/ miércoles 7 de abril de 2021

Sobremesa | De juicios y “likes” en la vida

“Compré una secadora usada con tres meses de garantía. No la pude probar de inmediato por que no estaba el gas instalado. Al usarla sonaba horrible como una tortillería. Le dije eso al vendedor y la reparo. La probamos y me dijo, ya no suena como a una tortillería, recordó mi expresión. Yo la usé por ejemplificar el rechinar de engranes, él la grabó en su memoria y la dijo para despedirse. Ese tipo de expresiones las usan mis hermanos, en especial Gerardo. No, no me siento tan influenciada por mis padres como por mis hermanos. Mis 4 hermanos y mi hermana son importantes en mi vida, tanto o más que mis padres. A veces siento que sus voces me obligan a actuar, con la fiereza de Luis, la ecuanimidad de Humberto, la astucia de Gerardo, la inteligencia de Marco Antonio o la sensibilidad de Claudia. Mi madre era sabia, mi padre inteligente, y bueno yo tengo el temperamento de los volcanes y la fuerza de las tormentas tropicales. Salud por la hermandad y sus herencias.”

El texto anterior fue una publicación personal que hice en redes sociales, al calor de una bebida alcohólica, acompañada por mariscos, me nació expresarme, con la libertad que me caracteriza, contraviniendo las recomendaciones de mis amistades de mantener la vida personal enigmáticamente oculta y envolverla en un celofán de glamour para que sea más atractiva, sobre todo en lo que se hace circular en Facebook, la nueva hoguera de las vanidades. Pues me deje llevar por la efervescencia del momento y el sopor de la tarde. Luego “en corto”, como decimos de manera coloquial, me dijo que no comprendía mi texto, que yo no era tan cercana a mi familia, y que no era expresiva. Su juicio me pareció peor que el de un verdugo, hubo una censura a mi sentir. Le comenté que cuando escribo suelo ser expresiva, y que si ahora en la adultez ya, mis hermanos y yo hemos tomado distintas rutas, tengo hermosos recuerdos de infancia, en los que su acompañamiento e instrucción fueron fundamentales. El juicio lleva implícita una percepción. La percepción va de la mano a la interpretación que tenemos del mundo y de los otros, la lectura que hacemos de las situaciones, depende de los filtros que hemos acumulado en nuestra existencia, basados en la experiencia, las creencias y los valores adquiridos. Ya no aspiro a ser comprendida. Solo espero que ante el juicio, mi única pretensión sea el ser feliz, lo demás pues es cuestión personal. Yo seguiré escribiendo lo que desee, ya demasiadas restricciones hay en la vida.

“Compré una secadora usada con tres meses de garantía. No la pude probar de inmediato por que no estaba el gas instalado. Al usarla sonaba horrible como una tortillería. Le dije eso al vendedor y la reparo. La probamos y me dijo, ya no suena como a una tortillería, recordó mi expresión. Yo la usé por ejemplificar el rechinar de engranes, él la grabó en su memoria y la dijo para despedirse. Ese tipo de expresiones las usan mis hermanos, en especial Gerardo. No, no me siento tan influenciada por mis padres como por mis hermanos. Mis 4 hermanos y mi hermana son importantes en mi vida, tanto o más que mis padres. A veces siento que sus voces me obligan a actuar, con la fiereza de Luis, la ecuanimidad de Humberto, la astucia de Gerardo, la inteligencia de Marco Antonio o la sensibilidad de Claudia. Mi madre era sabia, mi padre inteligente, y bueno yo tengo el temperamento de los volcanes y la fuerza de las tormentas tropicales. Salud por la hermandad y sus herencias.”

El texto anterior fue una publicación personal que hice en redes sociales, al calor de una bebida alcohólica, acompañada por mariscos, me nació expresarme, con la libertad que me caracteriza, contraviniendo las recomendaciones de mis amistades de mantener la vida personal enigmáticamente oculta y envolverla en un celofán de glamour para que sea más atractiva, sobre todo en lo que se hace circular en Facebook, la nueva hoguera de las vanidades. Pues me deje llevar por la efervescencia del momento y el sopor de la tarde. Luego “en corto”, como decimos de manera coloquial, me dijo que no comprendía mi texto, que yo no era tan cercana a mi familia, y que no era expresiva. Su juicio me pareció peor que el de un verdugo, hubo una censura a mi sentir. Le comenté que cuando escribo suelo ser expresiva, y que si ahora en la adultez ya, mis hermanos y yo hemos tomado distintas rutas, tengo hermosos recuerdos de infancia, en los que su acompañamiento e instrucción fueron fundamentales. El juicio lleva implícita una percepción. La percepción va de la mano a la interpretación que tenemos del mundo y de los otros, la lectura que hacemos de las situaciones, depende de los filtros que hemos acumulado en nuestra existencia, basados en la experiencia, las creencias y los valores adquiridos. Ya no aspiro a ser comprendida. Solo espero que ante el juicio, mi única pretensión sea el ser feliz, lo demás pues es cuestión personal. Yo seguiré escribiendo lo que desee, ya demasiadas restricciones hay en la vida.