/ sábado 6 de abril de 2019

Pipo El Sordo

A Pipo El Sordo le arrastran los pies, los talones empiezan a danzar en pasos punzantes, le quedan pocos ejemplares de El Sol y quiere terminar antes de partir a la Colegio a liquidar, en su caminar llega a un restaurante, es obvio que la mesa de los cafeteros está enfrente de él, son personas ya de edad, mínimo seis décadas acumulan cada uno, calladamente llega a ofrecer el matutino, tiene suerte le compran, uno de ellos, es Joan de origen catalán, detecta el cansancio de Pipo, lo invita a sentarse. Para luego continuar con su alocución: “Siempre que me voy de viaje, siempre que emigro de Parral, ya sea de vacaciones, de negocios, siempre me acompaña Mi Árbol y Yo, en mis épocas de estudio de ida, de vuelta al Distrito Federal, la canción era un reflejo de lo que dejaba y esperaba encontrar, Alberto Cortez, supo en sus canciones reflejar todo lo que una generación vivimos”.

Los presentes, callan, meditan simulando estar en los funerales del argentino, Facundo de barba espesa, con lentes profundos y analíticos agrega: “Que me dices de: “Hasta el día de hoy, sólo fui lo que soy, "aprendiz de Quijote", he podido luchar y hasta a veces ganar, sin perder el bigote.
Ahora debo pensar que no pueden dejar de sonar las campanas, aunque tenga que hacer, más que hoy y que ayer...a partir de mañana”, Alberto Cortez nos ubicaba en nuestro espacio y tiempo, nos susurraba: “Hey solo eres un inmortal, los superhéroes solo existen en las películas”, Pipo no conoce las canciones de Cortez, no corresponde a esa generación, pero le interesa lo que está escuchando.

Joaquín que ya tiene varios días sin rasurarse, exhibiendo desaseo, no quiere quedarse atrás: “El vino puede sacar cosas que el hombre se calla. Pero... ¡qué lindo es el vino!, El que se bebe en la casa del que está limpio por dentro y tiene brillando el alma”, Cortez nos enseño a tomar como todo adolescente puberto, nos describía las etapas de la borrachera, nos desnudaba cuando nos empapábamos de alcohol, nos regresaba a casa intactos de golpes emocionales, para luego aventarnos tras de la mujer soñada así fuera prohibida: “Mi corazón no rechaza, Mariana, Nuestra pasión escondida, Más mi razón se la lleva, Mariana, Por ser la fruta prohibida”, Pipo los voltea a ver a todos, tienen la mirada perdida, tal vez buscando imágenes, rostros, anécdotas en el horizonte.

“Si alguien estuvo preparado para escribir su entierro, preparar su ida y acompañar a sus amigos en el viaje fue el: “Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”, Víctor Manuel con voz apagada pone su granito de arena en la lápida de Alberto Cortez, Belén su amiga y confidente de voz firme se una a la conversación: “Te llegará una rosa y día a día, será como quitarle al calendario, las hojas que nos faltan todavía para dejar de ser dos solitarios”, no se desde que Víctor y yo nos casamos, al momento de poner el acetato, cuando la aguja aterrizaba en los secretos, siempre Alberto estaba ahí, para unir nuestras diferencias con un gesto, con un verso”, Pipo no dice nada, los dolores han desaparecido, ya tiene más ánimos para continuar la jornada.

“Nos deja como herencia universal, la metáfora de Callejero: “Era callejero por derecho propio,
su filosofía de la libertad, fue ganar la suya sin atar a otros, y sobre los otros no pasar jamás”, Julio tranquilo subraya: “Con la simpleza del ejemplo de un perro, de ese personaje deambulante, Alberto Cortez nos dibuja la libertad sin cortapisa, la lejanía de la vanidad, porque ahora sí: “Nos dejó el espacio como testamento, lleno de nostalgia, lleno de emoción, vaga su recuerdo por los sentimientos, para derramarlos en esta canción”.

