/ lunes 1 de julio de 2019

La tragedia de Jiménez lacera memorias a casi medio siglo del “sábado negro”

Hoy se cumplen 47 años de este acontecimiento

Hoy se cumplen 47 años de la peor tragedia en la historia de Jiménez, pasaje negro que año con año se recuerda, donde hay quienes a diario frente al espejo reviven la angustia y el dolor que dejó la explosión del ferrocarril, la tarde de un sábado en la que muchos sueños, proyectos y vidas se vieron segados, pero que dieron pie a la empatía y a la solidaridad de varios pueblos y que hoy en día hasta sirven de inspiración para la composición de corridos.

Muchos son los pasajes de la historia Jimenense, pero ninguno tan oscuro y triste como la explosión del ferrocarril, que hoy a casi medio siglo de haberse ocurrido, sigue lacerando las memorias de quienes vivieron de cerca la tragedia.

Tal es caso del seños Alfredo Gámez, mejor conocido en Jiménez como “Pimpo”, quien tenía apenas 18 años de edad, y la tarde de aquel sábado en la que se disponía a ir a la graduación de la preparatoria, cambió su vida.

Eran cerca de las 14:45 horas, cuando esperaba el camión que lo llevaría de la colonia Estación a la prepa. De repente, un sonido como de soplido de viento, pero con una intensidad amplificada al mil, rompió con la rutina y fue el preámbulo de la catástrofe.

Acto seguido un gran estruendo que se vio acompañado de explosión que al instante formó un gran hongo de fuego lo alertó a él y a un vendedor ambulante que se encontraba en el lugar. La fuerza de la explosión los aventó al menos 20 metros.

Pero, ¿Qué fue lo que fue ocurrió?

Según versa en el archivo histórico, poco antes de lo sucedido, un error sin malicia había sido cometido, el maquinista a cargo, Hugo Alarcón, dejó a su ayudante al mando de la máquina, porque este iría a cortarse el cabello a una peluquería que quedaba cerca.

El ayudante sin saber del error que estaba cometiendo, desvió el tren proveniente de sur a norte al carril uno, donde se encontraba otro tren cargado de tanques con gas butano, haciendo explotar aquellos vagones.


A correr por su vida

“Afortunadamente no perdí el conocimiento, así que con mi brazo me cubrí la cara y salí corriendo rumbo a la Calzada”, según manifestó “Pimpo Gámez”, quien describió que durante la carrera veía cómo a su alrededor caían escombro y restos de metal, mientras soportaba el intenso dolor.

Y es que el fuego no lo alcanzó, pero el intenso calor que irradiaba del epicentro de la explosión, fue suficiente para causarle quemaduras de hasta tercer grado en aproximadamente el 70 por ciento de su cuerpo.

Fue así que al cabo de la carrera logró llegar a casa de sus hermanos, donde rápidamente su familia intentó buscarle atención médica; sin embargo los hospitales ya estaban saturados. Los heridos que se cuantificaban por cientos, rápidamente superaron las mil personas.

Un médico, amigo de la familia, les dijo que lo llevaran a su clínica, donde también la afluencia de lesionados fue tal, que rápidamente a él y varias personas más los trasladaron de urgencia al entonces Hospital Civil de Parral.

La calidez de los galenos y enfermeras parralenses

“No tengo palabras para agradecer las atenciones y el trato de quienes en ese entonces laboraban en el Hospital Civil, pese al dolor y las circunstancias que vivíamos, la atención que nos dieron fue más allá del ámbito de la medicina”, resaltó Pimpo.

Por lo anterior, quiso aprovechar el espacio de este matutino para agradecer y saludar a quienes sigan con vida o conozcan a alguien que haya atendido a los “quemados de Jiménez”, cuya labor fue un aliciente en la tragedia.


El traslado al Hospital General de México

Médicos de la ciudad de México arribaron a Chihuahua para hacer un censo de los pacientes más delicados y trasladarlos a clínicas en dicho lugar, donde “Pimpo”, pasó cerca de seis meses hospitalizado.

Sin embargo, el dato es fácil de escuchar y escribir, y dista mucho del dolor que implicó recuperarse de esas quemaduras, así como también ver tal vez al vecino, al amigo o hermano sufriendo, o incluso falleciendo.

