/ sábado 14 de octubre de 2023

¡El Diablo bailaba entre nosotros! La leyenda del desconocido seductor del "Tornado"

Descrito como el más bello de los seres, el demonio acechó una de las discotecas más famosas de Parral

Una leyenda que se hizo popular en todo el país durante la década de 1990 fue la de un extraño sujeto que solía visitar distintos centros nocturnos con la intención de ligar y que debido a su exótica belleza, hombres y mujeres caían en sus refinados encantos. El punto de esta historia es que se trataba del mismísimo Diablo, quien en busca de placeres seleccionaba a alguno de los asistentes para llevárselo a un lugar privado. Después de consumar su acto, éste revelaba su monstruosa identidad al desafortunado individuo.

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Existen infinidad de versiones sobre todo en la frontera con Estados Unidos, en localidades como Ciudad Juárez, Tijuana o Mexicali. También las hay en la Ciudad de México, en León, Guadalajara y Monterrey. Sin embargo, el histórico mineral del norte, Parral, Chihuahua, no es la excepción de ser el epicentro de una narrativa como esta. Antes de relatar el caso parralense, es importante referir que la leyenda del Demonio en las discotecas ha sido reproducida en series como la de Lucifer en Netflix.

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Pero no se confunda con la producción antes mencionada, nuestro sujeto de interés no es ningún dueño de antro ni está harto de ser el malo de la historia. El Diablo que acude a las discotecas mexicanas es una especie de sátiro, un ser depravado que seduce a quien se deja llevar por sus instintos más penosos y que poco a poco, en la desenfrenada intimidad, éste les revela su desagradable cuerpo.

Sin más preámbulo, aquí la historia:

Decenas de parralenses cuentan que en su juventud bailaron con el Diablo. Unos se quedan en el espacio de una o dos canciones, abrazos y por lo menos un beso, pero otros aseguran haber intimado con él, haber visto su naturaleza animal en el reflejo de la carne humana. Sentido pues, dentro de sí, el lujurioso infierno desencadenado por el mismísimo Satanás y más aún, el terror de conocerlo en persona sin haberlo prevenido.

Existía en Parral una famosa discoteca llamada “El Tornado”, a la altura de la colonia Reforma y sobre el periférico sur Luis Donaldo Colosio. Ese sitio era muy acostumbrado por el Diablo, el cual hacía su aparición después de la media noche con el fin de cortejar. Posiblemente siempre lo lograba, no había hombre o mujer que se resistiera a sus encantos, pues afirman que el extraño sujeto era a la vista de la víctima, el rostro y la complexión más perfecta de sus deseos.

El caso es que llegaba a la barra y solicitaba su acostumbrado trago. Dicen que bebía whisky en las rocas... No obstante, algunos se atreven a decir que el demonio pedía tequila con refresco de toronja. Pero eso al fin y al cabo importa un bledo. Antes de que la disco prendiera la luces para cerrar, el desconocido abordaba a su víctima. Bailaba con ella y la convencía de salir juntos del lugar. Se la llevaba a un vehículo, un motel e incluso a los cerros que circundan el periférico. La persona comúnmente aceptaba, se iba con él y pues tenían sexo.

Cuentan que al terminar el encuentro, este bello sujeto iniciaba su transformación de hombre a demonio. Todo comenzaba en un espeluznante susurro, palabras extrañas que la persona no lograba comprender, después un calor precipitado se sentía a quemar, como llamas que se apoderaban de la escena… Casi siempre estaban alcoholizados o bajo el efecto de alguna sustancia prohibida, sin embargo el miedo se manifestaba hasta procurar el terror más adverso.

El desconocido fijaba su mirada en el desventurado amante. Sus ojos se ennegrecían por completo, su cabello se encrespaba mientras que en su cabeza comenzaban a surgir los característicos cuernos del Demonio. El rostro cambiaba de color, su estatura disminuía… sus pies se deformaban al grado de ser identificados con los de un cuadrúpedo, con pezuñas y repletas de pelo seboso.

El olor se percibía putrefacto y la belleza del sujeto desaparecía por completo en un instante que se percibía lento. El Diablo se daba a conocer tal y como era, en su forma más primitiva. Como un ser desagradable y horripilante, cuyo pensamiento se apoderaba brevemente de la razón de su acompañante, hipnotizándolo, robándole un poco de su juventud para eternizarse en su manifestación nocturna.

La víctima, de acuerdo con las distintas historias, se desmayaba debido al impacto de lo que estaba viviendo. Después recuperaba el conocimiento, encontrándose completamente sola, en el lugar del acto. Jamás les revelaba su nombre, el sujeto era un completo desconocido aunque era cliente frecuente del “Tornado”, dicen que vestía elegante, que su voz era grave. Siempre solitario, con su mirada penetrante sentado en una esquina.

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La discoteca cerró hace algunos años, pero la historia de su misterioso seductor ha trascendido lo suficiente para quedarse en la memoria de los jóvenes de antaño. A lo mejor hoy frecuenta otros lugares en Parral y no nos hemos dado cuenta. Quizá sigue bailando a un lado nuestro tratando de seducir a su nueva víctima. Tal vez en algún momento de su cortejo ha cruzado palabras con alguno de nosotros, o le hemos visto como aparenta, siendo el sujeto más hermoso y misterioso de la noche.

