/ miércoles 13 de abril de 2022

Sobremesa | Viento

Viento Cantan las hojas, bailan las peras en el peral; gira la rosa, rosa del viento, no del rosal. Nubes y nubes flotan dormidas, algas del aire; todo el espacio gira con ellas, fuerza de nadie.

Escucho los árboles movidos por el viento, las ramas se sacuden y aún sin nuevos brotes, resisten el vendaval.

Durante las noches el viento produce un silbido, se le llama ulular. Los animales como los perros y los lobos aúllan, así el viento ulula. Es el viento una fiera. La humanidad domesticó el viento, como en el caso de los molinos, las plantas de energía eólica y otros artefactos. Pero el viento previo a la semana mayor, es un animal huidizo que hace estragos leves en nuestras vidas. Es inevitable que el viento arrastre el polvo y lo deposite en el interior de las casas; se cuela por las ventanas, por las puertas y se va apoderando de las superficies, se acumula y forma una pequeña capa. Digamos que hace travesuras por ejemplo la basura que acarrea hacia el frente de nuestras viviendas. También se comporta como un chiquillo que mueve los papalotes o las cometas, los hace surcar los cielos y nos hace mirar hacia arriba buscando las trayectorias.

Colocar unas campanitas, rehiletes u otros juguetitos en los jardines nos recuerdan que el ánimo locuaz del viento también nos hace salir de la pasividad y de la quietud, provocándonos una sonrisa.

La dirección del viento es el punto cardinal desde el que se origina. Ligada a los cuatro puntos cardinales está la rosa de los vientos, que determina treinta y dos rumbos posibles. A cada rumbo corresponde un viento, con su nombre a propósito y personalidad propia. De esta forma, el levante es el viento del este y recibe este nombre porque viene de oriente, de donde se levanta el Sol. En otros casos, la relación nombre-procedencia puede resultar mucho más confusa; el viento del noreste recibe el nombre de Gregal que indica su procedencia de Grecia. Y el Lebeche, que sopla del suroeste, tiene su origen en Libia.

Sólo en japonés antiguo hay más de dos mil palabras para dar nombre a los vientos y a sus variedades. A lo largo del mundo sus nombres cambian, en ocasiones, el mismo viento vive en lugares diferentes bajo distintos nombres, y otras veces los vientos se prestan el nombre y siendo distintos usan el mismo.

Los vientos de las “Brujas” son vientos calientes y secos, ricos en iones positivos que provocan un aumento de las temperaturas y se dice que afectan al carácter de las personas, como el viento de Santa Ana o el Chinoock.

Los llamados “vientos del diablo” con frecuencia son los mismos que los de las “brujas”, generalmente calientes y con mala reputación como el Siroco o el Austral que sopla en Tolousse.

También a muchos vientos se les denomina “vientos negros” que son vientos muy fuertes y fríos.

Escribo mientras el viento sopla, quizás le pregunte su nombre, me va a responder pero su idioma me estremece. Me da un poco de temor la inestabilidad de su temperamento. Y para ser honesta ha traído bastante polvo a mi casa. Debo buscar una reconciliación. Encontrar la diversión en sus manifestaciones, quizás un rehilete sea un buen inicio para romper el hielo. El viento es invisible, toca mi cara, mueve mis cabellos, escucho como mueve los objetos, se manifiesta y entona una canción que desconozco, su voz es la del polvo en mis muebles y sus huellas son las hojas que caen rendidas a mis pies. Dormiré una siesta mientras el viento me arrulla.

Ana Veronica Torres Licon | Docente, Escritora

Viento Cantan las hojas, bailan las peras en el peral; gira la rosa, rosa del viento, no del rosal. Nubes y nubes flotan dormidas, algas del aire; todo el espacio gira con ellas, fuerza de nadie.

Escucho los árboles movidos por el viento, las ramas se sacuden y aún sin nuevos brotes, resisten el vendaval.

Durante las noches el viento produce un silbido, se le llama ulular. Los animales como los perros y los lobos aúllan, así el viento ulula. Es el viento una fiera. La humanidad domesticó el viento, como en el caso de los molinos, las plantas de energía eólica y otros artefactos. Pero el viento previo a la semana mayor, es un animal huidizo que hace estragos leves en nuestras vidas. Es inevitable que el viento arrastre el polvo y lo deposite en el interior de las casas; se cuela por las ventanas, por las puertas y se va apoderando de las superficies, se acumula y forma una pequeña capa. Digamos que hace travesuras por ejemplo la basura que acarrea hacia el frente de nuestras viviendas. También se comporta como un chiquillo que mueve los papalotes o las cometas, los hace surcar los cielos y nos hace mirar hacia arriba buscando las trayectorias.

Colocar unas campanitas, rehiletes u otros juguetitos en los jardines nos recuerdan que el ánimo locuaz del viento también nos hace salir de la pasividad y de la quietud, provocándonos una sonrisa.

La dirección del viento es el punto cardinal desde el que se origina. Ligada a los cuatro puntos cardinales está la rosa de los vientos, que determina treinta y dos rumbos posibles. A cada rumbo corresponde un viento, con su nombre a propósito y personalidad propia. De esta forma, el levante es el viento del este y recibe este nombre porque viene de oriente, de donde se levanta el Sol. En otros casos, la relación nombre-procedencia puede resultar mucho más confusa; el viento del noreste recibe el nombre de Gregal que indica su procedencia de Grecia. Y el Lebeche, que sopla del suroeste, tiene su origen en Libia.

Sólo en japonés antiguo hay más de dos mil palabras para dar nombre a los vientos y a sus variedades. A lo largo del mundo sus nombres cambian, en ocasiones, el mismo viento vive en lugares diferentes bajo distintos nombres, y otras veces los vientos se prestan el nombre y siendo distintos usan el mismo.

Los vientos de las “Brujas” son vientos calientes y secos, ricos en iones positivos que provocan un aumento de las temperaturas y se dice que afectan al carácter de las personas, como el viento de Santa Ana o el Chinoock.

Los llamados “vientos del diablo” con frecuencia son los mismos que los de las “brujas”, generalmente calientes y con mala reputación como el Siroco o el Austral que sopla en Tolousse.

También a muchos vientos se les denomina “vientos negros” que son vientos muy fuertes y fríos.

Escribo mientras el viento sopla, quizás le pregunte su nombre, me va a responder pero su idioma me estremece. Me da un poco de temor la inestabilidad de su temperamento. Y para ser honesta ha traído bastante polvo a mi casa. Debo buscar una reconciliación. Encontrar la diversión en sus manifestaciones, quizás un rehilete sea un buen inicio para romper el hielo. El viento es invisible, toca mi cara, mueve mis cabellos, escucho como mueve los objetos, se manifiesta y entona una canción que desconozco, su voz es la del polvo en mis muebles y sus huellas son las hojas que caen rendidas a mis pies. Dormiré una siesta mientras el viento me arrulla.

Ana Veronica Torres Licon | Docente, Escritora