/ miércoles 17 de julio de 2019

La Fragua de los tiempos el Palacio Alvarado de Parral

De las grandes residencias del Chihuahua porfiriano, ninguna se construyó, amuebló y decoró con tantos recursos económicos como ésta

Todos los pueblos mineros comparten un destino común de “altibajos”, de caídas y levantadas, de riquezas y miserias. Un día la mina da para todo, otro para nada y el minero con su familia tiene que emigrar a otras minas. En su origen, la historia de Chihuahua, Zacatecas, Hidalgo, Guanajuato, está escrita sobre los ciclos productivos. El minero sabe que su vida está sujeta a los caprichos de las vetas de oro y plata que “anidan” en las entrañas rocosas de los cerros, por eso es muy dado al fatalismo y muy afecto al juego, a los albures.

En 1900 la región de Parral hizo fama en el mundo porque años antes se había iniciado un ciclo de riqueza platera que deslumbró a los grandes propietarios mineros. Desde Europa y Estados Unidos llegaron todo tipo de personajes: especuladores, inversionistas, comerciantes, ingenieros, mineros, vividores, aventureros y ladrones decididos a despojar al que se dejara; muchos extranjeros se imaginaron que en un agujero del norte de México había surgido un nuevo California.

En el centro de la bonanza quedó ubicada La Palmilla, cuya veta se había ensanchado “milagrosamente”, prodigando inmensas fortunas a su propietario, Pedro Alvarado Torres, quien la había recibido de su padre en 1895. Aunque en la región hubo minas más productivas como “Veta Colorada”, de Minas Nuevas, la más famosa y codiciada fue “La Palmilla”.

La ciudad de Parral con sus catorce mil habitantes, se saturó de negociaciones extranjeras como la agencia Frieel Krupp, La Palma, de C. Zawadski, la compañía Weisel y Kock, de maquinaria para minas y haciendas de beneficio; la International Engineering Co., de A. Benton; y el estudio fotográfico Luz y Sombra, del señor White, donde se hicieron todas las fotografías de las minas que se presentaron en la exposición mundial de Chicago.

El personaje del momento era Pedro Alvarado. No obstante que la suerte en la mina lo acompañó muy pocos años, su nombre y su historia se quedaron tatuados en la memoria colectiva. En los diez años que duró la opulencia y su matrimonio con Virginia Griensen (1895-1904), se construyeron todo tipo de historias en las que se entremezclaba la riqueza, el altruismo la generosidad y la tragedia. Se afirmaba que: Pedro Alvarado había ofrecido al presidente Porfirio Díaz pagar la deuda de México con Estados Unidos; Que una de las vigas de la casa era de plata pura; Que Doroteo Arango había sido protegido por el rico minero cuando lo andaba persiguiendo la acordada; Que Pedro Alvarado había escondido un tesoro fabuloso en el sótano. El imaginario parralense se alimentó de la fantasía en torno a don Pedro Alvarado y su mansión ubicada en el centro histórico, en uno de los tantos callejones escondidos que le dan carácter a la ciudad minera.

La historia de la casa de Pedro Alvarado y Virginia Griensen encierra muchos enigmas, no se ha encontrado la fecha en que el arquitecto Rouvier inició la construcción, se considera que esto fue durante el segundo semestre del año 1901, o quizá en los primeros meses de 1902. Lo cierto es que los Alvarado se instalaron a finales de 1903, cuando el pintor Italiano Decanini no había terminado las pinturas de los muros del patio central.


El Palacio Alvarado y la Quinta Gameros

De las grandes residencias del Chihuahua porfiriano, ninguna se construyó, amuebló y decoró con tantos recursos económicos como ésta. En ese aspecto, el Palacio Alvarado es único en Chihuahua, constituyendo la casa más representativa del minero afortunado.

