/ miércoles 1 de septiembre de 2021

Sobremesa | Regreso a clases

Volver a las aulas se ha convertido en un periplo. Volvemos en medio de una ola mediática de posturas divergentes. Parece que vemos la realidad con un caleidoscopio de colores tornasoles. Una opacidad nos hace mirar el futuro con desconfianza.

Limpiamos los salones con rigurosidad, desinfectamos, lavamos, barremos, sacudimos y todas esas acciones suman la intención de encontrar la seguridad entre el olor a cloro y líquidos sanitizantes.

Mientras removíamos el polvo se instaló la nostalgia de un periodo vacío. Los pupitres reposan silenciosos. Todo es inanimado hasta que llegan los alumnos. Las voces de los alumnos impregnan con vitalidad los salones, los patios y los pasillos. La escuela se ilumina con los pasos infantiles. La función debe de continuar.

Olvidamos la pesadumbre de los días del encierro y damos vuelta las páginas llenas de esquelas. Pasamos lista y mencionamos los nombres de aquellos que llenarán durante nuestro ciclo escolar, no solo los labios, los corazones y las mentes de nosotros los docentes. Buscamos un orden, la logística para que entren a las aulas. Ahora sabemos que transitaremos un ciclo escolar. Doscientos días de clases efectivas, fines de semana que se van acumulando hasta el mes de Julio del año 2022. Imposible no tener expectativas sobre el futuro. Volvemos a las aulas con la ilusión de ver la muda de dientes de los pequeños, el cambio de voz de los adolescentes y la graduación como el término de una carrera. Imposible no imaginarlos. Capturamos sus voces, sus risas y los gritos de algarabía de las festividades, el relajo del recreo y los llantos de la pesadumbre de la vida infantil. Tomamos fotografía de sus rostros, pero el registro auditivo de los docentes es una poderosa arma para la memoria.

Puedo recordar los inicios de cada ciclo escolar. Este ciclo único, este ciclo que alberga las mayores esperanzas y al mismo tiempo inmensos temores.

Todas las advertencias y consejos para los padres y los estudiantes son pocos. Repetimos, repetimos las instrucciones. Pareciera que ya lo sabemos de antemano. Los cuidados obvios. Es lo único que tenemos.

Suena cansado mantenernos alertas, cuidarnos. Es agotador repetir el sermón. Tenemos protocolos que nos amparan ante la incertidumbre.

Volvemos a las aulas. Volvemos al trabajo. Volvemos a escribir en el pizarrón. Escribimos la definición de ¡salud! Salud en conjunto con la palabra vida. Y si conjugamos el verbo vivir.

Yo vivo

Tú vives

Él vive

Nosotros vivimos

Ellos viven

Ustedes viven

“Nosotros vivimos”. La última conjugación será la frase que voy a gritar el último día del ciclo que inicia.

Ana Verónica Torres Licón

Docente

Volver a las aulas se ha convertido en un periplo. Volvemos en medio de una ola mediática de posturas divergentes. Parece que vemos la realidad con un caleidoscopio de colores tornasoles. Una opacidad nos hace mirar el futuro con desconfianza.

Limpiamos los salones con rigurosidad, desinfectamos, lavamos, barremos, sacudimos y todas esas acciones suman la intención de encontrar la seguridad entre el olor a cloro y líquidos sanitizantes.

Mientras removíamos el polvo se instaló la nostalgia de un periodo vacío. Los pupitres reposan silenciosos. Todo es inanimado hasta que llegan los alumnos. Las voces de los alumnos impregnan con vitalidad los salones, los patios y los pasillos. La escuela se ilumina con los pasos infantiles. La función debe de continuar.

Olvidamos la pesadumbre de los días del encierro y damos vuelta las páginas llenas de esquelas. Pasamos lista y mencionamos los nombres de aquellos que llenarán durante nuestro ciclo escolar, no solo los labios, los corazones y las mentes de nosotros los docentes. Buscamos un orden, la logística para que entren a las aulas. Ahora sabemos que transitaremos un ciclo escolar. Doscientos días de clases efectivas, fines de semana que se van acumulando hasta el mes de Julio del año 2022. Imposible no tener expectativas sobre el futuro. Volvemos a las aulas con la ilusión de ver la muda de dientes de los pequeños, el cambio de voz de los adolescentes y la graduación como el término de una carrera. Imposible no imaginarlos. Capturamos sus voces, sus risas y los gritos de algarabía de las festividades, el relajo del recreo y los llantos de la pesadumbre de la vida infantil. Tomamos fotografía de sus rostros, pero el registro auditivo de los docentes es una poderosa arma para la memoria.

Puedo recordar los inicios de cada ciclo escolar. Este ciclo único, este ciclo que alberga las mayores esperanzas y al mismo tiempo inmensos temores.

Todas las advertencias y consejos para los padres y los estudiantes son pocos. Repetimos, repetimos las instrucciones. Pareciera que ya lo sabemos de antemano. Los cuidados obvios. Es lo único que tenemos.

Suena cansado mantenernos alertas, cuidarnos. Es agotador repetir el sermón. Tenemos protocolos que nos amparan ante la incertidumbre.

Volvemos a las aulas. Volvemos al trabajo. Volvemos a escribir en el pizarrón. Escribimos la definición de ¡salud! Salud en conjunto con la palabra vida. Y si conjugamos el verbo vivir.

Yo vivo

Tú vives

Él vive

Nosotros vivimos

Ellos viven

Ustedes viven

“Nosotros vivimos”. La última conjugación será la frase que voy a gritar el último día del ciclo que inicia.

Ana Verónica Torres Licón

Docente