/ sábado 16 de diciembre de 2023

Entre Voces | Apantallados

Parece que hablar del año dos mil diez es ya lejano, y eso que me refiero a este nuevo siglo que ya casi llega a su cuarta parte. En ese año la Dra. Sherry Turkle publicaba su libro “Solos, pero juntos. Nuestra vida a través de las pantallas”. Ella misma hacia referencia a otro libro “Segunda vida”, donde abordaba el tema de la realidad física y virtual. Separación que ya ha sido hasta cierto punto superada, y ahora toca el tiempo de reflexionar sobre nuestra vida fuera y dentro de un dispositivo.

Hablando de pantallas, desde hace algunos años los cajeros automáticos nos libraron de enormes filas para poder sacar dinero. Se dejaron las largas horas de escucha de la radio y lectura del diario de la ciudad, por los programas de televisión: novelas, series, deportes, etc. Horas delante de otra pantalla, y en la mano unas buenas palomitas.

Luego la computadora, con su cara cuadrada y brillante, sustituía a las viejas y ruidosas máquinas de escribir. Horas en el trabajo delante de nuevos programas, ratones con punteros fugases y cada día cosas nuevas que aprender. Recuerdo al pintor jimenense, Benjamín Domínguez que en una tarde de café en la ciudad de México me compartía que, al comprar su computadora, lo único que se le ocurría era danzarle alrededor, porque lo suya eran los lienzos y pinceles.

Avanzando en este tiempo reciente, los celulares se convirtieron en esas prótesis que parecen no abandonar nuestro cuerpo ni si quiera al dormir o en el baño. Más de un problema está ocasionando el mal uso y abuso en el tiempo delante del celular, que hace de todo y parece quitar la paz a jóvenes y adultos, un dispositivo que inició para acercarnos, ahora es motivo de separación en mesas y reuniones. Ante esta situación que más de un psiquiatra ya están analizando a fondo, el Papa Francisco nos insiste en fomentar una cultura del encuentro. El Santo Padre insiste en no olvidar a los que tenemos a nuestro lado, principalmente al necesitado, aunque parezca todo un desconocido.

Y podemos citar más, no solo la pantalla de celulares, ahora pagamos en una pantalla en el supermercado, o encargamos en una tienda de hamburguesas la orden, sin tener que toparnos con nadie. A esto podemos agregar las compras en línea que te llevan a tu casa o te dejan en un casillero. Tele, celular, videojuegos, computadoras, solo pantallas que impactan a nuestros ojos y cerebro, saturándonos de información.

¿Qué podremos hacer para no ser apantallados? Una de las vías de solución es retomar el lugar que Dios ha dado al hombre en la naturaleza, dar nombre, cuidar la casa común, ser el jardinero que contempla el cielo y llama a las cosas por su nombre. Me refiero entre otras cosas a saber desconectarnos de los aparatos electrónicos durante el día, para salir y dar un paseo. Procurar llevar a los niños al campo, allá donde no hay señal, donde ni el perro “Wifi” pueda ladrar o morder con su señal.

Hace unos años, un sacerdote me dijo al llegar a servir a ese país: “lo primero es que tengas un celular para estar localizado”, casi me decía, necesitas un celular para existir. Uso el celular, procuro no abusar y mucho menos dejarme atrapar por sus molestas notificaciones y llamadas del banco. No quiero dejar de ser dueño de mi vida y mi tiempo, que las novedades y las ofertas, y el mar de datos que me quieren achacar. Quiero ser libre y no parte del gran grupo de apantallados.

Leonel Larios Medina. |Sacerdote católico y licenciado en comunicación social.

Parece que hablar del año dos mil diez es ya lejano, y eso que me refiero a este nuevo siglo que ya casi llega a su cuarta parte. En ese año la Dra. Sherry Turkle publicaba su libro “Solos, pero juntos. Nuestra vida a través de las pantallas”. Ella misma hacia referencia a otro libro “Segunda vida”, donde abordaba el tema de la realidad física y virtual. Separación que ya ha sido hasta cierto punto superada, y ahora toca el tiempo de reflexionar sobre nuestra vida fuera y dentro de un dispositivo.

Hablando de pantallas, desde hace algunos años los cajeros automáticos nos libraron de enormes filas para poder sacar dinero. Se dejaron las largas horas de escucha de la radio y lectura del diario de la ciudad, por los programas de televisión: novelas, series, deportes, etc. Horas delante de otra pantalla, y en la mano unas buenas palomitas.

Luego la computadora, con su cara cuadrada y brillante, sustituía a las viejas y ruidosas máquinas de escribir. Horas en el trabajo delante de nuevos programas, ratones con punteros fugases y cada día cosas nuevas que aprender. Recuerdo al pintor jimenense, Benjamín Domínguez que en una tarde de café en la ciudad de México me compartía que, al comprar su computadora, lo único que se le ocurría era danzarle alrededor, porque lo suya eran los lienzos y pinceles.

Avanzando en este tiempo reciente, los celulares se convirtieron en esas prótesis que parecen no abandonar nuestro cuerpo ni si quiera al dormir o en el baño. Más de un problema está ocasionando el mal uso y abuso en el tiempo delante del celular, que hace de todo y parece quitar la paz a jóvenes y adultos, un dispositivo que inició para acercarnos, ahora es motivo de separación en mesas y reuniones. Ante esta situación que más de un psiquiatra ya están analizando a fondo, el Papa Francisco nos insiste en fomentar una cultura del encuentro. El Santo Padre insiste en no olvidar a los que tenemos a nuestro lado, principalmente al necesitado, aunque parezca todo un desconocido.

Y podemos citar más, no solo la pantalla de celulares, ahora pagamos en una pantalla en el supermercado, o encargamos en una tienda de hamburguesas la orden, sin tener que toparnos con nadie. A esto podemos agregar las compras en línea que te llevan a tu casa o te dejan en un casillero. Tele, celular, videojuegos, computadoras, solo pantallas que impactan a nuestros ojos y cerebro, saturándonos de información.

¿Qué podremos hacer para no ser apantallados? Una de las vías de solución es retomar el lugar que Dios ha dado al hombre en la naturaleza, dar nombre, cuidar la casa común, ser el jardinero que contempla el cielo y llama a las cosas por su nombre. Me refiero entre otras cosas a saber desconectarnos de los aparatos electrónicos durante el día, para salir y dar un paseo. Procurar llevar a los niños al campo, allá donde no hay señal, donde ni el perro “Wifi” pueda ladrar o morder con su señal.

Hace unos años, un sacerdote me dijo al llegar a servir a ese país: “lo primero es que tengas un celular para estar localizado”, casi me decía, necesitas un celular para existir. Uso el celular, procuro no abusar y mucho menos dejarme atrapar por sus molestas notificaciones y llamadas del banco. No quiero dejar de ser dueño de mi vida y mi tiempo, que las novedades y las ofertas, y el mar de datos que me quieren achacar. Quiero ser libre y no parte del gran grupo de apantallados.

Leonel Larios Medina. |Sacerdote católico y licenciado en comunicación social.