Las cifras de la tragedia

A casi medio siglo del sábado negro, la cifra oficial de decesos sigue siendo un misterio, el número oscila entre los diez y los cien muertos; sin embargo, “Pimpo Gámez”, asegura que fueron muchos más.

“Tan solo antes de la explosión yo vi al menos a 30 “trampas” comiendo pan con sardinas y coca cola, a eso, súmele los que estaban en la sala de espera y los que estaban trabajando embarcando trigo”, resaltó.

Y es que a ello hay que agregarle el número de personas que fallecieron en los nosocomios, su hermano Álvaro Gámez, quien lo acompañó en la ciudad de México durante su recuperación, por las tardes se deba a la tarea de visitar todos los hospitales para ver cómo se encontraban el resto de los lesionados.

“A mi hermano Álvaro, que en paz descanse, le tocó identificar y mandar los cuerpos de quienes fallecían en los hospitales de México, y es que al ser de un pueblo chico, todos nos conocíamos”, expresó el entrevistado.

Un año después de la recuperación tuvo que regresar por atención a la ciudad de México, “a muchos nos hicieron cirugías reconstructivas, sin embargo al paso de los años esa tragedia nos sigue cobrando la factura”, dijo.

Y es que explicó que además de las cicatrices que se pueden ver en sus brazos, ha visto cómo en partes de sus extremidades, se ha venido registrando la pérdida de masa muscular. “Pues sí, es la peor tragedia que le ha ocurrido a Jiménez, y aunque cada año se rememore, habemos quienes a diario la recordamos cuando nos vemos en el espejo”, expresó.

De la tragedia a la inspiración

Afortunadamente de aquella tragedia el entrevistado salió avante y con orgullo agradece al Creador el poder haberse casado y formar una familia, tener hijos y nietos. No sin antes tomar aquella experiencia como inspiración.

En un cuaderno y escritas de su puño y letra, plasmadas se encuentran las estrofas de un corrido compuesto en su honor, que habla “del Pimpo mentado que en una explosión ya moría quemado, y que sin embargo, lo premió el Señor”.


Hoy se cumplen 47 años de la peor tragedia en la historia de Jiménez, pasaje negro que año con año se recuerda, donde hay quienes a diario frente al espejo reviven la angustia y el dolor que dejó la explosión del ferrocarril, la tarde de un sábado en la que muchos sueños, proyectos y vidas se vieron segados, pero que dieron pie a la empatía y a la solidaridad de varios pueblos y que hoy en día hasta sirven de inspiración para la composición de corridos.

Muchos son los pasajes de la historia Jimenense, pero ninguno tan oscuro y triste como la explosión del ferrocarril, que hoy a casi medio siglo de haberse ocurrido, sigue lacerando las memorias de quienes vivieron de cerca la tragedia.

Tal es caso del seños Alfredo Gámez, mejor conocido en Jiménez como “Pimpo”, quien tenía apenas 18 años de edad, y la tarde de aquel sábado en la que se disponía a ir a la graduación de la preparatoria, cambió su vida.

Eran cerca de las 14:45 horas, cuando esperaba el camión que lo llevaría de la colonia Estación a la prepa. De repente, un sonido como de soplido de viento, pero con una intensidad amplificada al mil, rompió con la rutina y fue el preámbulo de la catástrofe.

Acto seguido un gran estruendo que se vio acompañado de explosión que al instante formó un gran hongo de fuego lo alertó a él y a un vendedor ambulante que se encontraba en el lugar. La fuerza de la explosión los aventó al menos 20 metros.

Pero, ¿Qué fue lo que fue ocurrió?

Según versa en el archivo histórico, poco antes de lo sucedido, un error sin malicia había sido cometido, el maquinista a cargo, Hugo Alarcón, dejó a su ayudante al mando de la máquina, porque este iría a cortarse el cabello a una peluquería que quedaba cerca.

El ayudante sin saber del error que estaba cometiendo, desvió el tren proveniente de sur a norte al carril uno, donde se encontraba otro tren cargado de tanques con gas butano, haciendo explotar aquellos vagones.