Analógicamente, la Quinta Gameros (en la ciudad de Chihuahua), podría representar otro ejemplo, porque, además de ser una construcción excepcionalmente bella, fue igualmente construida por un rico minero y también se puso en juego el arte y la experiencia de un gran arquitecto extranjero, Julio Corredor Latorre, arquitecto colombiano.

Sin embargo, las condiciones generales en que se construyó esta quinta y las motivaciones personales de Manuel Gameros son muy diferentes a las que concurrieron en la edificación del Palacio Alvarado; baste con decir que este otro minero chihuahuense, no construyó la esplendorosa quinta para su esposa, la señora Elisa Müller, pues ella murió el 13 de septiembre de 1904. Los trabajos de construcción de la quinta se iniciaron en 1907 y concluyeron en 1909, cinco años después de la muerte de ella. Metafóricamente se puede decir que la Quinta Gameros fue como una hermosísima mujer solitaria, cuyos espacios no llegaron a ser calentados por las voces y los murmullos de los niños Gameros Müller.

Es conveniente agregar a esta analogía, que la historia de la Quinta Gameros es muy interesante; solo fue usada como casa habitación en dos breves temporadas: la primera en los años de la revolución y la segunda ocasión a finales de la década 1910.

Don Manuel Gameros murió el año 1920 y a partir de entonces, durante las últimas ocho décadas, sus espacios se han utilizado para diversos usos públicos: como escuela, oficinas y como museo. En la actualidad se distingue como uno de los museos más visitados en el norte de México porque en sus bellos espacios interiores se encuentra depositada una de las colecciones más importantes de muebles y objetos representativos del Art Noveau en México, pertenecientes a la colección de la familia Requena.

El lujo desbordado en el palacio Alvarado

En la construcción y la decoración del palacio Alvarado predominó más el lujo burgués, el desprendimiento, la exaltación del halago hacia una mujer, que la armonía estética. Nunca conoceremos en detalle todo lo que adquirió don Pedro Alvarado para la casa de su familia; y es que la fama del minero llegó también a los agentes de las grandes empresas muebleras y a los vendedores de obras de arte. Y así llegaron a Parral muebles finos para todos los espacios interiores, pinturas al óleo provenientes de los lugares más inusitados, instrumentos musicales de todos tipos, enormes espejos repartidos en toda la casa, como para que el lujo se reprodujera visualmente una y mil veces, objetos finísimos esparcidos por los grandes salones; en fin, el arte y el lujo desbordado.

En cuanto al vestido del Palacio, es decir, el trabajo de la cantera del interior y exterior del edificio, se debe dejar consignado que muy pocas construcciones en el estado se comparan con éste, en lo que respecta a la delicadeza de los diseños labrados en la cantera. Se puede sugerir que, en esta obra, el arquitecto Amérigo Rouvier se propuso como objetivo exaltar el arte de los talladores de cantera mexicanos, unos provenientes de Zacatecas y San Luis Potosí, y otros residentes en la capital del estado y en el mismo Parral.

Todos los afanes de Pedro Alvarado para halagar y hacer feliz a su esposa se derrumbaron el día 5 de mayo de 1905, cuando Virginia murió a causa del cáncer. Esta fecha fue determinante en la biografía de Pedro Alvarado, nunca superó este dolor y poco tiempo después se iniciaron los problemas en La Palmilla. El lunes primero de julio de 1907 se desató un incendio con todos los visos de haber sido provocado por los que ambicionaban apoderarse de la mina. A los dos años tuvo que vender la fuente de todas sus riquezas.

