ya que en sus tribulaciones se culpa a sí mismo de ser parte de una generación perdida, que poco o nada hizo por derrocar un sistema político corrupto, no quiere saber nada de partidos políticos, sobre todo de los de izquierda en donde antaño comulgaba con sus ideas gracias a su formación magisterial llena de conceptos marxistas- eninistas.

Sin embargo su interés por los grandes problemas nacionales no ha decaído, es un devorador diario de periódicos, en un dos por tres lee El Sol, Pipo es el que se lo surte, al llegar y tocar en su casa más que modesta, le abre Wenceslao y de inmediato le arrebata el periódico, un aniversario más de la noticia de los 43 normalistas desaparecidos lo afecta de sobremanera, cada vez que sucede un hecho así, una depresión e impotencia  lo invaden, “Cualquier manifestación política que atente contra este estado de complicidad entre narcos y políticos, va ser reprimida de la manera más cruel y brutal… no puede ser que sea una autoridad civil la que utilice y ordene a los cuerpos policiacos perpetrar estos actos”, con el cuerpo flácido se deja llevar para detenerse en una silla y llorar por sus colegas normalistas.

Levantando la cabeza, jalando aire ante un Pipo desconcertado, Wenceslao agrega: “De qué sirve festejar el 50 Aniversario de la Noche de Tlatelolco, si no se juzga a los culpables, no podemos utilizar el más sagrado concepto de la religión católica: El perdón, para iniciar una nueva era debemos ser autocríticos, no se puede el borrón y cuenta nueva, el pueblo ya le dijo a López Obrador: Queremos justicia, ni perdón, ni olvido, una y otra vez nos dice: que ya está harta de los políticos, sean quien sean… La pasividad y complicidad con la que han actuado todas las autoridades: Federales, estatales, municipales para protegerse unos a otros es vergonzosa y lo único que anuncia es que la dictadura perfecta de Vargas Llosa ya dejó de existir, para dar paso a una dictadura cruel e inhumana”.

En los lentes de Wenceslao se dejan ver lágrimas de apoyo hacia las familias de los desaparecidos, sabe dentro de su corazón que ya están muertos, su pasado así se lo dicta, como lo habrán de maquillar es lo que le preocupa, Pipo va tras de una servilleta para secar esa compasión, no hay nada más que hacer y, en un grito de desesperación Wenceslao al exclamar en el desierto, se grita a sí mismo: “¿Hasta cuándo vamos aguantar tanto despojo, tanta impunidad, hasta cuándo?... pero como dice mi Compadre: “No nos levantamos a las seis de la mañana, menos nos vamos a levantar en armas”.

Wenceslao Gañís es un parralense veterano de las lides políticas desde la década de los 60’s, por falta de comunicación no pudo estar en el ataque al Cuartel de Madera, el mensaje encriptado que recibió la mañana del 23 de Septiembre de 1965 le llegó ya demasiado tarde y le impidió estar con sus compañeros en aquella gesta, ahora en su caminar arrastra la pierna derecha, como una señal de la sentencia propinada por un elemento del grupo de choque llamado los Halcones, en la Plaza de las Tres Culturas en aquel trágico Octubre del 68, golpe que le salvó la vida, ya que al quedar inmóvil, las balas lanzadas desde el edificio Chihuahua dieron blanco en un compañero que cayó sobre el muerto y lo libró de los disparos, en la emboscada como pudo se levantó después del cese de la metralla y por los laberintos de los edificios de Tlatelolco tomó rumbo a La Merced, donde una familia lo rescató de los militares que peinaban la zona, así duró tres días escondido hasta que la persecución terminó.

Egresado de la Normal de Salaices, siguió su lucha social siempre reprimido por un sistema que utiliza francotiradores de todo tipo para eliminar a sus oponentes, ahora vive en Parral, a sus 75 años sus pies, ya no le responden como él quisiera, cada Octubre puntual una reuma le llega a sus piernas anunciando las noches y amaneceres frescos, pero también le recuerdan el paisaje más dramático de su vida, los frutos de su jubilación a veces le saben amargos, ya que en sus tribulaciones se culpa a sí mismo de ser parte de una generación perdida, que poco o nada hizo por derrocar un sistema político corrupto, no quiere saber nada de partidos políticos, sobre todo de los de izquierda en donde antaño comulgaba con sus ideas gracias a su formación magisterial llena de conceptos marxistas- eninistas.

Sin embargo su interés por los grandes problemas nacionales no ha decaído, es un devorador diario de periódicos, en un dos por tres lee El Sol, Pipo es el que se lo surte, al llegar y tocar en su casa más que modesta, le abre Wenceslao y de inmediato le arrebata el periódico, un aniversario más de la noticia de los 43 normalistas desaparecidos lo afecta de sobremanera, cada vez que sucede un hecho así, una depresión e impotencia  lo invaden, “Cualquier manifestación política que atente contra este estado de complicidad entre narcos y políticos, va ser reprimida de la manera más cruel y brutal… no puede ser que sea una autoridad civil la que utilice y ordene a los cuerpos policiacos perpetrar estos actos”, con el cuerpo flácido se deja llevar para detenerse en una silla y llorar por sus colegas normalistas.

Levantando la cabeza, jalando aire ante un Pipo desconcertado, Wenceslao agrega: “De qué sirve festejar el 50 Aniversario de la Noche de Tlatelolco, si no se juzga a los culpables, no podemos utilizar el más sagrado concepto de la religión católica: El perdón, para iniciar una nueva era debemos ser autocríticos, no se puede el borrón y cuenta nueva, el pueblo ya le dijo a López Obrador: Queremos justicia, ni perdón, ni olvido, una y otra vez nos dice: que ya está harta de los políticos, sean quien sean… La pasividad y complicidad con la que han actuado todas las autoridades: Federales, estatales, municipales para protegerse unos a otros es vergonzosa y lo único que anuncia es que la dictadura perfecta de Vargas Llosa ya dejó de existir, para dar paso a una dictadura cruel e inhumana”.

En los lentes de Wenceslao se dejan ver lágrimas de apoyo hacia las familias de los desaparecidos, sabe dentro de su corazón que ya están muertos, su pasado así se lo dicta, como lo habrán de maquillar es lo que le preocupa, Pipo va tras de una servilleta para secar esa compasión, no hay nada más que hacer y, en un grito de desesperación Wenceslao al exclamar en el desierto, se grita a sí mismo: “¿Hasta cuándo vamos aguantar tanto despojo, tanta impunidad, hasta cuándo?... pero como dice mi Compadre: “No nos levantamos a las seis de la mañana, menos nos vamos a levantar en armas”.

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