/ domingo 6 de febrero de 2022

El anillo del cadáver; un último viaje a Majalca

Un grupo de amigos se dispone a emprender un viaje en carretera, sin imaginar que sería su última noche juntos

Jorge y sus amigos se prepararon desde muy temprano esa mañana para visitar a la abuela de su novia, quien vivía en un rancho cerca de Majalca. El plan era volver temprano, ya que la madre de Jorge temía que la noche les sorprendiera y pudieran sufrir algún percance durante el trayecto y no hubiera quién les auxiliara de manera inmediata.

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Al menos eso es lo que ella les dijo para convencerles de regresar antes del anochecer; sin embargo, sus palabras ocultaban una razón muy diferente que no se atrevía a compartir, pues no quería que los muchachos fueran a pensar que era una “vieja supersticiosa”. Y es que, desde niña, siendo también ella originaria de un rancho más allá de Majalca, había escuchado un sinfín de historias de ultratumba que a la fecha le causaban escalofríos.

Alrededor de las seis de la mañana, los cinco amigos emprendieron rumbo hacia la ranchería, donde pasaron un rato agradable en un ameno ambiente. La naturaleza les había hipnotizado, como suele pasar con los citadinos, y habían perdido la noción del tiempo. Al abrigo de un frondoso encino, arrullados por el canto de un fresco arroyuelo, el tiempo había escapado y con él la luz del día.

El crepúsculo abrió las puertas de las cavernas y los murciélagos, cual galgos a la caza, llenaron el cielo en búsqueda de alimento. Jorge entonces cayó en cuenta de que faltaba poco para el anochecer, así que ordenó a sus amigos recoger las cosas e ir al auto para volver a la ciudad.

Abordaron entonces todos el viejo guayín de Jorge y tomaron carretera rumbo a la capital de Chihuahua. No anduvieron mucho luego de que emprendieran el camino, cuando una de las llantas se pinchó, volviéndose así realidad el temor de la madre del joven…

Los amigos descendieron del coche y luego de confirmar que uno de los neumáticos estaba desinflado, comenzaron a buscar en la oscuridad algunas piedras para colocar debajo del coche y poder cambiar la rueda.

A la distancia, Javier, el mayor del grupo, encontró un montículo de rocas que creyó podrían servir para levantar el auto. Comenzó a retirar varias piedras mientras llamaba a sus camaradas par que le ayudaran a llevarlas; sin embargo, al llegar a la mitad del montículo, descubrieron que estas habían sido colocadas sobre una gran caja negra. Extrañados, los jóvenes se dieron a la tarea de retirar todas las rocas, dejando completamente descubierto aquel misterioso cofre.

Para abrirlo, fue necesario que uno de ellos corriera hasta el auto para llevar una barra que usaron para hacer palanca y romper la cerradura. Entonces la sorpresa fue una extraña mezcolanza de miedo, asco y admiración; en el interior de la caja, un cadáver en avanzado estado de putrefacción les sonreía con un rostro sin labios. Pero la situación para ellos fue por demás desconcertante, pues el cuerpo estaba casi en su totalidad cubierto por joyas.

Diamantes, zafiros, rubíes, cadenas de oro y plata estaban allí, “arropando” el inerte cuerpo. Llamó la atención sobre todo a Javier, el anillo que el cadáver tenía puesto en su mano izquierda; estiró entonces su brazo y sujetó con fuerza la joya para retirarla del cuerpo, pero algo inesperado ocurrió; aquella pieza no salió sola, sino que consigo Javier desprendió la mano del cadáver.

Un espeso líquido verde saltó sobre su rostro, lo que hizo que, despavoridos, se retiraran del cofre y pidieran aventón al primer coche que pasó por el lugar.

Una mujer de pulcra apariencia detuvo su vehículo y pidió a los muchachos que subieran para llevarlos a la ciudad. Al cabo de unos minutos de haber abandonado el lugar del hallazgo, Javier comenzó a perder el color y a sentir nauseas. Los amigos lo notaron y le preguntaron si todo estaba bien, pero este solo se desvaneció antes de que pudiera responder cualquier cosa.

Notaron entonces que la mujer que conducía el auto era manca, y al cuestionarle sobre ello, la mujer, furiosa, respondió: “¡Su amigo me la arrancó!”

A la mañana siguiente, junto a la carretera, fueron encontrados los cuerpos de los cinco jóvenes; trascendió que todos ellos habrían muerto a causa de un paro cardíaco.