Don Pedro sobrevivió a la tragedia casi treinta años, en todo ese tiempo estuvo rodeado de la sincera estima de los parralenses, hasta que murió el 16 de diciembre de 1937. Más adelante la gran mansión fue ocupada por Lucía Alvarado y sus hijas Lilia y Lucía Vázquez Alvarado. Después de que la madre murió se hicieron cargo las hijas, sin embargo desde finales de los años cincuenta se quedó Lilia con la responsabilidad de cuidar su “palacio”, como la gente empezó a llamarlo y, al mismo ritmo que circulaban los cuentos y las leyendas, se incrementaba entre los parralenses el deseo de conocerlo; pero Lilia se encerró y muy pocos eran los que tenían el privilegio de cruzar la puerta. Era tan grande y en sus salones había tantos objetos, muebles, adornos y obras de arte, que Lilia no podía con todo y menos atendiendo a tanta gente que deseaba entrar. La mejor alternativa era que el gobierno lo adquiriera para convertirlo en museo

Durante el gobierno del licenciado Oscar Ornelas (1980-1985) se hizo el primer intento de compraventa, las hermanas aceptaron vender, esperaron la propuesta del gobernador que no nunca llegó. El gobernador Fernando Baeza también manifestó interés por adquirirlo, pero tampoco llegó a concretar una propuesta. En estas “andanzas” se apareció un enviado de la esposa de José López Portillo y al poco tiempo llegó a Parral la “eminente” señora, quien escogió, pagó y se llevó una parte de los muebles y obras de arte del “palacio”, entre otras cosas la recamara del matrimonio y el oratorio. Los parralenses asumimos esta acción como una afrenta, toda la gente hablaba de cuando habían llegado unos tráileres grandotes y se habían llevado “casi todo”.

El Palacio Alvarado se convierte en museo

El gobernador Patricio Martínez inició su gobierno a finales de 1998, por motivos de mi actividad en la historia lo había tratado años antes cuando él estaba a cargo de la presidencia municipal. Un día, en el mes de enero del año 2000, me invitó a una reunión informal donde estuvieron también el secretario de Educación Arturo Proal y la licenciada María Isabel Sen Venero. El gobernador expresó que tenía mucho interés en hacer algo por Parral durante su administración, habló del potencial turístico que no se estaba aprovechando y al final me dijo:

—Profesor, quiero que se vaya a dar un recorrido por algunos lugares de España y se traiga muchas fotografías e ideas que se puedan aplicar en la ciudad de Parral.

La oferta era muy tentadora, ni para que hablar de mis intereses personales, pero la pensé unos segundos y esta fue mi respuesta.

—No tengo que ir hasta España, para empezar le propongo que el gobierno del estado adquiera el Palacio Alvarado y lo convierta en un gran museo.

Le recordé que antes ya se habían hecho algunos intentos que no habían prosperado, le recordé también del “saqueo” de la señora de López Portillo, con la carga de lamentaciones.

Como se podrá comprender, el gobernador no esperaba esa respuesta, pero enseguida me preguntó:

—¿Y qué se tiene qué hacer para adquirirlo?

Yo sabía que Lucía Vázquez vivía en Guanajuato y que Lilia estaba en Parral, no me costó ningún trabajo responderle.

—Se tiene que hablar con las hermanas Vázquez Alvarado para invitarlas a Chihuahua y hacerles la propuesta.

—¿ Se puede usted hacer cargo?

A los dos o tres días me fui a Parral. Busqué a Lilia. Inmediatamente me reconoció y me echó en cara que yo era de los que se la pasaba con una bola de vagos tirando piedras a las palomas que anidaban en la parte trasera del palacio. Le respondí que no, que eran mis hermanos los gemelos. Total que le expliqué a lo que iba. Me respondió con mucho escepticismo que primero tenía que ir a hablar con su hermana Lucía. Me dio su número de teléfono en Guanajuato, ese mismo día en la noche hablé con ella y al día siguiente me fui a Guanajuato. Finalmente se fijó la fecha de la primera reunión en Chihuahua, ellas aceptaron vender, pidieron unas semanas para fijar el precio y cuando lo tuvieron se hizo una nueva reunión en febrero de ese año (2000). El gobernador Patricio Martínez aceptó sin regateos pagar lo que ellas pidieron. En todas esas negociaciones estuvimos presentes la licenciada Sen Venero y yo.

