/ miércoles 6 de febrero de 2019

El debate: ¿Los padres debemos también ser amigos de nuestros hijos?

Con poco interés y recelo, más con curiosidad, escuché dos conferencias en youtube de la expositora Chilena Pilar Sordo, ambas coincidían en que el papel de los padres es educar y ser figura de autoridad con sus hijos.

Por lo general psicólogos y educadores en nuestro país tienen más o menos la misma tendencia de consejos de crianza, seguramente con buenas intenciones se nos brinda el mismo manual acerca de cómo podemos ser mejores padres, y el sinónimo es tener hijos completamente educados, buenos, rectos con ética y moral absoluta, buenas calificaciones escolares, una carrera profesional, resultado de padres “perfectos” o más bien autoritarios por quienes los hijos podían confundir respeto con temor, padres más que amigos. Conozco personas ahora ya adultas que en su adolescencia odiaron a sus padres y ahora les agradecen y los aman. Por otro lado, coincido es que sí es un problema el que los padres tengamos temor o disgusto de que nuestros hijos nos juzguen y no queremos que sufran la mas mínima inconveniencia, que nos hacemos complacientes, en un esfuerzo por ser “buena onda” tenemos miedo de caerles mal o perder su amor y nos esforzamos más en ser sus amigos más que sus padres. ¿Amigos o padres? Cuando en ambos casos hay aciertos y virtudes y todo lo viene a cuestionar el balance. Así que el debate está en que los amigos son para divertirse, pasar un rato y los padres no deben caer en el error de hacer el mismo rol de sus amigos, pues los hijos necesitan un soporte una figura de autoridad que eduque y guíe, pero tal vez no. Lo más probable es que ni un extremo ni otro es lo correcto. La preocupación es destruir la vida de nuestros hijos, cuando por lo general y esto es sencillo, son las personas que más amamos. Pero nos enfrentamos con ellos a un mundo con una ética absolutamente corruptible y a expensas de los intereses de poder y dinero de quienes nos gobiernan. Así que antes de infectarnos con las recetas color de rosa que nos hacen formar hijos obedientes y serviles del sistema que nos gobierna, a quien no juzgo pero tampoco defiendo. Tenemos que ver sobretodo como apoyarlos en su propia supervivencia en este mundo. En lugar de llenarnos la cabeza con el montón de lecciones podemos buscar la manera del conocimiento profundo de nuestros hijos y de nosotros mismos. Con la conciencia de que somos más infinitos que perfectos. Los conceptos “padres” “amistad” “autoridad” llaman mi atención junto con la precaución que debemos tener de los manuales que nos marcan como marchar al son que la sociedad nos marque. Los padres son para dirigir, educar contrario con los amigos son para divertirse. Entonces pregunté a mis hijas e hijos que opinión tienen al respecto, a lo cual coincidían en que les gusta el término amistad para llevarlo de la mano con sus padres. Y si ellas y ellos quieren que además de padre sea amigo, ¿por qué no? Pues ya en repetidas ocasiones he expresado uno de los placeres que más disfruto: es las sobremesas en familia, esta forma de convivencia familiar con la que nos retroalimentamos pero también pasamos el rato disfrutándonos unos a los otros en un tono amistoso. La gran cantidad de manuales para formar buenos padres se desvanecen a ante el trabajo de una familia que busca en equipo su sentido existencial. Un tema recurrente en las colaboraciones que con agrado escribo para este medio, es acerca de los hijos pues es por quienes más me preocupo al ser lo más importante en mi vida. Es sencillo amarlos pero no lo es “educarlos” y es entre comillas pues que vayan a la escuela y tengan una carrera o un trabajo, no precisamente me hace un padre exitoso. Es aquí donde tenemos uno de los retos más importantes en nuestras vidas y aunque es sabido que los padres son la pieza clave en la construcción de mejores sociedades, no tienen que ser los prototipos de padres perfectos. Esta ardua labor no termina se mantiene con constantes expectativas y preguntas. Tenemos que enfrentar a nuestro hijos sin miedo, con amor y respeto, se dice fácil lo difícil es encontrar el cómo y no en las recetas de los manuales escritos por psicólogos o educadores que aunque lo hagan con buena voluntad, las mejores respuestas siempre van a estar en el conocimientos profundo de nuestras almas y sus propias necesidades. Podemos ser sus amigos y sus demonios dependiendo de cuál sea la necesidad, podemos ser permisivos o injustos si es lo conveniente y nos guía nuestro corazón. No va a pasar nada si les negamos algo como tampoco si lo complacemos, el balance depende de atinarles un no o un sí. No sé si sea correcto pero al menos en mi caso he aprendido más de las frustraciones, el dolor y las necesidades así que no pasa nada si mis hijos también las tienen siempre y cuando sobrevivan. ¿Quiénes son nuestros hijos? ¿Qué esperamos de ellos? Si los conocemos podemos escucharlos y divertirnos como cómplices y amigos o ser el freno, el régimen autoritario que ellos necesiten aunque me odien por un momento pero me recuerden con agrado dentro de 30 años.

