/ viernes 17 de mayo de 2024

Curanderos... / A mis maestros médicos...

Ahora que soy catedrático me cuesta trabajo citar a un maestro en específico, porque incluso el Veterinario que preparaba los especímenes para cirugía me enseñó algo, las enfermeras de quien aprendí a canalizar, un Químico que era nuestro descanso en las clases al hacer su materia amena, los profesores militares que nos llenaban de anécdotas dentro de lo que nos esperaba en la vida militar, nuestros maestros de Educación Física que sufrían cuando nos tenían que reprobar más por la supervisión que por criterio propio.

Pero escogería dos anécdotas: a mi asesora de tesis quien era apasionada del laboratorio, con ella aprendí a recabar material genético y correr una prueba PCR, sería lo que consideraríamos un “ratón de biblioteca”, con un conocimiento muy, muy basto, pero con la calidad humana, bondad y humanidad para transmitirlo, explicaba con tal elocuencia que hacía ver algo complejo sumamente fácil.

Sin dejar de exigir nos guió un año completo a mi equipo de tesis para generar un trabajo en excelencia, que se tradujo en una mención honorífica al contestar cada una de las preguntas del jurado, pero no sólo respondimos llevamos cada respuesta hasta un punto donde el jurado parecía que desconocía algo del proceso o el resultado, respaldando las palabras con citas bibliográficas y la frase "Como nos enseñó nuestra asesora la Doctorar Betty".

Ella nos introdujo en el conocimiento, nos demostró cómo se aplica e instruyó para defenderlo e ir por más, como le decía a su hijo "el pingüinito", le dimos el apelativo "mamá pingüino" de manera afectiva, porque nos condujo por el difícil camino del conocimiento como una madre podría llevar a sus pequeños pingüinos, viendo una cara de orgullo comparada con la de nuestros familiares cuando recibimos por unanimidad nuestra mención honorífica.

Los otros maestros que jamás olvidaré es el equipo que se hizo en mi rotación por Pediatría Quirúrgica, tanto los residentes como los maestros tenían un trato con nosotros de guías, jamás de humillarnos, estábamos acostumbrados a "pagar tributo", en algunas rotaciones, donde se nos mandaba por un pastel, comida o bebidas por nuestra cuenta para los médicos, pero la primer vez que salí de quirófano donde fui primer ayudante en una laparotomía exploradora en un pequeño después de más de cuatro horas en quirófano, donde los residentes estaban en otra cirugía, me tocó ser el primer ayudante, mi maestro movía las manos diestramente y diligentemente conducía mis movimientos como una extensión suya.

Al terminar me dijo: Odín, vete por unos cafés y paninis porque nadie pudo desayunar, comencé a sudar frío porque mentalmente había calculado una cuenta cercana a los mil pesos ya que había pedido para los dos equipos quirúrgicos (nosotros y los residentes del otro quirófano) uno de los residentes me ofreció su tarjeta, creo al ver mi cara de preocupación al estar consciente que no traía más que doscientos pesos en la bolsa, pero mi maestro se la regresó y me extendió mil quinientos, me dijo hoy tuve un excelente ayudante y debemos celebrar, así que gustoso fui por el banquete.

En la Escuela Médico Militar dentro del internado teníamos la premisa: "Veo uno, hago uno y enseño uno", refiriéndonos a los procedimientos todos nos convertimos en maestros, al cursar el segundo año del internado debíamos ser los guías de primer año y si era algún procedimiento más delicado estaba presente un residente o un especialista, quizá ello nos daba el plus y la baja estadística en iatropatogenias o errores médicos.

Dr. Odín Isaac Gerónimo / Médico Cirujano Militar

Ahora que soy catedrático me cuesta trabajo citar a un maestro en específico, porque incluso el Veterinario que preparaba los especímenes para cirugía me enseñó algo, las enfermeras de quien aprendí a canalizar, un Químico que era nuestro descanso en las clases al hacer su materia amena, los profesores militares que nos llenaban de anécdotas dentro de lo que nos esperaba en la vida militar, nuestros maestros de Educación Física que sufrían cuando nos tenían que reprobar más por la supervisión que por criterio propio.

Pero escogería dos anécdotas: a mi asesora de tesis quien era apasionada del laboratorio, con ella aprendí a recabar material genético y correr una prueba PCR, sería lo que consideraríamos un “ratón de biblioteca”, con un conocimiento muy, muy basto, pero con la calidad humana, bondad y humanidad para transmitirlo, explicaba con tal elocuencia que hacía ver algo complejo sumamente fácil.

Sin dejar de exigir nos guió un año completo a mi equipo de tesis para generar un trabajo en excelencia, que se tradujo en una mención honorífica al contestar cada una de las preguntas del jurado, pero no sólo respondimos llevamos cada respuesta hasta un punto donde el jurado parecía que desconocía algo del proceso o el resultado, respaldando las palabras con citas bibliográficas y la frase "Como nos enseñó nuestra asesora la Doctorar Betty".

Ella nos introdujo en el conocimiento, nos demostró cómo se aplica e instruyó para defenderlo e ir por más, como le decía a su hijo "el pingüinito", le dimos el apelativo "mamá pingüino" de manera afectiva, porque nos condujo por el difícil camino del conocimiento como una madre podría llevar a sus pequeños pingüinos, viendo una cara de orgullo comparada con la de nuestros familiares cuando recibimos por unanimidad nuestra mención honorífica.

Los otros maestros que jamás olvidaré es el equipo que se hizo en mi rotación por Pediatría Quirúrgica, tanto los residentes como los maestros tenían un trato con nosotros de guías, jamás de humillarnos, estábamos acostumbrados a "pagar tributo", en algunas rotaciones, donde se nos mandaba por un pastel, comida o bebidas por nuestra cuenta para los médicos, pero la primer vez que salí de quirófano donde fui primer ayudante en una laparotomía exploradora en un pequeño después de más de cuatro horas en quirófano, donde los residentes estaban en otra cirugía, me tocó ser el primer ayudante, mi maestro movía las manos diestramente y diligentemente conducía mis movimientos como una extensión suya.

Al terminar me dijo: Odín, vete por unos cafés y paninis porque nadie pudo desayunar, comencé a sudar frío porque mentalmente había calculado una cuenta cercana a los mil pesos ya que había pedido para los dos equipos quirúrgicos (nosotros y los residentes del otro quirófano) uno de los residentes me ofreció su tarjeta, creo al ver mi cara de preocupación al estar consciente que no traía más que doscientos pesos en la bolsa, pero mi maestro se la regresó y me extendió mil quinientos, me dijo hoy tuve un excelente ayudante y debemos celebrar, así que gustoso fui por el banquete.

En la Escuela Médico Militar dentro del internado teníamos la premisa: "Veo uno, hago uno y enseño uno", refiriéndonos a los procedimientos todos nos convertimos en maestros, al cursar el segundo año del internado debíamos ser los guías de primer año y si era algún procedimiento más delicado estaba presente un residente o un especialista, quizá ello nos daba el plus y la baja estadística en iatropatogenias o errores médicos.

Dr. Odín Isaac Gerónimo / Médico Cirujano Militar