Estuvimos también en el inventario que se levantó después de la adquisición. Por parte del gobierno del estado estuvo el arquitecto Néstor Ramírez Ponce. Después de estos trámites se hizo la entrega del “palacio”. El gobernador anunció que a la mayor brevedad se iban a iniciar los trabajos de restauración. Yo le propuse que antes de que se iniciaran esos trabajos se organizara una apertura temporal porque la gente de Parral estaba muy emocionada porque después de tantos años, por fin iba a conocer el Palacio Alvarado. El gobernador aceptó la propuesta y entre la licenciada Sen Venero y yo elaboramos un plan para que toda la gente tuviera oportunidad de acceder. Con el apoyo de algunas escuelas de nivel medio superior formamos un grupo de jóvenes voluntarios que se encargaran de guiar a los visitantes, entre la licenciada y yo les dimos capacitación durante varios días. Después de resolver otros problemas logísticos, se abrieron las puertas del famoso palacio.

Al mismo tiempo que se desarrollaba esta actividad yo inicié una investigación para escribir el libro con la historia de la familia Alvarado y su palacio. Primero que nada entrevisté a Lucía en Guanajuato y luego a Lilia, ella misma me proporcionó algunos documentos y gran cantidad de fotografías, busqué información en el archivo de Parral, periódicos de la época, inclusive algunos documentos que se encontraban en un pequeño archivo del palacio, entre otros una colección de fotografías muy interesantes de la mina La Palmilla. Al año siguiente, 2001, se publicó en la Colección “Biblioteca Chihuahuense” de la Secretaría de Educación del gobierno del estado, la primera edición del libro “Pedro Alvarado y Virginia Griensen, una vida, un palacio; entre la historia y la leyenda”. No obstante que este libro contiene la biografía de Pedro Alvarado y la historiografía del palacio, hace aproximadamente diez años lo retiraron de la venta, de tal suerte que los visitantes no pueden adquirirlo en el palacio Alvarado. De ese tema y de otros más escabrosos trataré en el próximo número de La Fragua de los tiempos.

Todos los pueblos mineros comparten un destino común de “altibajos”, de caídas y levantadas, de riquezas y miserias. Un día la mina da para todo, otro para nada y el minero con su familia tiene que emigrar a otras minas. En su origen, la historia de Chihuahua, Zacatecas, Hidalgo, Guanajuato, está escrita sobre los ciclos productivos. El minero sabe que su vida está sujeta a los caprichos de las vetas de oro y plata que “anidan” en las entrañas rocosas de los cerros, por eso es muy dado al fatalismo y muy afecto al juego, a los albures.

En 1900 la región de Parral hizo fama en el mundo porque años antes se había iniciado un ciclo de riqueza platera que deslumbró a los grandes propietarios mineros. Desde Europa y Estados Unidos llegaron todo tipo de personajes: especuladores, inversionistas, comerciantes, ingenieros, mineros, vividores, aventureros y ladrones decididos a despojar al que se dejara; muchos extranjeros se imaginaron que en un agujero del norte de México había surgido un nuevo California.

En el centro de la bonanza quedó ubicada La Palmilla, cuya veta se había ensanchado “milagrosamente”, prodigando inmensas fortunas a su propietario, Pedro Alvarado Torres, quien la había recibido de su padre en 1895. Aunque en la región hubo minas más productivas como “Veta Colorada”, de Minas Nuevas, la más famosa y codiciada fue “La Palmilla”.

La ciudad de Parral con sus catorce mil habitantes, se saturó de negociaciones extranjeras como la agencia Frieel Krupp, La Palma, de C. Zawadski, la compañía Weisel y Kock, de maquinaria para minas y haciendas de beneficio; la International Engineering Co., de A. Benton; y el estudio fotográfico Luz y Sombra, del señor White, donde se hicieron todas las fotografías de las minas que se presentaron en la exposición mundial de Chicago.

