/ sábado 19 de octubre de 2019

Guerras invisibles

México es un país de matanzas, homicidios, barbaries. Nido de delincuencia organizada, carteles de narcotraficantes; periodistas perseguidos, secuestrados y asesinados; corrupción policial y militar; todo frente al poder político que niega, disimula y oculta evidencias. Dejamos de ser referencia mundial de música, alegría, antiguas culturas y tequila. Hoy somos crónica de guerras invisibles que iniciaron de 2001 a 2012, la escalada de muertes diarias; 1,620 al mes, 19,442 al año. De 136,100 asesinatos, 116,000 por guerra vs el narcotráfico, 20mil vs la delincuencia común; cifras escalofriantes. Palidecen las 13,000 promedio registradas desde el inició de la guerra en Afganistán, según la ONU. La bancada panista en el senado hizo el ridículo, cuando intentó culpar de su añeja herencia al actual gobierno.

Aquí son perseguidos y mueren, quienes investigan, luchan, denuncian y no pagan extorsiones o rescate por secuestro. La complicidad narco/poder político, deja al ciudadano indefenso ante la violencia; a miles se obliga a cambiar radicalmente su vida por huir de la guerra entre bandas y cárteles; inseguridad crónica, ineficiencia o frecuente colusión con fuerzas del orden. Representantes del pueblo no logran sustituir mecanismos autoritarios del viejo partido de Estado, por los de carácter democrático. Por eso, en el ámbito político judicial, legislativo, administrativo, patrimonial y social hay vacíos de poder ocupados por instancias formales del sector privado, e informales de la delincuencia organizada. La corrupción impulsa a la violencia; permite a grupos criminales penetrar las estructuras del Estado.

Varias guerras invisibles se libran en México: entre carteles y bandas adversarias por el control del territorio y negocios; contra el estado y su poder corrupto; se añaden, la guerra contra policías, testigos, civiles indefensos y periodistas. Su fin, controlar el mercado de la droga. Diez carteles del narco operan en México entre alianzas y divisiones comparten uno de los negocios más prósperos del mundo. Cocaína, marihuana, anfetamina, ketamina y el más fuerte, la heroína. Se juegan un botín de alrededor de 280 billones de dólares, que se produce, gestiona y transfiere donde hay más demanda y pago. Entra en las arterias de México, yugular para tráficos lícitos e ilícitos. Los números de tal guerra son catastróficos e invisibles. En danza desfazada de cifras INEGI instauró 116,005 presuntos homicidios. Investigaciones reales de autores extranjeros, “el uso, mal uso, abuso de estadísticas de “homicidios organizados”, ocultaron la escalada de homicidios dolosos en el sexenio 2006/2012.

Desde 2009, un analista y periodista holandés, preveía no sólo su incremento, sino también la brutal violencia que trae consigo. Afirmaba que la agencia estadounidense antidrogas DEA siglas en inglés, donde mantuvo presencia se incrementó el narco. Tenía razón. Desde que la DEA, con la venia de Díaz Ordaz, dedicó e impulsó el cultivo de enervantes para millones de gringos adictos y su guerra en Vietnam; el estado mexicano lo supo, solapó y brindó silenciosa protección. Guerrero, Oax, Michoacán; posteriormente Sinaloa, Durango y Chihuahua fueron entidades controladas por la DEA, en especial, cultivos de marihuana y amapola, sin que el gobierno federal, ni el ejército hicieran nada. Desde 1963, la DEA mantuvo varias oficinas de monitoreo y control desde embajadas de EUA en Cd-Méx, Guadalajara, Culiacán y Uruapan; en combinación con PJF-PGR y la DFS Segob, quienes vigilaban.

En 1980 empezó el tráfico de armas. A sugerencia de la CIA EUA introdujo para el ejército 25,500 FAL (fusiles automáticos ligeros) primer fusil de asalto y 3,000 más que introdujo la DEA por Nvo Laredo destinadas a los narcos para proteger “plantíos madre”. Opiáceos en Guerrero y Sinaloa. Como ya se dijo, donde está la DEA aumenta el tráfico y producción de droga. Parece casualidad, pero no lo es.

En Culiacán actuó la DEA; el narco mostró poder. La detención del Chapo Jr. abortó por elementos de las fuerzas armadas secuestrados. El gabinete dio marcha atrás para evitar una masacre mayor.