/ lunes 23 de diciembre de 2019

¡Hoy es Nochebuena!

Noche del veinticuatro de diciembre, al norte del estado de Chihuahua. 1913

Tres soldados revolucionarios ante una fogata improvisada comparten su humilde cena. La fatiga y el estruendo de los disparos aún aturden sus sienes. Uno de ellos, levantó su taza de peltre azul abollada por los tiempos:- “Brindo, con fusión de laurel que corona nuestras almas, y mitiga el intenso frío infernal”. Y agregó:- “Dios permita con amor que mis hijos estén al calor de su madre”. Se hizo un silencio...para sentirse dos olas de viento congelado. Otro de ellos se levantó y, acomodándose cobija y sombrero, habló en voz ronca:- “Sé, que es una noche muy especial; deberíamos estar tranquilos ante la mesa con los nuestros, cerca de la estufa con algo de cena, haciendo oración al Creador, agradeciendo que se hiciera Paz, y con mucha… ¡salud!... De pronto, se acercó un niño junto a ellos cobijándose ante el fuego. El que está de pie continúa haciéndole lugar, le pasó su bebida caliente y agregó:- “Si alguien supiera la noche que estamos pasando no la llamaría Nochebuena”. El sorbido inocente, y un crujir de tortilla tostada, interrumpió; lo cual, aprovechó un tercero; tomando su turno, y en cuclillas dijo: - “Sabemos que está difícil lo que nos espera mañana; no tenemos municiones, estamos cansados, sin alimentos ni más pertrechos para hacerle frente al gobierno; ¡óiganlos!.. Hasta acá se oye su fiesta. No sé de dónde sacaré fuerzas para levantarme mañana, ¡no sé!, no sé de dónde; por eso… ¡brindemos! porque tal vez sea nuestra última noche, ¡que Tata se apiade de nuestras familias!”. Alzó su taza renegrida por el humo de la fogata que, alumbró los ojos serenos de aquél niño. Los tres, sumergidos, fijaron su mirada en aquellas pupilas que reflejaron seis veces más el fuego. – “No se preocupen, el mañana es el mañana”. Y siguió:- “Siempre he estado a su lado, los escucho conversar, sé de sus inquietudes, de sus reclamos, desilusiones, tristezas y alegrías. Sé, de su desamparo, de ideales y sueños, de sus errores. Sé, que abandonaron todo para conseguir algo mejor; y hoy, los he escuchado otra vez. Permítanme decirles, cual generosos son y, no se dan cuenta; gracias por compartir su rica cena en momentos tan extremos. No obstante, los tres han aclamado con Fe a mi Padre en ésta reunión. ¡No teman!, los suyos están bien como estarán ustedes el día de mañana”. Después de abrazarlos, aquellos quedaron azorados mirando al niño retirándose del lugar, con su simple túnica blanca, su cabellera al viento, y sus sandalias dibujándose en la arena, cantando:- “¡Hoy es Noche Buena!”.

¡Feliz Navidad! Raler.

Noche del veinticuatro de diciembre, al norte del estado de Chihuahua. 1913

Tres soldados revolucionarios ante una fogata improvisada comparten su humilde cena. La fatiga y el estruendo de los disparos aún aturden sus sienes. Uno de ellos, levantó su taza de peltre azul abollada por los tiempos:- “Brindo, con fusión de laurel que corona nuestras almas, y mitiga el intenso frío infernal”. Y agregó:- “Dios permita con amor que mis hijos estén al calor de su madre”. Se hizo un silencio...para sentirse dos olas de viento congelado. Otro de ellos se levantó y, acomodándose cobija y sombrero, habló en voz ronca:- “Sé, que es una noche muy especial; deberíamos estar tranquilos ante la mesa con los nuestros, cerca de la estufa con algo de cena, haciendo oración al Creador, agradeciendo que se hiciera Paz, y con mucha… ¡salud!... De pronto, se acercó un niño junto a ellos cobijándose ante el fuego. El que está de pie continúa haciéndole lugar, le pasó su bebida caliente y agregó:- “Si alguien supiera la noche que estamos pasando no la llamaría Nochebuena”. El sorbido inocente, y un crujir de tortilla tostada, interrumpió; lo cual, aprovechó un tercero; tomando su turno, y en cuclillas dijo: - “Sabemos que está difícil lo que nos espera mañana; no tenemos municiones, estamos cansados, sin alimentos ni más pertrechos para hacerle frente al gobierno; ¡óiganlos!.. Hasta acá se oye su fiesta. No sé de dónde sacaré fuerzas para levantarme mañana, ¡no sé!, no sé de dónde; por eso… ¡brindemos! porque tal vez sea nuestra última noche, ¡que Tata se apiade de nuestras familias!”. Alzó su taza renegrida por el humo de la fogata que, alumbró los ojos serenos de aquél niño. Los tres, sumergidos, fijaron su mirada en aquellas pupilas que reflejaron seis veces más el fuego. – “No se preocupen, el mañana es el mañana”. Y siguió:- “Siempre he estado a su lado, los escucho conversar, sé de sus inquietudes, de sus reclamos, desilusiones, tristezas y alegrías. Sé, de su desamparo, de ideales y sueños, de sus errores. Sé, que abandonaron todo para conseguir algo mejor; y hoy, los he escuchado otra vez. Permítanme decirles, cual generosos son y, no se dan cuenta; gracias por compartir su rica cena en momentos tan extremos. No obstante, los tres han aclamado con Fe a mi Padre en ésta reunión. ¡No teman!, los suyos están bien como estarán ustedes el día de mañana”. Después de abrazarlos, aquellos quedaron azorados mirando al niño retirándose del lugar, con su simple túnica blanca, su cabellera al viento, y sus sandalias dibujándose en la arena, cantando:- “¡Hoy es Noche Buena!”.

¡Feliz Navidad! Raler.