El personaje del momento era Pedro Alvarado. No obstante que la suerte en la mina lo acompañó muy pocos años, su nombre y su historia se quedaron tatuados en la memoria colectiva. En los diez años que duró la opulencia y su matrimonio con Virginia Griensen (1895-1904), se construyeron todo tipo de historias en las que se entremezclaba la riqueza, el altruismo la generosidad y la tragedia. Se afirmaba que: Pedro Alvarado había ofrecido al presidente Porfirio Díaz pagar la deuda de México con Estados Unidos; Que una de las vigas de la casa era de plata pura; Que Doroteo Arango había sido protegido por el rico minero cuando lo andaba persiguiendo la acordada; Que Pedro Alvarado había escondido un tesoro fabuloso en el sótano. El imaginario parralense se alimentó de la fantasía en torno a don Pedro Alvarado y su mansión ubicada en el centro histórico, en uno de los tantos callejones escondidos que le dan carácter a la ciudad minera.

La historia de la casa de Pedro Alvarado y Virginia Griensen encierra muchos enigmas, no se ha encontrado la fecha en que el arquitecto Rouvier inició la construcción, se considera que esto fue durante el segundo semestre del año 1901, o quizá en los primeros meses de 1902. Lo cierto es que los Alvarado se instalaron a finales de 1903, cuando el pintor Italiano Decanini no había terminado las pinturas de los muros del patio central.


El Palacio Alvarado y la Quinta Gameros

De las grandes residencias del Chihuahua porfiriano, ninguna se construyó, amuebló y decoró con tantos recursos económicos como ésta. En ese aspecto, el Palacio Alvarado es único en Chihuahua, constituyendo la casa más representativa del minero afortunado.

Analógicamente, la Quinta Gameros (en la ciudad de Chihuahua), podría representar otro ejemplo, porque, además de ser una construcción excepcionalmente bella, fue igualmente construida por un rico minero y también se puso en juego el arte y la experiencia de un gran arquitecto extranjero, Julio Corredor Latorre, arquitecto colombiano.

Sin embargo, las condiciones generales en que se construyó esta quinta y las motivaciones personales de Manuel Gameros son muy diferentes a las que concurrieron en la edificación del Palacio Alvarado; baste con decir que este otro minero chihuahuense, no construyó la esplendorosa quinta para su esposa, la señora Elisa Müller, pues ella murió el 13 de septiembre de 1904. Los trabajos de construcción de la quinta se iniciaron en 1907 y concluyeron en 1909, cinco años después de la muerte de ella. Metafóricamente se puede decir que la Quinta Gameros fue como una hermosísima mujer solitaria, cuyos espacios no llegaron a ser calentados por las voces y los murmullos de los niños Gameros Müller.

Es conveniente agregar a esta analogía, que la historia de la Quinta Gameros es muy interesante; solo fue usada como casa habitación en dos breves temporadas: la primera en los años de la revolución y la segunda ocasión a finales de la década 1910.

Don Manuel Gameros murió el año 1920 y a partir de entonces, durante las últimas ocho décadas, sus espacios se han utilizado para diversos usos públicos: como escuela, oficinas y como museo. En la actualidad se distingue como uno de los museos más visitados en el norte de México porque en sus bellos espacios interiores se encuentra depositada una de las colecciones más importantes de muebles y objetos representativos del Art Noveau en México, pertenecientes a la colección de la familia Requena.

El lujo desbordado en el palacio Alvarado

En la construcción y la decoración del palacio Alvarado predominó más el lujo burgués, el desprendimiento, la exaltación del halago hacia una mujer, que la armonía estética. Nunca conoceremos en detalle todo lo que adquirió don Pedro Alvarado para la casa de su familia; y es que la fama del minero llegó también a los agentes de las grandes empresas muebleras y a los vendedores de obras de arte. Y así llegaron a Parral muebles finos para todos los espacios interiores, pinturas al óleo provenientes de los lugares más inusitados, instrumentos musicales de todos tipos, enormes espejos repartidos en toda la casa, como para que el lujo se reprodujera visualmente una y mil veces, objetos finísimos esparcidos por los grandes salones; en fin, el arte y el lujo desbordado.