A Pipo El Sordo le arrastran los pies, los talones empiezan a danzar en pasos punzantes, le quedan pocos ejemplares de El Sol y quiere terminar antes de partir a la Colegio a liquidar, en su caminar llega a un restaurante, es obvio que la mesa de los cafeteros está enfrente de él, son personas ya de edad, mínimo seis décadas acumulan cada uno, calladamente llega a ofrecer el matutino, tiene suerte le compran, uno de ellos, es Joan de origen catalán, detecta el cansancio de Pipo, lo invita a sentarse. Para luego continuar con su alocución: “Siempre que me voy de viaje, siempre que emigro de Parral, ya sea de vacaciones, de negocios, siempre me acompaña Mi Árbol y Yo, en mis épocas de estudio de ida, de vuelta al Distrito Federal, la canción era un reflejo de lo que dejaba y esperaba encontrar, Alberto Cortez, supo en sus canciones reflejar todo lo que una generación vivimos”.

Los presentes, callan, meditan simulando estar en los funerales del argentino, Facundo de barba espesa, con lentes profundos y analíticos agrega: “Que me dices de: “Hasta el día de hoy, sólo fui lo que soy, "aprendiz de Quijote", he podido luchar y hasta a veces ganar, sin perder el bigote.
Ahora debo pensar que no pueden dejar de sonar las campanas, aunque tenga que hacer, más que hoy y que ayer...a partir de mañana”, Alberto Cortez nos ubicaba en nuestro espacio y tiempo, nos susurraba: “Hey solo eres un inmortal, los superhéroes solo existen en las películas”, Pipo no conoce las canciones de Cortez, no corresponde a esa generación, pero le interesa lo que está escuchando.

Joaquín que ya tiene varios días sin rasurarse, exhibiendo desaseo, no quiere quedarse atrás: “El vino puede sacar cosas que el hombre se calla. Pero... ¡qué lindo es el vino!, El que se bebe en la casa del que está limpio por dentro y tiene brillando el alma”, Cortez nos enseño a tomar como todo adolescente puberto, nos describía las etapas de la borrachera, nos desnudaba cuando nos empapábamos de alcohol, nos regresaba a casa intactos de golpes emocionales, para luego aventarnos tras de la mujer soñada así fuera prohibida: “Mi corazón no rechaza, Mariana, Nuestra pasión escondida, Más mi razón se la lleva, Mariana, Por ser la fruta prohibida”, Pipo los voltea a ver a todos, tienen la mirada perdida, tal vez buscando imágenes, rostros, anécdotas en el horizonte.

“Si alguien estuvo preparado para escribir su entierro, preparar su ida y acompañar a sus amigos en el viaje fue el: “Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”, Víctor Manuel con voz apagada pone su granito de arena en la lápida de Alberto Cortez, Belén su amiga y confidente de voz firme se una a la conversación: “Te llegará una rosa y día a día, será como quitarle al calendario, las hojas que nos faltan todavía para dejar de ser dos solitarios”, no se desde que Víctor y yo nos casamos, al momento de poner el acetato, cuando la aguja aterrizaba en los secretos, siempre Alberto estaba ahí, para unir nuestras diferencias con un gesto, con un verso”, Pipo no dice nada, los dolores han desaparecido, ya tiene más ánimos para continuar la jornada.

“Nos deja como herencia universal, la metáfora de Callejero: “Era callejero por derecho propio,
su filosofía de la libertad, fue ganar la suya sin atar a otros, y sobre los otros no pasar jamás”, Julio tranquilo subraya: “Con la simpleza del ejemplo de un perro, de ese personaje deambulante, Alberto Cortez nos dibuja la libertad sin cortapisa, la lejanía de la vanidad, porque ahora sí: “Nos dejó el espacio como testamento, lleno de nostalgia, lleno de emoción, vaga su recuerdo por los sentimientos, para derramarlos en esta canción”.

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