A correr por su vida

“Afortunadamente no perdí el conocimiento, así que con mi brazo me cubrí la cara y salí corriendo rumbo a la Calzada”, según manifestó “Pimpo Gámez”, quien describió que durante la carrera veía cómo a su alrededor caían escombro y restos de metal, mientras soportaba el intenso dolor.

Y es que el fuego no lo alcanzó, pero el intenso calor que irradiaba del epicentro de la explosión, fue suficiente para causarle quemaduras de hasta tercer grado en aproximadamente el 70 por ciento de su cuerpo.

Fue así que al cabo de la carrera logró llegar a casa de sus hermanos, donde rápidamente su familia intentó buscarle atención médica; sin embargo los hospitales ya estaban saturados. Los heridos que se cuantificaban por cientos, rápidamente superaron las mil personas.

Un médico, amigo de la familia, les dijo que lo llevaran a su clínica, donde también la afluencia de lesionados fue tal, que rápidamente a él y varias personas más los trasladaron de urgencia al entonces Hospital Civil de Parral.

La calidez de los galenos y enfermeras parralenses

“No tengo palabras para agradecer las atenciones y el trato de quienes en ese entonces laboraban en el Hospital Civil, pese al dolor y las circunstancias que vivíamos, la atención que nos dieron fue más allá del ámbito de la medicina”, resaltó Pimpo.

Por lo anterior, quiso aprovechar el espacio de este matutino para agradecer y saludar a quienes sigan con vida o conozcan a alguien que haya atendido a los “quemados de Jiménez”, cuya labor fue un aliciente en la tragedia.


El traslado al Hospital General de México

Médicos de la ciudad de México arribaron a Chihuahua para hacer un censo de los pacientes más delicados y trasladarlos a clínicas en dicho lugar, donde “Pimpo”, pasó cerca de seis meses hospitalizado.

Sin embargo, el dato es fácil de escuchar y escribir, y dista mucho del dolor que implicó recuperarse de esas quemaduras, así como también ver tal vez al vecino, al amigo o hermano sufriendo, o incluso falleciendo.

Las cifras de la tragedia

A casi medio siglo del sábado negro, la cifra oficial de decesos sigue siendo un misterio, el número oscila entre los diez y los cien muertos; sin embargo, “Pimpo Gámez”, asegura que fueron muchos más.

“Tan solo antes de la explosión yo vi al menos a 30 “trampas” comiendo pan con sardinas y coca cola, a eso, súmele los que estaban en la sala de espera y los que estaban trabajando embarcando trigo”, resaltó.

Y es que a ello hay que agregarle el número de personas que fallecieron en los nosocomios, su hermano Álvaro Gámez, quien lo acompañó en la ciudad de México durante su recuperación, por las tardes se deba a la tarea de visitar todos los hospitales para ver cómo se encontraban el resto de los lesionados.

“A mi hermano Álvaro, que en paz descanse, le tocó identificar y mandar los cuerpos de quienes fallecían en los hospitales de México, y es que al ser de un pueblo chico, todos nos conocíamos”, expresó el entrevistado.

Un año después de la recuperación tuvo que regresar por atención a la ciudad de México, “a muchos nos hicieron cirugías reconstructivas, sin embargo al paso de los años esa tragedia nos sigue cobrando la factura”, dijo.

Y es que explicó que además de las cicatrices que se pueden ver en sus brazos, ha visto cómo en partes de sus extremidades, se ha venido registrando la pérdida de masa muscular. “Pues sí, es la peor tragedia que le ha ocurrido a Jiménez, y aunque cada año se rememore, habemos quienes a diario la recordamos cuando nos vemos en el espejo”, expresó.

De la tragedia a la inspiración

Afortunadamente de aquella tragedia el entrevistado salió avante y con orgullo agradece al Creador el poder haberse casado y formar una familia, tener hijos y nietos. No sin antes tomar aquella experiencia como inspiración.

En un cuaderno y escritas de su puño y letra, plasmadas se encuentran las estrofas de un corrido compuesto en su honor, que habla “del Pimpo mentado que en una explosión ya moría quemado, y que sin embargo, lo premió el Señor”.


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