Un artista local plasma en obra pictórica de caballete, con técnica mixta, la importancia de no desatender a los adultos mayores, así como concientizar a la población para no desprotegerlos. La vejez como un sinónimo de experiencia y consejos que se enraízan a lo largo de generaciones conectando a la sociedad entre sí, un todo que se entrelaza transmitiendo los conocimientos que solo el tiempo puede otorgar es “El Ocaso y su Reflexión”.
El ciclo de vida de una persona es corta y generalmente no es hasta la vejez que los conocimientos y experiencias adquiridas por el sendero a través del tiempo, nos otorgan sabiduría que podemos compartir con quienes apenas empiezan a brotar en los surcos de la vida.
Erick Garfío Ramírez, artista local egresado de la Uach, en un intento por dar a conocer a la sociedad la importancia de la presencia que tienen los adultos mayores, desarrolló el tema “El Ocaso y su Reflexión”, en el cual plasmó como únicamente a través del tiempo se absorben conocimientos que son heredados.
En su investigación de campo, fotografió en distintas instituciones como El Jardín del Abuelo, asilo San Vicente y distintos hogares donde residen, a personas de la tercera edad, las cuales figuraron como modelos e inspiración, que posteriormente fueron plasmados en obras pictóricas, al combinar el retrato y la sabiduría que poseen.
“Las imágenes dicen más que mil palabras, plasman la identidad de Parral, sabiduría, experiencia, humildad, amabilidad, son algunas de las capacidades que ellos como viejos poseen, son los cimientos de una sociedad a través del tiempo, así como la raíces nutren un árbol, ellos nos nutren a nosotros”, expresó el artista.
Concisamente el trabajo intenta lograr que la sociedad en general, y los jóvenes desde temprana edad, arraiguen y no pierdan el interés de acercarse con un adulto mayor, pues el conocimiento es poder y ellos son portadores con un contador de tiempo.
Las instituciones públicas y privadas deben preocuparse por conservar y procurar las mejores condiciones de vida para los adultos mayores, para que con ello se pueda ofrecer a ellos las atenciones más óptimas y garantizar que su calidad de vida sea acorde a las necesidades de su edad, sin limitantes ni carencias.
A continuación se detallaran dos de los diez lienzos que ha plasmado Erick en su intento por impregnar en arte la sabiduría, conocimiento y experiencias desbordantes en los adultos mayores.
En “El fin del ciclo”, se observa a una mujer mayor, quieta como si estuviera dormida, soñando como cualquier infante, con globos y muchos colores como símbolo de las vivencias que obtuvo en el andar de la vida. Permanece tan quieta que parece haber dado su último suspiro, pero a la vez serena, tranquila, soñadora y feliz.
Es una insinuación que evoca a lo que no vemos, pero está dentro de nuestros pensamientos y que se plasma más allá de la inspiración misma y de la propia vida que ha venido a considerar lo que se espera que pase más allá del ciclo.
El rostro expresivo y los elementos hacen una armonía simbólica, ya que se está representando “El fin del ciclo”. Se observa y deja a la interpretación individual cómo se eleva el alma de la persona mayor, haciendo representación de la lejanía, del adiós tras la muerte.
En otro lienzo firmado como “Plenitud y Experiencia”, la pintura muestra a un anciano sonriente sobre una pila de libros, de los cuales se desprenden raíces entretejiéndose; ejemplificando que los textos al igual que las personas de la tercera edad son y representan la raíz de la sabiduría.
Pues mientras en las páginas de un libro se guarda la información del mundo y los seres vivos que habitan sobre éste, el anciano atesora las experiencias buenas o malas de los años vividos, los lugares visitados y las aportaciones de las personas que en algún momento pasaron por su vida. Convirtiéndose a su vez en la experiencia misma y en la trascendencia a través de su conocimiento y esencia.
Él está en la cumbre de los libros, cegado por cierto vislumbre que proviene de donde dirige su mirada, se puede entender resultado de los aprendizajes vivos y encarnados en su actuar, sus manos reflejan el trabajo de años y su mueca es firme pero amable, conserva la gallardía de un trabajador y procurador de bienestar fundamentado o cimentado en el conocimiento y la sabiduría que le ha dado el paso de los años.