Una leyenda que se hizo popular en todo el país durante la década de 1990 fue la de un extraño sujeto que solía visitar distintos centros nocturnos con la intención de ligar y que debido a su exótica belleza, hombres y mujeres caían en sus refinados encantos. El punto de esta historia es que se trataba del mismísimo Diablo, quien en busca de placeres seleccionaba a alguno de los asistentes para llevárselo a un lugar privado. Después de consumar su acto, éste revelaba su monstruosa identidad al desafortunado individuo.

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Existen infinidad de versiones sobre todo en la frontera con Estados Unidos, en localidades como Ciudad Juárez, Tijuana o Mexicali. También las hay en la Ciudad de México, en León, Guadalajara y Monterrey. Sin embargo, el histórico mineral del norte, Parral, Chihuahua, no es la excepción de ser el epicentro de una narrativa como esta. Antes de relatar el caso parralense, es importante referir que la leyenda del Demonio en las discotecas ha sido reproducida en series como la de Lucifer en Netflix.

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Pero no se confunda con la producción antes mencionada, nuestro sujeto de interés no es ningún dueño de antro ni está harto de ser el malo de la historia. El Diablo que acude a las discotecas mexicanas es una especie de sátiro, un ser depravado que seduce a quien se deja llevar por sus instintos más penosos y que poco a poco, en la desenfrenada intimidad, éste les revela su desagradable cuerpo.

Sin más preámbulo, aquí la historia:

Decenas de parralenses cuentan que en su juventud bailaron con el Diablo. Unos se quedan en el espacio de una o dos canciones, abrazos y por lo menos un beso, pero otros aseguran haber intimado con él, haber visto su naturaleza animal en el reflejo de la carne humana. Sentido pues, dentro de sí, el lujurioso infierno desencadenado por el mismísimo Satanás y más aún, el terror de conocerlo en persona sin haberlo prevenido.

Existía en Parral una famosa discoteca llamada “El Tornado”, a la altura de la colonia Reforma y sobre el periférico sur Luis Donaldo Colosio. Ese sitio era muy acostumbrado por el Diablo, el cual hacía su aparición después de la media noche con el fin de cortejar. Posiblemente siempre lo lograba, no había hombre o mujer que se resistiera a sus encantos, pues afirman que el extraño sujeto era a la vista de la víctima, el rostro y la complexión más perfecta de sus deseos.

El caso es que llegaba a la barra y solicitaba su acostumbrado trago. Dicen que bebía whisky en las rocas... No obstante, algunos se atreven a decir que el demonio pedía tequila con refresco de toronja. Pero eso al fin y al cabo importa un bledo. Antes de que la disco prendiera la luces para cerrar, el desconocido abordaba a su víctima. Bailaba con ella y la convencía de salir juntos del lugar. Se la llevaba a un vehículo, un motel e incluso a los cerros que circundan el periférico. La persona comúnmente aceptaba, se iba con él y pues tenían sexo.

Cuentan que al terminar el encuentro, este bello sujeto iniciaba su transformación de hombre a demonio. Todo comenzaba en un espeluznante susurro, palabras extrañas que la persona no lograba comprender, después un calor precipitado se sentía a quemar, como llamas que se apoderaban de la escena… Casi siempre estaban alcoholizados o bajo el efecto de alguna sustancia prohibida, sin embargo el miedo se manifestaba hasta procurar el terror más adverso.

El desconocido fijaba su mirada en el desventurado amante. Sus ojos se ennegrecían por completo, su cabello se encrespaba mientras que en su cabeza comenzaban a surgir los característicos cuernos del Demonio. El rostro cambiaba de color, su estatura disminuía… sus pies se deformaban al grado de ser identificados con los de un cuadrúpedo, con pezuñas y repletas de pelo seboso.

El olor se percibía putrefacto y la belleza del sujeto desaparecía por completo en un instante que se percibía lento. El Diablo se daba a conocer tal y como era, en su forma más primitiva. Como un ser desagradable y horripilante, cuyo pensamiento se apoderaba brevemente de la razón de su acompañante, hipnotizándolo, robándole un poco de su juventud para eternizarse en su manifestación nocturna.

La víctima, de acuerdo con las distintas historias, se desmayaba debido al impacto de lo que estaba viviendo. Después recuperaba el conocimiento, encontrándose completamente sola, en el lugar del acto. Jamás les revelaba su nombre, el sujeto era un completo desconocido aunque era cliente frecuente del “Tornado”, dicen que vestía elegante, que su voz era grave. Siempre solitario, con su mirada penetrante sentado en una esquina.

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La discoteca cerró hace algunos años, pero la historia de su misterioso seductor ha trascendido lo suficiente para quedarse en la memoria de los jóvenes de antaño. A lo mejor hoy frecuenta otros lugares en Parral y no nos hemos dado cuenta. Quizá sigue bailando a un lado nuestro tratando de seducir a su nueva víctima. Tal vez en algún momento de su cortejo ha cruzado palabras con alguno de nosotros, o le hemos visto como aparenta, siendo el sujeto más hermoso y misterioso de la noche.

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