En cuanto al vestido del Palacio, es decir, el trabajo de la cantera del interior y exterior del edificio, se debe dejar consignado que muy pocas construcciones en el estado se comparan con éste, en lo que respecta a la delicadeza de los diseños labrados en la cantera. Se puede sugerir que, en esta obra, el arquitecto Amérigo Rouvier se propuso como objetivo exaltar el arte de los talladores de cantera mexicanos, unos provenientes de Zacatecas y San Luis Potosí, y otros residentes en la capital del estado y en el mismo Parral.

Todos los afanes de Pedro Alvarado para halagar y hacer feliz a su esposa se derrumbaron el día 5 de mayo de 1905, cuando Virginia murió a causa del cáncer. Esta fecha fue determinante en la biografía de Pedro Alvarado, nunca superó este dolor y poco tiempo después se iniciaron los problemas en La Palmilla. El lunes primero de julio de 1907 se desató un incendio con todos los visos de haber sido provocado por los que ambicionaban apoderarse de la mina. A los dos años tuvo que vender la fuente de todas sus riquezas.

Don Pedro sobrevivió a la tragedia casi treinta años, en todo ese tiempo estuvo rodeado de la sincera estima de los parralenses, hasta que murió el 16 de diciembre de 1937. Más adelante la gran mansión fue ocupada por Lucía Alvarado y sus hijas Lilia y Lucía Vázquez Alvarado. Después de que la madre murió se hicieron cargo las hijas, sin embargo desde finales de los años cincuenta se quedó Lilia con la responsabilidad de cuidar su “palacio”, como la gente empezó a llamarlo y, al mismo ritmo que circulaban los cuentos y las leyendas, se incrementaba entre los parralenses el deseo de conocerlo; pero Lilia se encerró y muy pocos eran los que tenían el privilegio de cruzar la puerta. Era tan grande y en sus salones había tantos objetos, muebles, adornos y obras de arte, que Lilia no podía con todo y menos atendiendo a tanta gente que deseaba entrar. La mejor alternativa era que el gobierno lo adquiriera para convertirlo en museo

Durante el gobierno del licenciado Oscar Ornelas (1980-1985) se hizo el primer intento de compraventa, las hermanas aceptaron vender, esperaron la propuesta del gobernador que no nunca llegó. El gobernador Fernando Baeza también manifestó interés por adquirirlo, pero tampoco llegó a concretar una propuesta. En estas “andanzas” se apareció un enviado de la esposa de José López Portillo y al poco tiempo llegó a Parral la “eminente” señora, quien escogió, pagó y se llevó una parte de los muebles y obras de arte del “palacio”, entre otras cosas la recamara del matrimonio y el oratorio. Los parralenses asumimos esta acción como una afrenta, toda la gente hablaba de cuando habían llegado unos tráileres grandotes y se habían llevado “casi todo”.

El Palacio Alvarado se convierte en museo

El gobernador Patricio Martínez inició su gobierno a finales de 1998, por motivos de mi actividad en la historia lo había tratado años antes cuando él estaba a cargo de la presidencia municipal. Un día, en el mes de enero del año 2000, me invitó a una reunión informal donde estuvieron también el secretario de Educación Arturo Proal y la licenciada María Isabel Sen Venero. El gobernador expresó que tenía mucho interés en hacer algo por Parral durante su administración, habló del potencial turístico que no se estaba aprovechando y al final me dijo:

—Profesor, quiero que se vaya a dar un recorrido por algunos lugares de España y se traiga muchas fotografías e ideas que se puedan aplicar en la ciudad de Parral.

