Era 1776, tres hombres recibieron 200 azotes por fuga de un indio

El acto fue presenciado por un importante número de vecinos radicados en el Parral

Luis G. Prieto | Archivo Histórico Municipal de Parral

  · sábado 6 de noviembre de 2021

Foto: Twitter @AlavaMedieval

Memorias de Chihuahua

Pascual Hernández, José Anastasio del Castillo y Santiago Cabeza de Baca estaban reclusos en la cárcel real del Valle de San Bartolomé cuando escucharon en voz del alguacil su cruda sentencia por haber participado en la fuga de un indio del que sólo se sabe era de la sierra de Barajas; 200 azotes para cada uno y trabajos forzados hasta por diez años.

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Hoy en Memorias de Chihuahua hablaremos del peculiar testimonio que se resguarda entre los miles de expedientes que conserva el Archivo Histórico del Municipio de Hidalgo del Parral, el cual da fe de la sentencia ejecutada por el Comandante General de la Nueva Vizcaya para castigar a tres reos por su complicidad en una fuga.

El documento únicamente dice que estos hombres ayudaron a un indio a escaparse y que por tal motivo debían ser severamente reprimidos. La condena consistió en recibir 200 azotes cada uno por las principales calles del Real de San José del Parral, así como su traslado a la cárcel real de la “Villa de Chiguagua”, para finalmente ser llevados al Presidio de la Princesa (Hoy municipio de Galeana) y que ahí trabajaran a ración y sin sueldo.

Sin embargo, la pena se redujo para Santiago Cabeza de Baca a causa de su ancianidad y enfermedades. Esto lo salvó de recibir los azotes y a cumplir sólo cuatro años de trabajos forzados. En el caso también estuvo involucrado el alcalde mayor de San Bartolomé, pero a este sólo se le obligó a pagar una multa de 600 pesos para gastos de las diligencias, así como la advertencia que de incurrir nuevamente en una falta se le aplicaría prudente correctivo.

Fue así que el 4 de enero de 1776, Manuel Rodríguez con su investidura de Justicia Mayor, ejecutó la primera parte del proceso poniendo a Pascual Hernández y a José Anastasio del Castillo sobre dos burros que los pasaron desde la Real Plaza hasta la plazuela de San Juan de Dios, ida y vuelta, mientras recibían los 200 azotes.

El acto fue presenciado por un importante número de vecinos radicados en el Parral, algunos armados por cuestiones de seguridad, que visualizaron cómo los dos hombres eran azotados por el mismo número de indígenas tarahumaras, verdugos ellos de la solemne sentencia, “al son de caja” expresa la narrativa.

Al día siguiente, los tres infortunados partieron de ese Real a las 8 de la mañana rumbo a Chihuahua, por el camino de la cordillera, escoltados por seis vecinos armados. Pascual y Anastasio llevaban sus manos esposadas.

El documento no manifiesta la conclusión de este capítulo, el cómo fueron recibidos en la Villa, sin embargo, menciona que los condenados tuvieron que trabajar a ración y sin sueldo, con un grillete en los pies, para “obrar en las labores del campo que ocurrieren en el nuevo Presidio de la Princesa”. Pascual por 10 años, Anastasio por 8 años y Santiago por 4 años a causa de los padecimientos ya referidos.

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