/ martes 30 de noviembre de 2021

Obispo César Ortega manda mensaje a los feligreses

"Recibo esta misión apostólica consciente del significado de este llamado a servir con más pasión y entrega a la Iglesia"

Tras la designación como nuevo Obispo de Linares el pasado fin de semana, el líder pastoral César Alfonso Ortega, envió un mensaje a todo el pueblo de Dios, en donde mencionó que acoge esta nueva misión consciente del significado de esta encomienda, pero con la fe y esperanza de trabajar por el Reino de Dios.

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En el marco de la Fiesta de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa el pasado 27 de noviembre el ahora Obispo electo César Alfonso Ortega, dirigió unas palabras tanto a los feligreses que lo acogieron durante su misión en la Diócesis de Parral como a los fieles que por disposición del Papa Francisco, ahora serán su nuevo rebaño.

El mensaje con fecha del 27 de noviembre cita las siguientes palabras “Como ustedes ya saben, el sábado a las 4:00 de la mañana, hora de Chihuahua, la Nunciatura Apostólica a través de la Secretaría General de la Conferencia del Episcopado Mexicano, ha dado a conocer la noticia que el Papa Francisco me ha designado como nuevo obispo para la Diócesis de Linares, en el Estado de Nuevo León.

Agradezco al Santo Padre esta designación que me ha tomado realmente por sorpresa; sin embargo, recibo esta misión apostólica consciente del significado de este llamado a servir con más pasión y entrega a la Iglesia a la que me debo, en la que fui un día bautizado y después ordenado sacerdote, y es ahora, a la que soy enviado para servir como obispo.

Tal vez como nunca, ante este nombramiento, me golpean fuertemente aquellas palabras de Nuestro Señor Jesucristo cuando dijo: “Que el mayor entre ustedes se haga el último y servidor de todos”.

A eso voy a la Iglesia particular de Linares, a servir con alegría y sencillez, a caminar juntos en la fe y la esperanza, como piden los nuevos tiempos, no buscando otra cosa más que trabajar por el Reino de Dios y a continuar esparciendo la semilla apostólica con la predicación del evangelio, que muchos otros durante siglos han sembrado con su vida y su testimonio es esa parte del pueblo de Dios.

Agradezco a Dios que en su infinito amor, misterioso e incomprensible aún para mí, me haya elegido para esta delicada tarea, no para ejercer un cargo o una dignidad, sino para prestar un servicio de caridad y de comunión; de cercanía con todos, pero especialmente, con los más vulnerables y excluidos; de misericordia con los que más padecen a causa de la fragilidad humana; de paternidad con los más necesitan gestos de ternura y de amor.

Un servicio al que le pido Dios me dé la gracia de desempeñar al estilo de Jesucristo, Buen Pastor: del que busca a la oveja perdida, del que va a la casa del pecador, del que comparte el dolor y la tristeza, del que levanta al que ha caído, de aquél que lleva consuelo y esperanza ante el sufrimiento humano.

Estoy seguro que serán muchas las experiencias nuevas que viviré en la Diócesis de Linares, y muchas más, las que con humildad deberé de aprender en aquel lugar.

Tengan por seguro que voy con un corazón lleno de gozo a servir y a emprender juntos un camino de escucha y de diálogo, de comunión y participación, de fraternidad y de búsqueda de la voluntad de Dios; Un camino de esperanza que nos lleve a todos a Cristo, la piedra angular y fundamento de nuestra vida y de toda la Iglesia.

Ante este nuevo llamado de Dios en mi vida, no dejo de tener sentimientos encontrados por lo que termina y por lo que viene. Sin embargo, me siento lleno de confianza y serenidad porque sé que Aquél que me ha llamado a esta encomienda tan grande, me dotará de lo necesario para cumplir con fidelidad esta tarea apostólica.

El gran San Agustín a quien tanto admiro tiene esta expresión en latín: “Da quod iubes et iube quod vis”, es decir, “Da lo que mandas y manda lo que quieras”, o traducido de otra forma, “Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”. Por eso al recibir de lo alto esta nueva misión, le pido al Señor con todo mi corazón, me dote y capacite con la luz de su Espíritu, para llevar adelante esta importante encomienda en favor del pueblo de Dios.

