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Luego de que al menos los gimnasios de la ciudad hayan tenido que cerrar desde hace más de tres meses, la renta, los recibos de luz, agua y quienes continúan pagando a sus empleados, han visto sus finanzas dañadas gravemente, hasta el grado de contemplar tener que cerrar y entregar el local, que por años fungió como centro de deporte, así lo manifestó el dueño de uno de estos espacios recreativos, tras estar subsistiendo a base de préstamos y prórrogas con la fé de que la nueva normalidad llegue pronto.
Al comienzo de la pandemia, fueron diversos sectores empleadores y de esparcimiento recreativos, los cuales ya veían llegar la recesión económica, y en este caso en concreto, los gimnasios, de entre los cuales, si bien, no todos han optado por cerrar definitivamente, están en la orilla del abismo al continuar subsistiendo a base de préstamos de dinero y prórrogas en la renta, con la esperanza de que el semáforo estatal permita abrir nuevamente las puertas al público.
Un establecimiento ubicado en la avenida Ortiz Mena, el cual lleva años fungiendo como un centro deportivo de pesas, CrossFit, Zumba, Pool Dance y Spinning, se ha mantenido en pie al intentar sobrevivir sin entregar el espacio, del cual mes con mes la renta no deja de pagarse, los recibos de los servicios no dejan de llegar, y hasta el sueldo de los empleados se sigue entregando.
Sin embargo, como todo negocio, el cual se mantiene y sigue creciendo, según la derrama económica que éste deje por la cantidad de usuarios que asista o tenga como clientes frecuentes, se ha visto envuelto en una crisis económica en la cual si el semáforo estatal no cambia pronto autorizando nuevamente el uso de estos espacios, tendrá que cerrar definitivamente, o cambiar de ubicación posteriormente debido a que los altos costos para mantener el local donde se encuentra se siguen acumulando.
Haciendo cuentas, Gustavo Pérez, el dueño del equipo deportivo, pesas, caminadoras, bicicletas y demás equipo para ejercitarse, dijo que, normalmente antes de la pandemia, cuando las cosas seguían su curso normalmente, la renta llegaba aproximadamente de 10 mil pesos cada mes, a la cual había que sumarle todavía el gasto de la luz y el agua, sin mencionar el internet y pago de los empleados, así como instructores, gastos que ascendían hasta los 13 mil pesos cada treinta días.
Sin embargo, luego de la orden a nivel federal y estatal de tener que cerrar los espacios de recreación masivos y de contacto físico entre las personas, golpeó fuertemente a estos negocios, tanto es así que para continuar rentando el local, pese a no tener una entrada económica en este momento, tuvo que llegar a un acuerdo con el dueño legitimo del espacio que renta, en el cual acordaron que durante la pandemia solo pagaría la mitad cada mes, mientras que el resto se iría acumulando hasta que abriera nuevamente.
El dinero sin una entrada constante de este mismo se acaba, y al “cochinito” de tanto sacarle monedas se va acabando; sin embargo, al encontrarnos actualmente en el color naranja del semáforo, espera que próximamente cambie a favor de este tipo de negocios permitiendo continuar con su negocio el cual ha llevado en pie desde hace más de diez años.
