/ miércoles 13 de julio de 2022

Sobremesa  | Los objetos queridos

¿Cuántas cosas, limas, umbrales, atlas, copas, clavos, nos sirven como tácitos esclavos,ciegas y extrañamente sigilosas! Durarán más allá de nuestro olvido; no sabrán nunca que nos hemos ido. Jorge Luis Borges.

Los objetos que nos rodean dicen mucho de nosotros. Con gritos silenciosos muestran nuestros hábitos, revelan la personalidad y revelan pequeños misterios para aquellos que se encuentran perceptivos y atentos al lenguaje de las cosas.

Ayer fui a elegir un regalo de cumpleaños para un varón. Vaya reto. En un primer momento pensé en un arregló de flores y frutas, me parecía algo adecuado. Luego observé que el cumpleañero, porque el obsequio es para celebrar su aniversario de vida, tenía un aprecio singular por los objetos. Me mostró un termo de una marca conocida por su capacidad de mantener el frío y el calor, que su padre le regaló. Entonces el regalo debía de ser un objeto. Una cosa útil. Bueno ahí inicié con el descubrimiento, observar, leer sus movimientos, su interacción con los objetos que posee, de los cuales se rodea y por cierto los elige cuidadosamente. Parece que tiene una coreografía. Baila con ellos, los coloca en un contenedor en su auto, tiene un orden, entonces su danza es estilizada, hay precisión en la inclinación de sus pequeños bienes que cuida y atesora.

Mi intención se convirtió en encontrar un objeto sutil, pero que a su vez fuera provechoso. Me devané los sesos. Y aunque pedí sugerencias, ninguna me pareció satisfactoria. Solo yo conozco al festejado, entonces la responsabilidad gozosa de encontrar un regalo es puramente mía y de nadie más. Emprendí la marca a una tienda departamental en busca de orientación, los empleados demasiado jóvenes ignoraron mis inquietudes y me miraron con indiferencia. Luego acudía a otra tienda, no me iba a dar por vencida a la primera. En la sección de relojes, joyería y carteras, encontré a Brenda una vendedora muy amable que con cordialidad me mostró distintos productos, me escuchó con atención y luego, buscó entre su manojo de llaves, la que abría el cajón de los encendedores. Me presentó los encendedores zippo, y me dijo de manera solemne: No cualquier caballero, tiene un zippo. Me ayudó a elegir uno negro opaco, que le pareció el más elegante y moderno al mismo tiempo. Lo envolvió. Yo la observaba atenta. Me sentía satisfecha, por encontrar un objeto que considere atractivo, pero también por la atención que Brenda me brindó. Ella fue como un sherpa, me guió a través de los objetos desconocidos del departamento de caballeros. La ganancia de esto es que encontré en la red, mucha información sobre los encendedores marca zippo y los motivos por los que es emblemática. El miércoles entregó el regalo. No es solo el encendedor. La cajita incluye la buena voluntad de Brenda, la lectura que hice del cumpleañero y la búsqueda que emprendí de un objeto. Muy probablemente el receptor lo reciba con la educación que lo caracteriza, pero por fortuna yo tengo este espacio para escribir y expresar que las cosas físicas tienen un significado más allá de lo tangible. Temo que mi amigo ya tenga un encendedor, de esa marca por cierto, pero este encendedor tiene mi afecto y es mi manera de celebrar su vida. Por cierto, Zippo tiene 85 años de vida y es la marca líder en el mercado, nunca se ha recibido una queja de sus funcionamientos, su marca es garantía. Y en ese simbolismo de la marca, deseo que mi obsequio no solo sea una cosa, sino un objeto querido, de no ser así pues me queda la experiencia de la provechosa expedición.


Ana Verónica Torres Licón | Docente y escritora

¿Cuántas cosas, limas, umbrales, atlas, copas, clavos, nos sirven como tácitos esclavos,ciegas y extrañamente sigilosas! Durarán más allá de nuestro olvido; no sabrán nunca que nos hemos ido. Jorge Luis Borges.

Los objetos que nos rodean dicen mucho de nosotros. Con gritos silenciosos muestran nuestros hábitos, revelan la personalidad y revelan pequeños misterios para aquellos que se encuentran perceptivos y atentos al lenguaje de las cosas.

Ayer fui a elegir un regalo de cumpleaños para un varón. Vaya reto. En un primer momento pensé en un arregló de flores y frutas, me parecía algo adecuado. Luego observé que el cumpleañero, porque el obsequio es para celebrar su aniversario de vida, tenía un aprecio singular por los objetos. Me mostró un termo de una marca conocida por su capacidad de mantener el frío y el calor, que su padre le regaló. Entonces el regalo debía de ser un objeto. Una cosa útil. Bueno ahí inicié con el descubrimiento, observar, leer sus movimientos, su interacción con los objetos que posee, de los cuales se rodea y por cierto los elige cuidadosamente. Parece que tiene una coreografía. Baila con ellos, los coloca en un contenedor en su auto, tiene un orden, entonces su danza es estilizada, hay precisión en la inclinación de sus pequeños bienes que cuida y atesora.

Mi intención se convirtió en encontrar un objeto sutil, pero que a su vez fuera provechoso. Me devané los sesos. Y aunque pedí sugerencias, ninguna me pareció satisfactoria. Solo yo conozco al festejado, entonces la responsabilidad gozosa de encontrar un regalo es puramente mía y de nadie más. Emprendí la marca a una tienda departamental en busca de orientación, los empleados demasiado jóvenes ignoraron mis inquietudes y me miraron con indiferencia. Luego acudía a otra tienda, no me iba a dar por vencida a la primera. En la sección de relojes, joyería y carteras, encontré a Brenda una vendedora muy amable que con cordialidad me mostró distintos productos, me escuchó con atención y luego, buscó entre su manojo de llaves, la que abría el cajón de los encendedores. Me presentó los encendedores zippo, y me dijo de manera solemne: No cualquier caballero, tiene un zippo. Me ayudó a elegir uno negro opaco, que le pareció el más elegante y moderno al mismo tiempo. Lo envolvió. Yo la observaba atenta. Me sentía satisfecha, por encontrar un objeto que considere atractivo, pero también por la atención que Brenda me brindó. Ella fue como un sherpa, me guió a través de los objetos desconocidos del departamento de caballeros. La ganancia de esto es que encontré en la red, mucha información sobre los encendedores marca zippo y los motivos por los que es emblemática. El miércoles entregó el regalo. No es solo el encendedor. La cajita incluye la buena voluntad de Brenda, la lectura que hice del cumpleañero y la búsqueda que emprendí de un objeto. Muy probablemente el receptor lo reciba con la educación que lo caracteriza, pero por fortuna yo tengo este espacio para escribir y expresar que las cosas físicas tienen un significado más allá de lo tangible. Temo que mi amigo ya tenga un encendedor, de esa marca por cierto, pero este encendedor tiene mi afecto y es mi manera de celebrar su vida. Por cierto, Zippo tiene 85 años de vida y es la marca líder en el mercado, nunca se ha recibido una queja de sus funcionamientos, su marca es garantía. Y en ese simbolismo de la marca, deseo que mi obsequio no solo sea una cosa, sino un objeto querido, de no ser así pues me queda la experiencia de la provechosa expedición.


Ana Verónica Torres Licón | Docente y escritora