Memorias de Chihuahua
SEGUNDA Y ÚLTIMA PARTE
Era la tarde del 26 de noviembre de 1903 en el municipio de Casas Grandes. Hacía ya dos días de aquel trágico suceso en el que el señor Porfirio Talavera había sido asesinado en colonia Dublán. Las autoridades de ese entonces se habían encargado de dar la terrible noticia a los familiares del occiso, los cuales radicaban en el Valle de San Buenaventura, para que pasaran a recoger las pertenencias que había dejado su familiar en la estación del tren.
Así mismo, la policía comenzó sus respectivas investigaciones para dar con el autor de dicho crimen, realizando así una extensa serie de interrogatorios a personas que vieron por última vez con vida a don Porfirio, siendo los testimonios más relevantes los de Rafael Ríos, Andrés Padilla y Víctor Bustos.
De esta forma, el juez, como si estuviera en calidad de inquisidor, comenzó a realizarles una serie de preguntas a los testigos antes mencionados, coincidiendo todos en que la última vez que vieron a su amigo Porfirio Talavera fue el jueves 24 de noviembre de ese año a las 4 de la tarde en la estación del tren; también mencionaron que las últimas personas que vieron con el occiso fueron a los hermanos Tomás y Guillermo Muñoz como por eso de las 6 de la tarde.
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Lo anterior inquietó demasiado al juez, pues los hermanos Muñoz habían sido las personas más cercanas a Porfirio poco antes de su asesinato, y por si fuera poco, la policía se percató que ambos subieron al tren para partir a ciudad Juárez, lo que ocasionó que se girara una orden de aprehensión contra Tomás y Guillermo.
Lo que las autoridades aun no sabían, es que ambos se encontraban en el poblado de Mezcal, Arizona trabajando en un rancho. Al poco tiempo, el joven Tomás escribió a un primo la siguiente carta: “Señor Silvano Vargas. Me escribió ¿Chamalia? Una carta en la que me dice que mataron a Porfirio Talavera y que me echan a mí la culpa y yo como no me hayo culpable quiero [ilegible] a todos los habladores hazme favor de informarte como anda el chisme”.
No pasó mucho tiempo para cuando los hermanos Muñoz se encontraban en Casas Grandes en calidad de reos. Desde luego, estos juraban y perjuraban no haber participado en dicho homicidio y tampoco sabían quien lo había hecho. No obstante, el juez los había mandado a arrestar debido a que habían huido del país al poco tiempo de la muerte de Porfirio y también porque los mechones de pelo encontrados en la escena tenían similitud con el cabello de los hermanos.
Sin embargo, la defensa de ambos mencionó que los testigos tenían conocimiento de que Tomás y Guillermo irían a Mescal, Arizona a trabajar desde antes del crimen, por lo que descartaban ese viaje como una huida; y en lo que respecta a los mechones de cabello, los abogados mencionaron que dicha prueba no era contundente. Ante la falta de pruebas de consideración, los hermanos quedaron libres.
Y es aquí, donde se advierte que este caso jamás tuvo un final. Las autoridades de aquel entonces no fueron capaces de encontrar al asesino del buen Porfirio; 121 años han pasado, y en lo último que se quedó este expediente fue en que buscaban a otro presunto asesino de nombre Cástulo Escobedo por todo el territorio estatal sin tener algún reporte sobre su detención.
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