Aprovecho este mensaje para saludar a todos los obispos de la Provincia Eclesiástica de Monterrey, encabezados por Monseñor Rogelio Cabrera López, actual Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano.

De manera especial, quiero enviar también un saludo fraterno a Don Ramón Calderón Batres, obispo emérito de Linares, a Monseñor Hilario González García, ahora obispo de Saltillo, y al reverendo padre Jesús Javier Moreno Núñez quien ha fungido como Administrador Diocesano en este tiempo de Sede vacante.

Saludo y abrazo también con mucha alegría a toda la comunidad católica de Linares, a sus sacerdotes y diáconos, a los miembros de la vida consagrada, a la comunidad del seminario, a todas las parroquias, sus laicos, grupos y movimientos eclesiales, que desde hace un año esperan a su nuevo Pastor y que durante este período, aún en medio de la pandemia, han vivido y celebrado su fe.

Saludo también a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, creyentes y no creyentes, que viven en aquella región de Nuevo León, tendrán un mí siempre un Pastor de manos abiertas para construir puentes y no muros, que nos lleven al bien común y a la verdad.

Les pido a todos que en este lapso que me da el Derecho Canónico para mí llegada a Linares y en es espera de la Ordenación episcopal, eleven al Señor sus oraciones por este frágil siervo de Dios, para que pueda cumplir fielmente, con mucha diligencia y generosidad la voluntad de Dios.

Quiero ser un instrumento sencillo y útil en las manos del Señor y un testigo de esperanza cristiana antes los tiempos que vivimos.

Un gracias de corazón a toda esta amada Diócesis de Parral, en la que por 25 años he ejercido el ministerio sacerdotal, gracias a los obispos que he tenido, a los hermanos sacerdotes por su apoyo y amistad, a las comunidades, familias y amigos que en este día me han brindado su apoyo.

Muchas gracias, querida Iglesia de Parral, ahora soy un fruto de esta Diócesis, para otra que está esperando un nuevo Pastor. ¡Demos gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia!

Que la Santísima Virgen de Guadalupe, a quien en los próximos días vamos a celebrar y a quien veneramos con tanto amor como Madre Nuestra, me auxilie y me guarde siempre en su Inmaculado corazón.

Tras la designación como nuevo Obispo de Linares el pasado fin de semana, el líder pastoral César Alfonso Ortega, envió un mensaje a todo el pueblo de Dios, en donde mencionó que acoge esta nueva misión consciente del significado de esta encomienda, pero con la fe y esperanza de trabajar por el Reino de Dios.

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En el marco de la Fiesta de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa el pasado 27 de noviembre el ahora Obispo electo César Alfonso Ortega, dirigió unas palabras tanto a los feligreses que lo acogieron durante su misión en la Diócesis de Parral como a los fieles que por disposición del Papa Francisco, ahora serán su nuevo rebaño.

El mensaje con fecha del 27 de noviembre cita las siguientes palabras “Como ustedes ya saben, el sábado a las 4:00 de la mañana, hora de Chihuahua, la Nunciatura Apostólica a través de la Secretaría General de la Conferencia del Episcopado Mexicano, ha dado a conocer la noticia que el Papa Francisco me ha designado como nuevo obispo para la Diócesis de Linares, en el Estado de Nuevo León.

Agradezco al Santo Padre esta designación que me ha tomado realmente por sorpresa; sin embargo, recibo esta misión apostólica consciente del significado de este llamado a servir con más pasión y entrega a la Iglesia a la que me debo, en la que fui un día bautizado y después ordenado sacerdote, y es ahora, a la que soy enviado para servir como obispo.

Tal vez como nunca, ante este nombramiento, me golpean fuertemente aquellas palabras de Nuestro Señor Jesucristo cuando dijo: “Que el mayor entre ustedes se haga el último y servidor de todos”.

A eso voy a la Iglesia particular de Linares, a servir con alegría y sencillez, a caminar juntos en la fe y la esperanza, como piden los nuevos tiempos, no buscando otra cosa más que trabajar por el Reino de Dios y a continuar esparciendo la semilla apostólica con la predicación del evangelio, que muchos otros durante siglos han sembrado con su vida y su testimonio es esa parte del pueblo de Dios.

