Asiste el obispo Mauricio Urrea Carrillo a la CXI Asamblea de la Conferencia del Episcopado Mexicano, la primera en llevarse a cabo de manera presencial desde el comienzo de la pandemia, donde fue presentado ante los demás obispos, quienes durante la asamblea enviaron un mensaje de cercanía con el pueblo de México, especialmente por las afecciones padecidas a causa de la pandemia, los desastres naturales, los efectos de la violencia y de la inseguridad que han generado sufrimiento en el pueblo de Dios, por lo anterior la finalidad de la reunión es que como pastores de la iglesia puedan ofrecer respuestas reales y eficaces, a causa del dolor que se presenta en cada uno de los individuos.
En el marco de la CXI Asamblea de la Conferencia del Episcopado Mexicano, los obispos refirieron “con afecto, los obispos reunidos en la CXI Asamblea de la Conferencia del Episcopado Mexicano, saludamos a los fieles católicos y a todas las personas de buena voluntad. Queremos expresar nuestra cercanía de pastores, con el pueblo de México, especialmente, por las afecciones padecidas a causa de la pandemia, de los desastres naturales, de los lamentables accidentes, de los efectos de la violencia y de la inseguridad. Deseamos caminar con las familias y sus historias de vida, para aprender a ser una Iglesia abierta, sinodal, samaritana y en salida”.
La finalidad de dicha reunión es asumir, como obispos los servicios que como iglesia desean prestar a todas las regiones del país, para ofrecer respuestas pastorales, reales y eficaces, a tanta necesidad y a tan repetidos sufrimientos.
Particularmente, se solidarizan con aquellos que han experimentado los estragos de la muerte de amigos y familiares; los que siguen cayendo en la pobreza, los que han perdido su seguridad social, laboral y alimentaria, los migrantes forzados, los desaparecidos y los seducidos y atrapados por el crimen.
Al respecto los obispos refirieron “restaurar esta situación, no es posible sin un cambio de mentalidad. Se ocupa un modo distinto de vivir. ¡México puede cambiar para bien! ¡México es un pueblo creyente y de grandes valores! La tarea nos empuja a ponernos en camino, responsabilizándonos unos de otros en ese caminar unidos. No debemos dejarnos arrastrar por el individualismo, la codicia y el egoísmo. La respuesta a situaciones comunes es caminar juntos; involucrarnos todos, aportando cada quién su propia visión y su propio esfuerzo. Ese caminar juntos es entrar en ambientes de comunión y unidad, para superar la fragmentación, la división y la polarización política”.
Los pastores comentaron que para lograr este anhelo, es necesario, primero encontrarse, ya que si caminan juntos alimentaran el entusiasmo, harán germinar sueños, suscitaran profecías y harán florecer esperanzas, pues con esta unión se puede aprender unos de otros, calentar corazones, inspirar mentes y dar nueva fuerza.
Todos dependemos de cada uno en esta aventura común ya que los individuos son importantes, con la riqueza de la variedad: Los obreros, campesinos, intelectuales, estudiantes, empresarios, políticos, artistas, médicos, deportistas, jóvenes, migrantes, consagrados. Hay que recorrer un camino sinodal. Para, luego, abrirnos a un diálogo sincero y enriquecedor cargado de verdad y de atenta escucha, acogiendo la riqueza del otro, para llegar a verse como hermanos y establecer lazos de amistad social. Para finalmente, discernir y elegir los caminos adecuados, haciendo a un lado la indiferencia, la exclusión y el rechazo del otro.
“Ante esta situación crítica, avivemos la esperanza. Cristo nos asegura su presencia y su victoria. Él nos acompaña hasta el fin de los tiempos. Él camina con nosotros, como lo hizo con los desalentados discípulos de Emaús. Invitamos al pueblo de Dios a reavivar los valores cristianos del Evangelio, que transforman la cultura: el amor y el respeto a la vida, la dignidad de la persona, la justicia, la paz y la libertad religiosa y de conciencia".
Santa María de Guadalupe ha caminado con México durante cinco siglos. Ella nos ha acompañado en todos los momentos importantes de nuestra historia, como pueblo mexicano. Ella nos enseña a enraizar la cultura del encuentro y de la unidad, y nos reafirma su amor y presencia maternal: “No estoy yo, aquí, que soy tu madre”, cita el mensaje de los obispos.