/ viernes 21 de febrero de 2020

Cuando la humanidad es devorada

En días pasados, la nación completa fue testigo de un acto impúdico, atroz, deshumano. El asesinato violento de una pequeña niña; Fátima.

La naturaleza animal tiende a ser sanguinaria, y sólo la humanidad nos salva de nuestros oscuros deseos. Ser humano es una construcción, es un trabajo.

Pero en una sociedad que ha remplazado todo humanismo, como valor máximo y lo ha sustituido por valores materiales es incontenible la barbarie.

No podré estar de acuerdo con el presidente de la república, pues él en concreto y todo el armado del Estado tienen la obligación de cuidar a los ciudadanos y es su responsabilidad sin excusa alguna prevenir, perseguir y castigar actos tan crueles. El presidente tiene responsabilidad directa y es absurdo culpar al sistema económico neoliberal de lo sucedido, más; sin embargo, sí debemos reflexionar el tipo de sociedad que vamos construyendo y los valores que adoptamos.

El poder es sin duda una condición que desvaría a las persona y la búsqueda del poder está en la condición de subsistencia animal. Luego de la edad media el proyecto humanista vino a proponer un remplazo de valores hacia una sociedad que había iniciado guerras en el nombre de Dios. Hoy a nuestro tiempo y tras la revolución industrial y tecnológica, hemos suplantado todo humanismo de nuestra vida y buscamos viejos-nuevos valores; el dinero y la fama.

Esa búsqueda enfermiza por el dinero hace emerger una frustración continua en las personas, pues racionalmente es imposible que todos tengamos tanto. Pero esto no es culpa del modelo económico, es una condición de los valores sociales y las estructuras que venimos construyendo.

Se ha desgastado tanto a la familia que ya no hay interés entre las personas y mucho menos los cuidadnos necesario. Cada día estamos más lejos unos de otros. Se convertido a la escuela en un mecanismo administrativo y no en el centro del desarrollo comunitario y social. Para los griegos la educación era el mecanismo para la construcción de humanos, de ciudadanos, para nosotros la escuela es un centro de administración de saberes; he ahí el principio del caos.

Los modelos administrativos son funcionales para las fábricas, pero nos urge una reforma social empotrada en los valores familiares y humanos.

Adolecemos de metas conjuntas y proyectos de bienestar. No es culpa de nadie en concreto es sólo la consecuencia de lo que adornó apuntó ya hace varias décadas; “la masa no piensa” y como sociedad hemos dejado de pensarnos.

No urgen filósofos, científicos, políticos y actores sociales que salgan del discurso del tener y desear cosas, para estructurar un discurso real sobre la trascendencia en la sociedad y la vida colectiva. El problema de las propuestas locales, el presidente de la república por ejemplo no se sostiene como una figura de este tipo, porque aunque el discurso trata de salir fuera de esta visión, sus actos contravienen lo dicho.

Es necesario que los discursos humanistas se construyan sobre los hechos humanitarios. Tenemos tiempo para hacerlo, la pregunta clave es ¿encontraremos el camino?

En días pasados, la nación completa fue testigo de un acto impúdico, atroz, deshumano. El asesinato violento de una pequeña niña; Fátima.

La naturaleza animal tiende a ser sanguinaria, y sólo la humanidad nos salva de nuestros oscuros deseos. Ser humano es una construcción, es un trabajo.

Pero en una sociedad que ha remplazado todo humanismo, como valor máximo y lo ha sustituido por valores materiales es incontenible la barbarie.

No podré estar de acuerdo con el presidente de la república, pues él en concreto y todo el armado del Estado tienen la obligación de cuidar a los ciudadanos y es su responsabilidad sin excusa alguna prevenir, perseguir y castigar actos tan crueles. El presidente tiene responsabilidad directa y es absurdo culpar al sistema económico neoliberal de lo sucedido, más; sin embargo, sí debemos reflexionar el tipo de sociedad que vamos construyendo y los valores que adoptamos.

El poder es sin duda una condición que desvaría a las persona y la búsqueda del poder está en la condición de subsistencia animal. Luego de la edad media el proyecto humanista vino a proponer un remplazo de valores hacia una sociedad que había iniciado guerras en el nombre de Dios. Hoy a nuestro tiempo y tras la revolución industrial y tecnológica, hemos suplantado todo humanismo de nuestra vida y buscamos viejos-nuevos valores; el dinero y la fama.

Esa búsqueda enfermiza por el dinero hace emerger una frustración continua en las personas, pues racionalmente es imposible que todos tengamos tanto. Pero esto no es culpa del modelo económico, es una condición de los valores sociales y las estructuras que venimos construyendo.

Se ha desgastado tanto a la familia que ya no hay interés entre las personas y mucho menos los cuidadnos necesario. Cada día estamos más lejos unos de otros. Se convertido a la escuela en un mecanismo administrativo y no en el centro del desarrollo comunitario y social. Para los griegos la educación era el mecanismo para la construcción de humanos, de ciudadanos, para nosotros la escuela es un centro de administración de saberes; he ahí el principio del caos.

Los modelos administrativos son funcionales para las fábricas, pero nos urge una reforma social empotrada en los valores familiares y humanos.

Adolecemos de metas conjuntas y proyectos de bienestar. No es culpa de nadie en concreto es sólo la consecuencia de lo que adornó apuntó ya hace varias décadas; “la masa no piensa” y como sociedad hemos dejado de pensarnos.

No urgen filósofos, científicos, políticos y actores sociales que salgan del discurso del tener y desear cosas, para estructurar un discurso real sobre la trascendencia en la sociedad y la vida colectiva. El problema de las propuestas locales, el presidente de la república por ejemplo no se sostiene como una figura de este tipo, porque aunque el discurso trata de salir fuera de esta visión, sus actos contravienen lo dicho.

Es necesario que los discursos humanistas se construyan sobre los hechos humanitarios. Tenemos tiempo para hacerlo, la pregunta clave es ¿encontraremos el camino?