La oferta era muy tentadora, ni para que hablar de mis intereses personales, pero la pensé unos segundos y esta fue mi respuesta.

—No tengo que ir hasta España, para empezar le propongo que el gobierno del estado adquiera el Palacio Alvarado y lo convierta en un gran museo.

Le recordé que antes ya se habían hecho algunos intentos que no habían prosperado, le recordé también del “saqueo” de la señora de López Portillo, con la carga de lamentaciones.

Como se podrá comprender, el gobernador no esperaba esa respuesta, pero enseguida me preguntó:

—¿Y qué se tiene qué hacer para adquirirlo?

Yo sabía que Lucía Vázquez vivía en Guanajuato y que Lilia estaba en Parral, no me costó ningún trabajo responderle.

—Se tiene que hablar con las hermanas Vázquez Alvarado para invitarlas a Chihuahua y hacerles la propuesta.

—¿ Se puede usted hacer cargo?

A los dos o tres días me fui a Parral. Busqué a Lilia. Inmediatamente me reconoció y me echó en cara que yo era de los que se la pasaba con una bola de vagos tirando piedras a las palomas que anidaban en la parte trasera del palacio. Le respondí que no, que eran mis hermanos los gemelos. Total que le expliqué a lo que iba. Me respondió con mucho escepticismo que primero tenía que ir a hablar con su hermana Lucía. Me dio su número de teléfono en Guanajuato, ese mismo día en la noche hablé con ella y al día siguiente me fui a Guanajuato. Finalmente se fijó la fecha de la primera reunión en Chihuahua, ellas aceptaron vender, pidieron unas semanas para fijar el precio y cuando lo tuvieron se hizo una nueva reunión en febrero de ese año (2000). El gobernador Patricio Martínez aceptó sin regateos pagar lo que ellas pidieron. En todas esas negociaciones estuvimos presentes la licenciada Sen Venero y yo.

Estuvimos también en el inventario que se levantó después de la adquisición. Por parte del gobierno del estado estuvo el arquitecto Néstor Ramírez Ponce. Después de estos trámites se hizo la entrega del “palacio”. El gobernador anunció que a la mayor brevedad se iban a iniciar los trabajos de restauración. Yo le propuse que antes de que se iniciaran esos trabajos se organizara una apertura temporal porque la gente de Parral estaba muy emocionada porque después de tantos años, por fin iba a conocer el Palacio Alvarado. El gobernador aceptó la propuesta y entre la licenciada Sen Venero y yo elaboramos un plan para que toda la gente tuviera oportunidad de acceder. Con el apoyo de algunas escuelas de nivel medio superior formamos un grupo de jóvenes voluntarios que se encargaran de guiar a los visitantes, entre la licenciada y yo les dimos capacitación durante varios días. Después de resolver otros problemas logísticos, se abrieron las puertas del famoso palacio.

Al mismo tiempo que se desarrollaba esta actividad yo inicié una investigación para escribir el libro con la historia de la familia Alvarado y su palacio. Primero que nada entrevisté a Lucía en Guanajuato y luego a Lilia, ella misma me proporcionó algunos documentos y gran cantidad de fotografías, busqué información en el archivo de Parral, periódicos de la época, inclusive algunos documentos que se encontraban en un pequeño archivo del palacio, entre otros una colección de fotografías muy interesantes de la mina La Palmilla. Al año siguiente, 2001, se publicó en la Colección “Biblioteca Chihuahuense” de la Secretaría de Educación del gobierno del estado, la primera edición del libro “Pedro Alvarado y Virginia Griensen, una vida, un palacio; entre la historia y la leyenda”. No obstante que este libro contiene la biografía de Pedro Alvarado y la historiografía del palacio, hace aproximadamente diez años lo retiraron de la venta, de tal suerte que los visitantes no pueden adquirirlo en el palacio Alvarado. De ese tema y de otros más escabrosos trataré en el próximo número de La Fragua de los tiempos.

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