/ martes 3 de agosto de 2021

Tiempos & Espacios | Los hijos de Albert

Todo cambió cuando en 1901 Mileva descubrió que estaba embarazada, y tuvo que abandonar sus estudios y sus intentos de graduarse. Se trasladó a Serbia para estar con su familia, y muy probablemente a principios de 1902 nació su hija, que sería conocida como Lieserl. Ahora bien, poco o casi nada se sabe de la pequeña, pues el mundo desconocía su existencia hasta finales del siglo XX, cuando unas cartas personales entre Albert y Mileva revelaron el secreto. Siendo madre soltera, Maric dejó a la pequeña a cargo de sus padres, pero su destino final no está claro.

Mileva volvió a Zurich y retomó la relación con el ya empleado de la Oficina de Patentes de Berna y, en 1903, en esa misma ciudad, contraerían matrimonio.

Durante la primera década del siglo, no sólo Einstein lograría uno de sus más importantes descubrimientos con el que se labraría una gran reputación en el campo de la física, sino que la familia aumentaría con dos nuevos vástagos, Hans Albert (Mayo 1904) y Eduard (Julio 1910).

En 1911, la familia se trasladaría a Praga, donde Einstein permanecería durante año y medio como profesor en la Universidad Alemana, antes de volver a su Alma Máter en Zurich, donde enseñaría Mecánica Analítica y Termodinámica.

Para entonces Albert ya había empezado una relación con Elsa, su prima. El mismo año de su divorcio, Albert contrajo matrimonio con Ella, e hizo un último viaje a Zurich para pasar el verano con sus hijos y arreglar su futuro con Mileva.

Hans Albert Einstein tuvo una vida razonablemente normal. Estudió Ingeniería Civil en la misma universidad que su padre, y contrajo matrimonio en 1927. Continuó su carrera en Alemania, donde obtuvo su doctorado y se especializó en el transporte de sedimentos. En 1936, ya con los nazis en el poder e instado por Einstein, que ya había emigrado a los Estados Unidos, Hans Albert hizo lo propio, encontrando empleo en el Departamento de Agricultura y posteriormente en la Universidad de California en Berkeley. Hans recibió alguna visita ocasional de su célebre padre. Viudo en 1958, volvió a casarse y murió en 1973.

Eduard no tuvo la misma suerte. Desde muy pequeño, el menor de los Einstein sufría de problemas sicológicos, por lo que constantemente tenía que ser ingresado. Un buen estudiante y admirador de Sigmund Freud, Eduard pensaba convertirse en psiquiatra, pero en 1931, a la edad de 20 años, los médicos le diagnosticaron esquizofrenia y su breve carrera se vio truncada.

Aparentemente, los tratamientos de shock eléctricos muy de moda en aquel entonces le hicieron más daño que bien, y el resto de su vida tendría que ser cuidado, primero por su madre y, a la muerte de esta en 1948, permanentemente ingresado en la Clínica (Zurich). Su padre le visitó en una ocasión después de su diagnóstico, pero después de que este emigrara a los Estados Unidos en 1933, jamás volvería a ver a su hijo. Durante años si mantuvieron correspondencia, pero Eduard siempre se sintió abandonado, y en una ocasión incluso dijo que odiaba a su padre. Murió en 1965, diez años después que su padre. Extraño que no hubiese visitado a su hijo enfermo después de la guerra, considerando que no tenía problemas económicos. Nadie es perfecto y el gran sabio tendría sus razones que, en algún momento en el tiempo y espacio serán juzgadas. Fuente: Ciencia Histórica -J.G. Barcala-.

Ramón Lerma | Profesor

Todo cambió cuando en 1901 Mileva descubrió que estaba embarazada, y tuvo que abandonar sus estudios y sus intentos de graduarse. Se trasladó a Serbia para estar con su familia, y muy probablemente a principios de 1902 nació su hija, que sería conocida como Lieserl. Ahora bien, poco o casi nada se sabe de la pequeña, pues el mundo desconocía su existencia hasta finales del siglo XX, cuando unas cartas personales entre Albert y Mileva revelaron el secreto. Siendo madre soltera, Maric dejó a la pequeña a cargo de sus padres, pero su destino final no está claro.

Mileva volvió a Zurich y retomó la relación con el ya empleado de la Oficina de Patentes de Berna y, en 1903, en esa misma ciudad, contraerían matrimonio.

Durante la primera década del siglo, no sólo Einstein lograría uno de sus más importantes descubrimientos con el que se labraría una gran reputación en el campo de la física, sino que la familia aumentaría con dos nuevos vástagos, Hans Albert (Mayo 1904) y Eduard (Julio 1910).

En 1911, la familia se trasladaría a Praga, donde Einstein permanecería durante año y medio como profesor en la Universidad Alemana, antes de volver a su Alma Máter en Zurich, donde enseñaría Mecánica Analítica y Termodinámica.

Para entonces Albert ya había empezado una relación con Elsa, su prima. El mismo año de su divorcio, Albert contrajo matrimonio con Ella, e hizo un último viaje a Zurich para pasar el verano con sus hijos y arreglar su futuro con Mileva.

Hans Albert Einstein tuvo una vida razonablemente normal. Estudió Ingeniería Civil en la misma universidad que su padre, y contrajo matrimonio en 1927. Continuó su carrera en Alemania, donde obtuvo su doctorado y se especializó en el transporte de sedimentos. En 1936, ya con los nazis en el poder e instado por Einstein, que ya había emigrado a los Estados Unidos, Hans Albert hizo lo propio, encontrando empleo en el Departamento de Agricultura y posteriormente en la Universidad de California en Berkeley. Hans recibió alguna visita ocasional de su célebre padre. Viudo en 1958, volvió a casarse y murió en 1973.

Eduard no tuvo la misma suerte. Desde muy pequeño, el menor de los Einstein sufría de problemas sicológicos, por lo que constantemente tenía que ser ingresado. Un buen estudiante y admirador de Sigmund Freud, Eduard pensaba convertirse en psiquiatra, pero en 1931, a la edad de 20 años, los médicos le diagnosticaron esquizofrenia y su breve carrera se vio truncada.

Aparentemente, los tratamientos de shock eléctricos muy de moda en aquel entonces le hicieron más daño que bien, y el resto de su vida tendría que ser cuidado, primero por su madre y, a la muerte de esta en 1948, permanentemente ingresado en la Clínica (Zurich). Su padre le visitó en una ocasión después de su diagnóstico, pero después de que este emigrara a los Estados Unidos en 1933, jamás volvería a ver a su hijo. Durante años si mantuvieron correspondencia, pero Eduard siempre se sintió abandonado, y en una ocasión incluso dijo que odiaba a su padre. Murió en 1965, diez años después que su padre. Extraño que no hubiese visitado a su hijo enfermo después de la guerra, considerando que no tenía problemas económicos. Nadie es perfecto y el gran sabio tendría sus razones que, en algún momento en el tiempo y espacio serán juzgadas. Fuente: Ciencia Histórica -J.G. Barcala-.

Ramón Lerma | Profesor