Agradezco a Dios que en su infinito amor, misterioso e incomprensible aún para mí, me haya elegido para esta delicada tarea, no para ejercer un cargo o una dignidad, sino para prestar un servicio de caridad y de comunión; de cercanía con todos, pero especialmente, con los más vulnerables y excluidos; de misericordia con los que más padecen a causa de la fragilidad humana; de paternidad con los más necesitan gestos de ternura y de amor.

Un servicio al que le pido Dios me dé la gracia de desempeñar al estilo de Jesucristo, Buen Pastor: del que busca a la oveja perdida, del que va a la casa del pecador, del que comparte el dolor y la tristeza, del que levanta al que ha caído, de aquél que lleva consuelo y esperanza ante el sufrimiento humano.

Estoy seguro que serán muchas las experiencias nuevas que viviré en la Diócesis de Linares, y muchas más, las que con humildad deberé de aprender en aquel lugar.

Tengan por seguro que voy con un corazón lleno de gozo a servir y a emprender juntos un camino de escucha y de diálogo, de comunión y participación, de fraternidad y de búsqueda de la voluntad de Dios; Un camino de esperanza que nos lleve a todos a Cristo, la piedra angular y fundamento de nuestra vida y de toda la Iglesia.

Ante este nuevo llamado de Dios en mi vida, no dejo de tener sentimientos encontrados por lo que termina y por lo que viene. Sin embargo, me siento lleno de confianza y serenidad porque sé que Aquél que me ha llamado a esta encomienda tan grande, me dotará de lo necesario para cumplir con fidelidad esta tarea apostólica.

El gran San Agustín a quien tanto admiro tiene esta expresión en latín: “Da quod iubes et iube quod vis”, es decir, “Da lo que mandas y manda lo que quieras”, o traducido de otra forma, “Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”. Por eso al recibir de lo alto esta nueva misión, le pido al Señor con todo mi corazón, me dote y capacite con la luz de su Espíritu, para llevar adelante esta importante encomienda en favor del pueblo de Dios.

Aprovecho este mensaje para saludar a todos los obispos de la Provincia Eclesiástica de Monterrey, encabezados por Monseñor Rogelio Cabrera López, actual Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano.

De manera especial, quiero enviar también un saludo fraterno a Don Ramón Calderón Batres, obispo emérito de Linares, a Monseñor Hilario González García, ahora obispo de Saltillo, y al reverendo padre Jesús Javier Moreno Núñez quien ha fungido como Administrador Diocesano en este tiempo de Sede vacante.

Saludo y abrazo también con mucha alegría a toda la comunidad católica de Linares, a sus sacerdotes y diáconos, a los miembros de la vida consagrada, a la comunidad del seminario, a todas las parroquias, sus laicos, grupos y movimientos eclesiales, que desde hace un año esperan a su nuevo Pastor y que durante este período, aún en medio de la pandemia, han vivido y celebrado su fe.

Saludo también a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, creyentes y no creyentes, que viven en aquella región de Nuevo León, tendrán un mí siempre un Pastor de manos abiertas para construir puentes y no muros, que nos lleven al bien común y a la verdad.

Les pido a todos que en este lapso que me da el Derecho Canónico para mí llegada a Linares y en es espera de la Ordenación episcopal, eleven al Señor sus oraciones por este frágil siervo de Dios, para que pueda cumplir fielmente, con mucha diligencia y generosidad la voluntad de Dios.

Quiero ser un instrumento sencillo y útil en las manos del Señor y un testigo de esperanza cristiana antes los tiempos que vivimos.

Un gracias de corazón a toda esta amada Diócesis de Parral, en la que por 25 años he ejercido el ministerio sacerdotal, gracias a los obispos que he tenido, a los hermanos sacerdotes por su apoyo y amistad, a las comunidades, familias y amigos que en este día me han brindado su apoyo.

Muchas gracias, querida Iglesia de Parral, ahora soy un fruto de esta Diócesis, para otra que está esperando un nuevo Pastor. ¡Demos gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia!

Que la Santísima Virgen de Guadalupe, a quien en los próximos días vamos a celebrar y a quien veneramos con tanto amor como Madre Nuestra, me auxilie y me guarde siempre en su Inmaculado corazón.

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