Con poco interés y recelo, más con curiosidad, escuché dos conferencias en youtube de la expositora Chilena Pilar Sordo, ambas coincidían en que el papel de los padres es educar y ser figura de autoridad con sus hijos.

Por lo general psicólogos y educadores en nuestro país tienen más o menos la misma tendencia de consejos de crianza, seguramente con buenas intenciones se nos brinda el mismo manual acerca de cómo podemos ser mejores padres, y el sinónimo es tener hijos completamente educados, buenos, rectos con ética y moral absoluta, buenas calificaciones escolares, una carrera profesional, resultado de padres “perfectos” o más bien autoritarios por quienes los hijos podían confundir respeto con temor, padres más que amigos. Conozco personas ahora ya adultas que en su adolescencia odiaron a sus padres y ahora les agradecen y los aman. Por otro lado, coincido es que sí es un problema el que los padres tengamos temor o disgusto de que nuestros hijos nos juzguen y no queremos que sufran la mas mínima inconveniencia, que nos hacemos complacientes, en un esfuerzo por ser “buena onda” tenemos miedo de caerles mal o perder su amor y nos esforzamos más en ser sus amigos más que sus padres. ¿Amigos o padres? Cuando en ambos casos hay aciertos y virtudes y todo lo viene a cuestionar el balance. Así que el debate está en que los amigos son para divertirse, pasar un rato y los padres no deben caer en el error de hacer el mismo rol de sus amigos, pues los hijos necesitan un soporte una figura de autoridad que eduque y guíe, pero tal vez no. Lo más probable es que ni un extremo ni otro es lo correcto. La preocupación es destruir la vida de nuestros hijos, cuando por lo general y esto es sencillo, son las personas que más amamos. Pero nos enfrentamos con ellos a un mundo con una ética absolutamente corruptible y a expensas de los intereses de poder y dinero de quienes nos gobiernan. Así que antes de infectarnos con las recetas color de rosa que nos hacen formar hijos obedientes y serviles del sistema que nos gobierna, a quien no juzgo pero tampoco defiendo. Tenemos que ver sobretodo como apoyarlos en su propia supervivencia en este mundo. En lugar de llenarnos la cabeza con el montón de lecciones podemos buscar la manera del conocimiento profundo de nuestros hijos y de nosotros mismos. Con la conciencia de que somos más infinitos que perfectos. Los conceptos “padres” “amistad” “autoridad” llaman mi atención junto con la precaución que debemos tener de los manuales que nos marcan como marchar al son que la sociedad nos marque. Los padres son para dirigir, educar contrario con los amigos son para divertirse. Entonces pregunté a mis hijas e hijos que opinión tienen al respecto, a lo cual coincidían en que les gusta el término amistad para llevarlo de la mano con sus padres. Y si ellas y ellos quieren que además de padre sea amigo, ¿por qué no? Pues ya en repetidas ocasiones he expresado uno de los placeres que más disfruto: es las sobremesas en familia, esta forma de convivencia familiar con la que nos retroalimentamos pero también pasamos el rato disfrutándonos unos a los otros en un tono amistoso. La gran cantidad de manuales para formar buenos padres se desvanecen a ante el trabajo de una familia que busca en equipo su sentido existencial. Un tema recurrente en las colaboraciones que con agrado escribo para este medio, es acerca de los hijos pues es por quienes más me preocupo al ser lo más importante en mi vida. Es sencillo amarlos pero no lo es “educarlos” y es entre comillas pues que vayan a la escuela y tengan una carrera o un trabajo, no precisamente me hace un padre exitoso. Es aquí donde tenemos uno de los retos más importantes en nuestras vidas y aunque es sabido que los padres son la pieza clave en la construcción de mejores sociedades, no tienen que ser los prototipos de padres perfectos. Esta ardua labor no termina se mantiene con constantes expectativas y preguntas. Tenemos que enfrentar a nuestro hijos sin miedo, con amor y respeto, se dice fácil lo difícil es encontrar el cómo y no en las recetas de los manuales escritos por psicólogos o educadores que aunque lo hagan con buena voluntad, las mejores respuestas siempre van a estar en el conocimientos profundo de nuestras almas y sus propias necesidades. Podemos ser sus amigos y sus demonios dependiendo de cuál sea la necesidad, podemos ser permisivos o injustos si es lo conveniente y nos guía nuestro corazón. No va a pasar nada si les negamos algo como tampoco si lo complacemos, el balance depende de atinarles un no o un sí. No sé si sea correcto pero al menos en mi caso he aprendido más de las frustraciones, el dolor y las necesidades así que no pasa nada si mis hijos también las tienen siempre y cuando sobrevivan. ¿Quiénes son nuestros hijos? ¿Qué esperamos de ellos? Si los conocemos podemos escucharlos y divertirnos como cómplices y amigos o ser el freno, el régimen autoritario que ellos necesiten aunque me odien por un momento pero me recuerden con agrado dentro de 30 años.

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