/ viernes 29 de mayo de 2020

Falacias en política

La política moderna se nutre de malos razonamientos, pobres e inexactos. No sé si será porque nuestros políticos regularmente no están educados y son adaptaciones pragmáticas de las necesidades populares, o bien por que han entendido que ante las mentes perezosas más vale razonar de forma simplona.

Sobre el tema de los errores del razonamiento hay que demarcar con claridad que quien lleva mayor responsabilidad no es quien razona de manera defectuosa sino quien le cree o acciona con base a razonamientos defectuosos. Una persona educada en el arte de pensar nuca se dejará llevar por el canto de las sirenas, sus respuestas ramplonas, propuestas sin fondo o amenazas emotivas.

En el presente escrito rescataré algunas de las falacias argumentativas más socorridas por los actores políticos de nuestro país, y me gustaría que en lo sucesivo; amigo lector se entrenara para observarlas y desecharlas.

Debo comenzar por definir a la falacia argumentativa como un razonamiento defectuoso. Una falacia no es una mentira (al menos no necesariamente). Una falacia es un argumento mal construido o bien porque sus ideas son ambiguas, o en su defecto porque no existe una relación contundente entre los componentes del argumento.

Existen estudios sistemáticos sobre las falacias y un argot muy definido en el estudio de la lógica para nombrarlas e identificarlas, pero son el objetivo de simplificar las cosas mencionaré algunos ejemplos con nombres alternativos que permitan ver con mayor nitidez.

El razonamiento emotivo; los políticos se desviven por hacernos sentir; culpa, enojo, esperanza, alegría y cualquier otra emoción antes que en presentar razonamientos convincentes, como buenas audiencias debemos aprender a discernir entre aquello que estoy sintiendo y lo que estoy pensando, con ello no admitir que la poesía y las bonitas metáforas influyan en el juicio personal para decidir, pues seguramente es bello que me digan que “somos la nación elegida por dios para traer la modernidad a este mundo”, pero no queda claro cuáles son las acciones necesarias para conseguir ese planteamiento.

El político ambivalente; es aquel que se aprovecha de conceptos tan inexactos como el de: democracia, justicia, valores, sueños, para engañar a la gente y hacerlos caminar con rumbos extraños. Ese que dice “somos la esperanza de México” no te dice con exactitud dónde termina el sendero.

El argumento radical; confronta a los buenos con los malos, a los justos con los injustos, a los tranzas con los rectos, sin dar espacio siquiera para reflexionar sobre la imposibilidad de la completa justicia o indecencia. Los conceptos son construcciones que regularmente solo retratan una parte de la realidad, pero difícilmente se aterrizan en algo concreto, no es posible por ejemplo hablar de la completa justicia o la completa injusticia en situaciones humanas.

El exagerado idealista; es quien intenta despegar la atención de los datos concretos y las acciones claras, es muy común que traten de llevarnos por las nubes del romanticismo y el idealismo y con ellos depositarnos en el lugar donde quieren.

Cuestionar y criticar son las formas más saludables de hacer política, educar nuestro pensamiento es la mejor manera de no caer en los embustes de las necesidades personales y las ambiciones desmedidas, no existen los extremos en nuestra realidad, pero si existe el recto pensar como camino a una mejor sociedad.



La política moderna se nutre de malos razonamientos, pobres e inexactos. No sé si será porque nuestros políticos regularmente no están educados y son adaptaciones pragmáticas de las necesidades populares, o bien por que han entendido que ante las mentes perezosas más vale razonar de forma simplona.

Sobre el tema de los errores del razonamiento hay que demarcar con claridad que quien lleva mayor responsabilidad no es quien razona de manera defectuosa sino quien le cree o acciona con base a razonamientos defectuosos. Una persona educada en el arte de pensar nuca se dejará llevar por el canto de las sirenas, sus respuestas ramplonas, propuestas sin fondo o amenazas emotivas.

En el presente escrito rescataré algunas de las falacias argumentativas más socorridas por los actores políticos de nuestro país, y me gustaría que en lo sucesivo; amigo lector se entrenara para observarlas y desecharlas.

Debo comenzar por definir a la falacia argumentativa como un razonamiento defectuoso. Una falacia no es una mentira (al menos no necesariamente). Una falacia es un argumento mal construido o bien porque sus ideas son ambiguas, o en su defecto porque no existe una relación contundente entre los componentes del argumento.

Existen estudios sistemáticos sobre las falacias y un argot muy definido en el estudio de la lógica para nombrarlas e identificarlas, pero son el objetivo de simplificar las cosas mencionaré algunos ejemplos con nombres alternativos que permitan ver con mayor nitidez.

El razonamiento emotivo; los políticos se desviven por hacernos sentir; culpa, enojo, esperanza, alegría y cualquier otra emoción antes que en presentar razonamientos convincentes, como buenas audiencias debemos aprender a discernir entre aquello que estoy sintiendo y lo que estoy pensando, con ello no admitir que la poesía y las bonitas metáforas influyan en el juicio personal para decidir, pues seguramente es bello que me digan que “somos la nación elegida por dios para traer la modernidad a este mundo”, pero no queda claro cuáles son las acciones necesarias para conseguir ese planteamiento.

El político ambivalente; es aquel que se aprovecha de conceptos tan inexactos como el de: democracia, justicia, valores, sueños, para engañar a la gente y hacerlos caminar con rumbos extraños. Ese que dice “somos la esperanza de México” no te dice con exactitud dónde termina el sendero.

El argumento radical; confronta a los buenos con los malos, a los justos con los injustos, a los tranzas con los rectos, sin dar espacio siquiera para reflexionar sobre la imposibilidad de la completa justicia o indecencia. Los conceptos son construcciones que regularmente solo retratan una parte de la realidad, pero difícilmente se aterrizan en algo concreto, no es posible por ejemplo hablar de la completa justicia o la completa injusticia en situaciones humanas.

El exagerado idealista; es quien intenta despegar la atención de los datos concretos y las acciones claras, es muy común que traten de llevarnos por las nubes del romanticismo y el idealismo y con ellos depositarnos en el lugar donde quieren.

Cuestionar y criticar son las formas más saludables de hacer política, educar nuestro pensamiento es la mejor manera de no caer en los embustes de las necesidades personales y las ambiciones desmedidas, no existen los extremos en nuestra realidad, pero si existe el recto pensar como camino a una mejor sociedad.