Facebook: Crónicas de Terror en Chihuahua

Con información de Adrián Berrios

Jorge y sus amigos se prepararon desde muy temprano esa mañana para visitar a la abuela de su novia, quien vivía en un rancho cerca de Majalca. El plan era volver temprano, ya que la madre de Jorge temía que la noche les sorprendiera y pudieran sufrir algún percance durante el trayecto y no hubiera quién les auxiliara de manera inmediata.

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Al menos eso es lo que ella les dijo para convencerles de regresar antes del anochecer; sin embargo, sus palabras ocultaban una razón muy diferente que no se atrevía a compartir, pues no quería que los muchachos fueran a pensar que era una “vieja supersticiosa”. Y es que, desde niña, siendo también ella originaria de un rancho más allá de Majalca, había escuchado un sinfín de historias de ultratumba que a la fecha le causaban escalofríos.

Alrededor de las seis de la mañana, los cinco amigos emprendieron rumbo hacia la ranchería, donde pasaron un rato agradable en un ameno ambiente. La naturaleza les había hipnotizado, como suele pasar con los citadinos, y habían perdido la noción del tiempo. Al abrigo de un frondoso encino, arrullados por el canto de un fresco arroyuelo, el tiempo había escapado y con él la luz del día.

El crepúsculo abrió las puertas de las cavernas y los murciélagos, cual galgos a la caza, llenaron el cielo en búsqueda de alimento. Jorge entonces cayó en cuenta de que faltaba poco para el anochecer, así que ordenó a sus amigos recoger las cosas e ir al auto para volver a la ciudad.

Abordaron entonces todos el viejo guayín de Jorge y tomaron carretera rumbo a la capital de Chihuahua. No anduvieron mucho luego de que emprendieran el camino, cuando una de las llantas se pinchó, volviéndose así realidad el temor de la madre del joven…

Los amigos descendieron del coche y luego de confirmar que uno de los neumáticos estaba desinflado, comenzaron a buscar en la oscuridad algunas piedras para colocar debajo del coche y poder cambiar la rueda.

A la distancia, Javier, el mayor del grupo, encontró un montículo de rocas que creyó podrían servir para levantar el auto. Comenzó a retirar varias piedras mientras llamaba a sus camaradas par que le ayudaran a llevarlas; sin embargo, al llegar a la mitad del montículo, descubrieron que estas habían sido colocadas sobre una gran caja negra. Extrañados, los jóvenes se dieron a la tarea de retirar todas las rocas, dejando completamente descubierto aquel misterioso cofre.

Para abrirlo, fue necesario que uno de ellos corriera hasta el auto para llevar una barra que usaron para hacer palanca y romper la cerradura. Entonces la sorpresa fue una extraña mezcolanza de miedo, asco y admiración; en el interior de la caja, un cadáver en avanzado estado de putrefacción les sonreía con un rostro sin labios. Pero la situación para ellos fue por demás desconcertante, pues el cuerpo estaba casi en su totalidad cubierto por joyas.

Diamantes, zafiros, rubíes, cadenas de oro y plata estaban allí, “arropando” el inerte cuerpo. Llamó la atención sobre todo a Javier, el anillo que el cadáver tenía puesto en su mano izquierda; estiró entonces su brazo y sujetó con fuerza la joya para retirarla del cuerpo, pero algo inesperado ocurrió; aquella pieza no salió sola, sino que consigo Javier desprendió la mano del cadáver.

Un espeso líquido verde saltó sobre su rostro, lo que hizo que, despavoridos, se retiraran del cofre y pidieran aventón al primer coche que pasó por el lugar.

Una mujer de pulcra apariencia detuvo su vehículo y pidió a los muchachos que subieran para llevarlos a la ciudad. Al cabo de unos minutos de haber abandonado el lugar del hallazgo, Javier comenzó a perder el color y a sentir nauseas. Los amigos lo notaron y le preguntaron si todo estaba bien, pero este solo se desvaneció antes de que pudiera responder cualquier cosa.

Notaron entonces que la mujer que conducía el auto era manca, y al cuestionarle sobre ello, la mujer, furiosa, respondió: “¡Su amigo me la arrancó!”

A la mañana siguiente, junto a la carretera, fueron encontrados los cuerpos de los cinco jóvenes; trascendió que todos ellos habrían muerto a causa de un paro cardíaco.

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Con información de Adrián Berrios

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