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La principal fortaleza de la iglesia de Parral es su gente, la fe y esperanza que la sostienen, señala el Obispo de la Diócesis de Parral, Mauricio Urrea Carrillo, al externar que estas virtudes la impulsan a encontrarse con el rostro de Dios.
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Manifiesta que esperaba ver templos llenos al pasar al semáforo verde por las expresiones de los feligreses de que extrañaban el culto, pero no fue así, la gente sigue en sus casas y hay un enfriamiento.
"Necesitamos obedecer al Papa Francisco y hacer una feligresía más dinámica, más dentro de sus templos y luego salir a llevar el evangelio a sus entornos familiares y sociales", dice.
Platíquenos una de sus mejores experiencias vividas en el transcurso de este tiempo
La mejor experiencia es el salir a conocer a la gente, en todos lados me han dado una bienvenida muy cálida, me esperan a la entrada de las poblaciones, es muy bonito que la gente a pesar de la pandemia saliera a recibirme, tomando sus medidas por la contingencia sanitaria.
Otra de las experiencias fue confirmar a tantos jóvenes, celebrar la fe y saber que todos van a ser soldados de Cristo, porque la confirmación es el sacramento que te compromete con la iglesia.
¿Cuál es la principal fortaleza de la Diócesis de Parral?
Como fortaleza va a ser siempre su gente y su fe, veo esa gran esperanza aquí también en sus sacerdotes, en sus religiosas, pero si falta esa movilización que el Papa Francisco le ha querido dar a la Iglesia, él lo pone con esa frase “quiero una iglesia en salida, es decir, que se reúnan en el templo para celebrar su fe, darle culto a Dios para aprender lo que hay que hacer, pero luego los quiero en salida misionera, que vivan su fe ahí donde se desempeñan”.
Otra de las fortalezas de la Diócesis de Parral es su antigüedad, pues esta es una región que desde finales del siglo XVII comenzó a tener vida y una trayectoria como comunidad. La edad de un territorio implica que tenga madurez en muchas cosas, no es lo mismo que en una ciudad recién fundada.
¿Cómo evalúa a la Diócesis de Parral durante este año?
La evaluó como una Diócesis en proceso, está en movimiento, no la siento estancada; la pandemia por el Covid-19 nos causó este tipo de freno que nos puso en el caminar que llevábamos juntos, pero hay que retomar el desafío que es volver a poner la tinta en el renglón.
Cuando ocurrió el cierre de los templos se esperaba que con la reapertura viniera la gente a mares, porque todos decían que extrañaban mucho las cosas de Dios; sin embargo, no fue la gran cosa, sí vinieron algunas personas, pero no los que creíamos.
Lo que nos sorprendió fue el efecto de enfriamiento en muchas personas a pesar de que una situación riesgosa de poderse contagiar y morirse o las personas que tuvimos una perdida cercana eso nos tuvo que haber acercado más a Dios.
Sin embargo, tenemos fe en Dios en reactivar la vida normal que teníamos y entender que no va a ser automático.
¿A qué se deben los cambios parroquiales realizados a finales del año pasado?
Después de haber evaluado muchas cosas como la permanencia y la estancia de sacerdotes los cambios obedecen al tiempo que lleva una persona ya ahí, si ya llevas un cierto tiempo pues es conveniente por la salud sacerdotal y por la de la comunidad un cambio para evitar que nos fosilicemos.
La permanencia de los sacerdotes en términos generales es de seis años, puede ser antes o después, mueves tus piezas como en un tablero de ajedrez, creo que este sacerdote puede dar mejor fruto en otro lado y siempre es un buen desafío el cambio sacerdotal, para la persona no es ni castigo ni degradación ni promoción.
¿Qué es el Plan Diocesano de Pastoral?
La clave de ese plan hacer primero una lectura de toda nuestra Diócesis con sus heridas y con sus esperanzas con sus dones, pero también sus faltantes, su problemática en las diversas regiones de los tres decanatos.
Aparte de eso pues ya está una planeación de que queremos hacer con los niños en la catequesis, adolescentes, jóvenes, matrimonios, familias, ancianos, enfermos, estudiantes y planteles universitarios.
Lo interesante es que se insiste mucho en esa dinámica bilateral o bidireccional, no es nada más aquí que dicta la curia, está el gobierno de la Diócesis, de aquí sale todo y se dice que se va hacer, sino que también se recoge de las bases, “Oigan pues eso aquí no se puede aplicar o no es lo conveniente o llevábamos otro proceso nosotros”.
Ese ir y venir le da a la iglesia diocesana, esa impresión de ser un cuerpo vivo que se comunica, que se conoce, no nada más decir desde aquí estamos generando preceptos, indicaciones, hay que ve quién los va cumpliendo, lo que se busca es que exista una retroalimentación.
Yo he nombrado hace poco un nuevo vicario de pastoral a Rogelio Torres, quien ahora está en San José, él es como el impulsor, el que nos ayuda a que eso se vaya aplicando en las diversas parroquias
Vamos a implementar un nuevo método de catequesis que ya tiene 30 años funcionando en la Arquidiócesis de Guadalajara, son unos materiales muy bien hechos para el niño y su catequista y llega desde la tierna edad, como a los cuatro años comienza el proceso, porque convenimos que vale más llegar antes que después, y es muy bonita experiencia que al niño se le hable de Dios y de que su vida se debe a la creación que él quiso hacer.
