/ sábado 6 de enero de 2024

Entre Voces | Salario justo

El nuevo año nos recibe con el aumento al salario mínimo general en México. Confieso que uno de los retos en mis últimos años de ministerio sacerdotal es el tratar con trabajadores y buscar dar testimonio en mi relación con ellos. Cuando en una relación hay trabajo y dinero de por medio, las cosas no son tan sencillas. Por eso, antes de dar mi opinión al respecto, quiero iluminar este tema con lo que el Compendio de la Doctrina social de la Iglesia presenta al respecto.

En el número 302 al abordar los temas de economía trata el tema del salario, relacionado éste con la justicia. “La remuneración es el instrumento más importante para practicar la justicia en las relaciones laborales. El «salario justo es el fruto legítimo del trabajo»; comete una grave injusticia quien lo niega o no lo da a su debido tiempo y en la justa proporción al trabajo realizado (cf. Carta de Santiago 5,4). El salario es el instrumento que permite al trabajador acceder a los bienes de la tierra: «La remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común». El simple acuerdo entre el trabajador y el patrono acerca de la remuneración, no basta para calificar de «justa» la remuneración acordada, porque ésta «no debe ser en manera alguna insuficiente» para el sustento del trabajador: la justicia natural es anterior y superior a la libertad del contrato”.

De esta definición quisiera reflexionar sobre dos puntos de vista: del trabajador y del empleador. Respecto a la persona trabajadora, habla del trabajo realizado. Cuando se encomiendan las actividades al inicio del contrato todo parece estar claro. Horarios de llegada y salida, tiempo para comer, insumos que se tienen que cuidar, tratar bien a los clientes, ser honrado en todo momento. Esta relación idílica inicial, luego empieza a ser sometida a la prueba del tiempo y la constancia.

Trabajadoras domésticas que llevan enormes bolsos para que les quepan los “tupper ware”, primero de cosas pedidas, luego de cosas que ellas deciden apropiarse. Es cierto que se desperdicia mucha comida, y lo mejor será compartirla, pero de mutuo acuerdo. En las tiendas no falta el dulce, las papitas y sodas, que parecen desparecer del inventario y paran seguramente el estómago de alguien y como en tantos juicios el crimen no tiene culpable.

Si hablamos de la realización del trabajo en el horario y tiempo acordado, parece que el celular es un intruso que todos justifican de necesario. Es casi como el estudiante que no se desprende de él ante la clase del maestro sin importarle las inoportunas llamadas entrantes y contestadas. Aquí quiero ser enfático sobre el buen uso del celular y ser prudentes al llamar nosotros a personas que sabemos están trabajando. Respetar el horario de trabajo, es definir las llamadas en el tiempo libre de otros y si es urgente o cuestión del mismo trabajo, no alargar la llamada con saludos y palabras que impiden a los pisos estar más limpios o los clientes mejor atendidos.

Del empleador solo subrayo el tema de la justicia. No se vale infravalorar el esfuerzo de cada trabajador y la necesidad que tiene de ese empleo. Respetar su dignidad de hermano y lo mejor es otorgándole en tiempo y forma el salario justo.

Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social

El nuevo año nos recibe con el aumento al salario mínimo general en México. Confieso que uno de los retos en mis últimos años de ministerio sacerdotal es el tratar con trabajadores y buscar dar testimonio en mi relación con ellos. Cuando en una relación hay trabajo y dinero de por medio, las cosas no son tan sencillas. Por eso, antes de dar mi opinión al respecto, quiero iluminar este tema con lo que el Compendio de la Doctrina social de la Iglesia presenta al respecto.

En el número 302 al abordar los temas de economía trata el tema del salario, relacionado éste con la justicia. “La remuneración es el instrumento más importante para practicar la justicia en las relaciones laborales. El «salario justo es el fruto legítimo del trabajo»; comete una grave injusticia quien lo niega o no lo da a su debido tiempo y en la justa proporción al trabajo realizado (cf. Carta de Santiago 5,4). El salario es el instrumento que permite al trabajador acceder a los bienes de la tierra: «La remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común». El simple acuerdo entre el trabajador y el patrono acerca de la remuneración, no basta para calificar de «justa» la remuneración acordada, porque ésta «no debe ser en manera alguna insuficiente» para el sustento del trabajador: la justicia natural es anterior y superior a la libertad del contrato”.

De esta definición quisiera reflexionar sobre dos puntos de vista: del trabajador y del empleador. Respecto a la persona trabajadora, habla del trabajo realizado. Cuando se encomiendan las actividades al inicio del contrato todo parece estar claro. Horarios de llegada y salida, tiempo para comer, insumos que se tienen que cuidar, tratar bien a los clientes, ser honrado en todo momento. Esta relación idílica inicial, luego empieza a ser sometida a la prueba del tiempo y la constancia.

Trabajadoras domésticas que llevan enormes bolsos para que les quepan los “tupper ware”, primero de cosas pedidas, luego de cosas que ellas deciden apropiarse. Es cierto que se desperdicia mucha comida, y lo mejor será compartirla, pero de mutuo acuerdo. En las tiendas no falta el dulce, las papitas y sodas, que parecen desparecer del inventario y paran seguramente el estómago de alguien y como en tantos juicios el crimen no tiene culpable.

Si hablamos de la realización del trabajo en el horario y tiempo acordado, parece que el celular es un intruso que todos justifican de necesario. Es casi como el estudiante que no se desprende de él ante la clase del maestro sin importarle las inoportunas llamadas entrantes y contestadas. Aquí quiero ser enfático sobre el buen uso del celular y ser prudentes al llamar nosotros a personas que sabemos están trabajando. Respetar el horario de trabajo, es definir las llamadas en el tiempo libre de otros y si es urgente o cuestión del mismo trabajo, no alargar la llamada con saludos y palabras que impiden a los pisos estar más limpios o los clientes mejor atendidos.

Del empleador solo subrayo el tema de la justicia. No se vale infravalorar el esfuerzo de cada trabajador y la necesidad que tiene de ese empleo. Respetar su dignidad de hermano y lo mejor es otorgándole en tiempo y forma el salario justo.

Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social